Gonzalo Martínez: Colgar las botas |
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Hace muy pocas fechas Gonzalo Martínez, base del CB Murcia, anunciaba su retirada del baloncesto profesional. Según explicó ante los medios, al comprobar que no tenía el nivel mínimo que él mismo se exigía para ayudar al equipo, había decidido ser honesto con su club y dejarlo. El gesto de Gonzalo le honra como deportista y como persona y encaja perfectamente en el global de su trayectoria. Todos sabemos quién es y lo que ha hecho durante este tiempo.
La retirada de Gonzalo me ha llevado a reflexionar sobre el tema. Así, si de pequeño me imaginaba en mitad de la pista, rodeado por el público, con un balón en las manos y el pulso a doscientos, ahora me he imaginado ante una mesa llena de micrófonos, observado por las cámaras, tratando de contener la emoción y anunciando la retirada. Lo hemos visto muchas veces. Hemos visto al deportista que se marcha entre lágrimas, desubicado como un pez fuera del agua.
“Ha sido una decisión durísima, porque han sido muchos años de mi profesión, de mi pasión y de mi vida”, decía Gonzalo en su despedida. Me lo creo, sólo hace falta tener un poco de empatía. Aunque la vida profesional del deportista es corta, debe de ser muy duro ver que los años se te han echado encima, que el suelo sólido que has pisado durante años y la seguridad que te ha dado la rutina, al fin, se acaban. Debe ser duro llegar al punto en el que el presente continuo del baloncesto en activo se transforma en pasado, y hay que empezar a caminar sobre un terreno incierto e inexplorado. Que hay que abrirse un nuevo rumbo. Un elemento añadido que empeora la situación es que, normalmente, el final de la carrera de un deportista suele coincidir con el momento en el que se inicia el declive físico y se deja de ser “joven”. Ya sabéis, aproximarse a los 40 y además ver que tienes que volver a empezar.
Pero, siendo duro y cierto todo lo dicho, también es cierto que todo termina algún día, que es ley de vida. Y que en este caso, cuando una puerta se cierra otra se abre. Tener nuevos desafíos es abrumador, pero también ilusionante. No es mi intención deprimir a nadie, y siguiendo con el rollo “empático”, me imagino que cuando pase algo de tiempo la melancolía se transformará en alegres recuerdos, en motivo de conversación y sonrisas. En experiencias que contar y en un sinfín de amigos y de historias que el baloncesto te deja, sobre todo cuando has tenido la suerte de practicarlo durante tantos años como Gonzalo. Todo cambia, y como decía Machado, “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”. El deportista retirado puede estar más tiempo con la familia, asentarse, disfrutar de otro modo de vida… A nivel laboral, cada uno sigue su camino: están los que permanecen vinculados al basket en cualquiera de sus formas (como entrenadores, representantes, presidentes o gestores, periodistas…), o los que optan por abrir un negocio o ejercer de aquello de lo que tienen formación académica. Creo que en eso podemos estar orgullosos de los jugadores de baloncesto, que en muchas ocasiones nos han demostrado su buena formación.
Elijan el camino que elijan, deseo mucha suerte tanto Gonzalo como al resto de deportistas que deciden colgar las botas y ver los toros desde nuestro lado de la barrera. Ya les digo yo, este lado tampoco está nada mal.