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Chapuzas a domicilio. No se me ocurre mejor forma de describir en lo qu ese ha convertido la Euroliga femenina tras la arbitraria e injustificada decisión de la FIBA de readmitir al CSKA de Moscú en la competición. Como en otras ocasiones, de poco sirven la reglamentación y el rigor que deben regir una competición profesional cuando hay intereses económicos de por medio. Siempre se puede hacer la vista gorda y encontrar una vía de escape para lograr el resultado deseado. Esto es lo que creo que ha ocurrido en esta ocasión. Para quienes no conozcan el caso, el CSKA es uno de los equipos económicamente más poderosos de Rusia, lo que prácticamente equivale a decir de Europa desde que magnates rusos decidieran invertir en el baloncesto femenino hace varias temporadas. Ante los serios problemas económicos de su principal patrocinador, el club anunció de forma oficial su retirada de la Euroliga por falta de fondos tras haber disputado seis partidos de la fase de grupos y, por tanto, no disputó el siguiente partido previsto en el calendario. Así se recogió en los medios de comunicación e incluso se rumoreó con la desaparición del club. Los demás equipos participantes comenzaron a especular con cómo estar etirada les podía afectar y los posibles cruces en las eliminatorias. De hecho, el CSKA desapareció de las clasificaciones oficiales de la Euroliga como es lógico tras su retirada de la competición. Este hecho se convirtió poco menos que en asunto de Estado en Rusia como no puede ser menos cuando un equipo representa al Ejército. Así, unos días después, el CSKA anunció que había encontrado un nuevo patrocinador y solicitó su readmisión en la Euroliga. El Comité Ejecutivo de FIBA Europa se reunió, lo cual suele ser síntoma de que se va a tomar una decisión hecha a medida en vez de aplicar el reglamento y así fue. Se trató una retirada de la competición como una incomparecencia a un partido: pérdida de dicho partido por 0-20. En realidad, el CSKA sólo dejó de disputar ese partido pero no consistió en una incomparecencia sino en una retirada de la competición tal y como el mismo club anunció. Así lo entendió también la FIBA retirando de la clasificación oficial al CSKA. Todo esto se podría haber evitado si el CSKA hubiera actuado con astucia, es decir, no compareciendo a dicho partido pero sin anunciar oficialmente su retirada. En ese caso la sanción de pérdida del partido por 0-20 hubiera sido correcta. Por si fuera poco, se tuvo que aplazar unos días su siguiente partido enla Euroliga porque ni el CSKA ni su rival (Gambrinus Brno) tenían ya previsto disputar el partido en la fecha indicada. El prestigio y la imagen de la Euroliga femenina han quedado muy dañados, pero afortunadamente para la FIBA la repercusión de esta competición a nivel internacional no es muy grande. La sensación que queda es que hay equipos que están por encima de la competición, que pueden hacer y deshacer a su antojo, que pueden gastarse cantidades multimillonarias sin garantías suficientes para después ser ayudados por el máximo organismo europeo perjudicando a terceros que actúan con sensatez. Y luego se quejan de que hay crisis. Las chapuzas federativas a las que estamos acostumbrados en el baloncesto femenino no son patrimonio nacional. La Euroliga de Gotera y Otilio.
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