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La Opinión


25.08.08 | Meej (4990 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Terry Cummings, viviendo la vida como si fuera el último día


“Mi padre vive la vida que yo querría vivir, ha hecho todo lo que a mí me gustaría hacer.” (Robert Terrell “T.J.” Cummings Jr., actualmente jugador profesional en la liga coreana).


No es sorprendente que su hijo se sienta abrumado ante la comparación con la vida de Terry Cummings, ya que Cummings padre ha logrado vivir más vidas de las que le corresponderían a toda una camada de gatos. De adolescente, en Chicago, Cummings (apodado “T.C.”) vivía la vida de la estrella deportiva de instituto. Convencido de su propia valía y con un prometedor futuro por delante, “T.C.” se comportaba como la clásica estrellita: enfrentamientos con compañeros y rivales, desplantes a los entrenadores y profesores, trifulcas con los árbitros etcétera. Faltaba a clases, las broncas familiares eran continuas, frecuentaba malas compañías y dejó embarazada a una chica. Y entonces, la epifanía.


Una noche en casa de sus abuelos, Cummings soñó con lo que los americanos definen como “the rapture”: el momento en el que antes del fin del mundo, dios baja a la tierra y se lleva a los puros, dejando a los pecadores para ser juzgados. En su sueño, Terry Cummings era dejado atrás, a esperar el juicio final. Cuando despertó, era un hombre nuevo: pasó a dedicarse a estudiar la biblia con fruición, a adoptar un estilo de vida y actitud más acorde con sus creencias, y llegó a ordenarse como ministro de la iglesia pentecostal con apenas 16 años. Siguiendo lo que consideraba una señal de dios, se enroló en la prestigiosa universidad de DePaul, a las órdenes del mítico Ray Meyer.


La adaptación de Cummings a DePaul no fue sencilla. Su religiosidad no era del todo entendida, y deportivamente sufrió para adaptarse a un rol secundario por detrás de Mark Aguirre, la indiscutible estrella del equipo. Su juego no era malo, pero sí dubitativo e inseguro; además, fue uno de los jugadores que mostró más disconformidad con el hecho de que Aguirre acaparara tanto juego. Algunos en la universidad lo achacaban a sus intentos de mantener una actitud cristiana, que parecía restarle agresividad... aunque no tanta que le impidiera revolear al pívot Steve Stipanovich cuando éste le dio un codazo en la lucha por un rebote. Pero en la temporada 1981-82, su año junior, Terry Cummings explotó como jugador aprovechando el salto de Aguirre a la NBA, y llegó a ser elegido All-American. Lo hizo sin cambiar su actitud y convertido en un respetable hombre casado y con un hijo, pero competitivo al máximo. Cummings decidió aprovechar su buena temporada y se presentó al draft ese mismo verano, sin agotar su cuarto año de elegibilidad.





Terry Cummings fue elegido en el nº 2 del draft de 1982 por los San Diego Clippers, como parte de una terna de grandes aleros que desembarcaron a la vez en la NBA; los otros dos eran James Worthy a los Lakers y Clark Kellogg a los Pacers. Fue Cummings el que destacó más de los tres, ya que la gran plantilla de los Lakers dejó al novato Worthy en un rol relativamente más secundario, mientras que Kellog brillaba pero en uno de los equipos con peor récord de la liga. “T.C.”, en cambio, ofrecía el equilibrio perfecto, y se adjudicó el galardón de “Rookie of the Year” del año 1983. Sin embargo, su etapa en los Clippers no terminó sin amarguras (normal, eran los Clippers): en un partido contra los Jazz al final de la temporada, Cummings sufrió un desmayo que posteriormente se determinó que había sido causado por una cardiomiopatía. Para quienes necesiten más detalles, se trata del trastorno que años después provocó la muerte de Reggie Lewis de los Celtics.


Terry Cummings fue más afortunado, y un tratamiento médico logró no solamente garantizar su recuperación, sino que le permitió volver a las pistas al máximo nivel. Sin embargo, ese diagnóstico no fue inmediato, y en Enero de 1984 decidió no seguir jugando si el club no renovaba su póliza de seguro que estaba a punto de expirar. Antes de quedarse sin seguro, Cummings estaba dispuesto a retirarse inmediatamente y a cobrar el millón de dólares de la póliza. La situación se solventó prorrogando el seguro, pero sus días en la franquicia tocaban a su fin. Después de la desastrosa experiencia con Bill Walton, los Clippers no estaban dispuestos a arriesgarse con otro problema de salud, y empezaron a buscarle salida a “T.C.”.


La primera opción fueron los Sixers, que buscaban un sustituto para el veterano Julius Erving. Sin embargo, la noticia del traspaso se filtró a la prensa, y la reacción popular en contra del traspaso del Dr. J fue de tal magnitud que la franquicia de Philadelphia dio marcha atrás apresuradamente. Finalmente, Cummings fue traspasado a los Milwaukee Bucks junto con el escolta Craig Hodges y un desconocido Ricky Pierce, a cambio de Marques Johnson (el primer “point-forward” de Don Nelson), y los veteranos Junior Bridgeman y Harvey Catchings. Más una cantidad de dinero, claro, que hablamos de Don Sterling. Fue el clásico traspaso de los Clippers: Bridgeman y Catchings estaban acabados, y Johnson se destrozó la rodilla dos años después. Enfrente, Cummings, Hodges y Pierce tuvieron largas y productivas carreras en Milwaukee. Para rematar la faena, el traspaso fue movidito ya que los Clippers intentaron en vano anularlo alegando que no sabían que Marques Johnson había tenido problemas de drogas.


A pesar de que en los Spurs estuvo una temporada más, es con los Bucks con el equipo que se asocia a Terry Cummings. Los Milwaukee Bucks de Don Nelson, con Sidney Moncrieff, Paul Pressey y posteriormente Jack Sikma, más una batería de estrafalarios pívots blanquitos saliendo desde el banquillo (Breuer y Mokeski, luego Krystowiack, Brickowski, Schayes...) eran uno de esos equipos de los 80 como los Hawks que no lograron dar el salto al primer nivel, permanentemente ocupado por Celtics y Sixers, pero que ofrecían un juego vistoso e interesante. La curiosa apuesta colectiva de Nelson, con Pressey como “point-forward” y Moncrieff acercándose al aro, sin estrellas pero con muchos buenos anotadores rotándose (Pierce era un eterno candidado al “mejor sexto hombre”), ofrecía un espectáculo notable como entretenimiento, y también material para reflexiones tácticas. Y fue allí donde Cummings desplegó el mejor juego de su carrera, especialmente en playoffs donde año tras año se erigía como auténtico líder del equipo por delante incluso de Sidney Moncrieff.


Ya su primer año supuso un salto de rendimiento con respecto a su etapa en Clippers, ya que logró ser incluido en el Allstar y en el segundo quinteto ideal de la liga. Su debut en playoffs vino a amargar el de un prometedor novato de Chicago llamado Michael Jordan: con Moncrieff ahogado por el rookie, Cummings se echó el equipo a las espaldas para certificar el pase a segunda ronda. Al año siguiente fue el turno de Julius Erving, que se retiró del baloncesto al terminar la ronda en la que los Bucks eliminaron a los Sixers (y en la que Charles Barkley puso a prueba la “caridad cristiana” de Cummings). Precisamente fue Erving el que falló el tiro final, cuyo rebote pelearon por el suelo Barkley y Cummings hasta que Pressey se lo llevó. Luego vinieron las reñidísimas series contra los Celtics, peleadas siempre a cara de perro y que en una ocasión llegaron al séptimo partido con abundancia de prórrogas.


En ese equipo demostró Terry Cummings todas sus virtudes, que se podrían agrupar en una categoría denominada “versatilidad” o “recursos”. Más allá de un tiro de suspensión con mucho salto y arco, no tenía demasiadas jugadas características. Su salto, que era bueno, no le daba para acrobacias sino más bien para la frecuencia, ya que lo usaba en casi todas las jugadas. Reboteaba bien, sobre todo para un jugador que se movía entre las dos posiciones de alero, pero tampoco de manera sobresaliente. Se aplicaba con acierto en defensa, donde empleaba con dureza ese físico tallado, y movía el balón con soltura tanto en el pase como en el bote. En resumen, era bueno en todo sin destacar demasiado en nada. Sin embargo, sus mejores partidos nos ofrecen todo un abanico de recursos donde descubrimos que su auténtica virtud era la variedad: tiros en suspensión en movimiento, o a la media vuelta, o a tablero; cortes desde el lado débil o remontando la línea de fondo, para situarse en el lugar preciso para el pase del compañero; entradas a canasta botando como un escolta, buscando más la bandeja que el mate. Su juego de ataque era un auténtico catálogo de posibilidades ofensivas, ejecutadas todas ellas con eficacia y sin alardes. A veces cuesta darse cuenta de que ese jugador que se limita a hacer lo que corresponde está siendo el mejor anotador de un partido de playoff de máxima intensidad.


Al final, sin embargo, la apuesta de los Bucks se agotó sin haber podido llegar a aspirar verdaderamente al anillo, y el equipo necesitaba savia nueva ya que a los veteranos les empezaba a fallar el físico. Cummings era la pieza de más valor de mercado que había en la plantilla, y fue enviado a los San Antonio Spurs a cambio de Alvin Robertson y Greg “Cadillac” Anderson. Los Spurs buscaban a un veterano que liderara en la cancha y en el vestuario a su joven equipo, construido alrededor de los novatos David Robinson y Sean Elliott.


Probablemente, la etapa en los Spurs fue la más satisfactoria en lo personal, a pesar de los roces con Larry Brown. Terry Cummings no estaba de acuerdo con la decisión del entrenador de que abandonara las labores anotadoras para centrarse más en su papel en defensa y rebote, y ése fue sólo uno de los muchos problemas que tuvo Brown en el vestuario hasta su marcha. Independientemente de eso, “T.C.” jugó muy buenas temporadas en los Spurs como mano derecha de Robinson, e incluso lideró con brillantez al equipo durante la lesión de éste. Además, estableció una relación especialmente estrecha con sus compañeros, sobre todo con David Robinson y con Sean Elliott (cuya boda ofició él). También se inició en la música, una afición que iría adquiriendo más importancia en su vida. Animado por un primo suyo que era productor de música “gospel", Cummings empezó a llevar un teclado consigo en los viajes para ir aprendiendo a tocar solo. Pronto fue capaz de improvisar sus propias melodías, e incluso inspiró a Robinson a intentarlo también él.


En esencia, la carrera como jugador de Terry Cummings terminó el 6 de Julio de 1992 en Chicago, cuando durante una pachanguita amistosa otro jugador se cayó sobre su rodilla derecha y le rompió los ligamentos. Aunque Cummings logró volver a las canchas, ya no era el “T.C.” de antaño y sólo estaba capacitado para aportar veteranía y saber estar desde el banquillo. Un par de años después salió de los Spurs y, tras pasar brevemente por Knicks o Warriors e incluso volver a Milwaukee, anunció su retirada después de 18 temporadas en la liga.


A pesar de estar retirado, Cummings no estaba dispuesto a bajar su ritmo de vida. A sus labores principales como “motivational speaker” y director de varias actividades benéficas se añadían sus apariciones televisivas, generalmente relacionadas con el baloncesto. Y al fin cumplió su sueño de lanzar dos disco, el primero llamado “Nothing Is What It Seems” y el segundo, ya en su propia discográfica, “T.C. Finally”. Su música es una mezcla de gospel y R&B agradable aunque quizás no sobresaliente.


Como aficionado, es quizás el recuerdo que uno guarda de Terry Cummings: agradable, no sobresaliente. Como ser humano, no puedo menos que compartir el sentimiento de asombro de su hijo al ver todas las vidas que han cabido en su vida: adolescente rebelde, cristiano renacido, estrella del baloncesto, veterano secundario y, ahora, personalidad menor en la música y la televisión. Creo que el Sr. Cummings ha disfrutado su vida más aún de lo que yo disfruté esas noches viendo a aquellos Milwaukee Bucks.



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1 - ¿¡¿De verdad has escrito la frase: "más una batería de estrafalarios pívots blanquitos saliendo desde el banquillo"?!? ¿¡¿Blanquitos?!? ¿Quién te crees que eres para faltar así el respeto a jugadores de baloncesto de la NBA? Aparte de un deje racista que vaya tela... Además, hablas de Frank Brickowski con ligereza. Brickowski jugó 249 partidos con los Bucks (237 titular), con estos números: 13.9 puntos, 5.8 rebotes, 2.5 asistencias y un 52.3% en tiros de campo en 28 minutos...ya me dirás...pero háztelo mirar...

Publicado por Brick el día 29/01/2024 a las 15:35h.
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