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05.01.10 | Kantauri (2170 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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La Crónica de Riddick


El baloncesto europeo, máxime en la apertura de fronteras en las que se mueve actualmente, no acostumbra a hacer de la fidelidad principal característica en cuanto a los jugadores foráneos, siendo habituales los cambios durante el proceso estival o en la misma temporada. Una parte importante de ese grupo de jugadores extranjeros tiene procedencia norteamericana. La permanencia en el mismo equipo de jugadores como JR Holden o Mike Batiste resulta una extrañeza, y ayuda a convertir a dichos jugadores en iconos, referencias ya históricas de la entidad a la que pertenecen, incluso del país donde compiten, siendo éste el caso del base que juega en CSKA, nacionalizado y campeón de Europa con Rusia. Cuando el Spirou Charleroi visite Bilbao lo hará contando entre sus filas con la figura del pívot norteamericano Andre Riddick. Obviamente el nivel es diferente pero el jugador interior cumple su octava temporada en Charleroi y se ha convertido en una parte indivisible de la entidad belga.


Carismático por su aspecto, acompaña a su impronta edificada en torno a 208 centímetros con unas llamativas gafas, dando semblanza de un nuevo personaje de cómic creado en una ciudad propicia para ello. Charleroi es cuna de Spirou, también de Lucky Luke, y el baloncesto posee a Andre Riddick. Un jugador no excesivamente dotado de gran talento, pero que en plenitud de facultades, tiempos pretéritos, destacaba por su fuerza, entrega y la intensidad con la que acompañaba todas sus acciones, especialmente en la lucha por el rebote. Una intensidad que le ha permitido conquistar el corazón de los belgas, un trabajo y una dedicación que le permite seguir jugando al máximo nivel cuando el próximo 1 de Febrero cumplirá 37 años. Nadie hubiese podido vaticinar tan larga estancia para un jugador que parecía con destino marcado. La primera fase en la carrera de Andre fue tormentosa, sujeta a múltiples cambios. Riddick se formó en la prestigiosa universidad de Kentucky, a las órdenes de Rick Pitino, donde no disponía de gran relevancia, dada la calidad de los compañeros que le rodeaban. Jugadores tan conocidos como Jamal Mashburn, Tony Delk, Walter McCarty o Antoine Walker fueron algunos de los compañeros que tuvo nuestro protagonista en su época universitario. A oscuras y tras cumplir su periplo de cuatro años universitarios, Riddick puso rumbo a Japón. Comenzaba un trayecto que iba a llevarle hasta las competiciones de Taiwan, Venezuela o República Dominicana, antes de alcanzar Europa, en el verano de 1999, con 26 años, tras haber abandonado la Universidad hacía cuatro años, en 1995.


Una senda trabajada y costosa. En Venezuela obtuvo sus primeros éxitos colectivos, formando parte de un equipo cuyo nombre se le ajustaba como prenda fiel, Trotamundos. En la cercanía de Caracas, Riddick jugó en uno de los equipos más representativos del país, logrando el título de campeón nacional, al lado de Byrd o Alex Nelcha. Posteriormente volvería en repetidas temporadas para jugar en verano, una vez concluida su etapa europea anual. Su entrada a Europa se produjo en Francia. Precisamente en el club para el que jugó su compañero Nelcha. Andre Riddick pasó dos años en Dijon y uno en Paris, al lado de exteriores bálticos como Bagatskis o Timinskas, al lado de entonces promesas del basket francés como Yakhouba Diawara, Paccelis Morlende o Mamoutou Diarra. Dos temporadas promediando dobles figuras en puntos y rebotes le sirvieron para desplazarse hasta Charleroi, en zona francófona, habitual participante en la competición ULEB y equipo más potente de Bélgica. En tierras valonas iba a encontrar Riddick su definitivo hogar.


Afronta su octava temporada en un camino iniciado en la 2002-2003, un periodo donde ha jugado en siete ocasiones la copa ULEB/Eurocup, ha conquistado cuatro ligas y una copa belgas. En una trayectoria semejante, extensa y con destinos tan variados, hay lugar para multitud de anécdotas. Tanto positivas como negativas. El 27 de Enero de 2004 no fue un día especialmente como para recordar. El equipo belga afrontaba la visita a Varese, perteneciente a la fase de grupos de la competición, en la última jornada. Ambos clubes compartían grupo con Alicante, Gravelines, Ventspils y el Estrella Roja. El partido entre belgas e italianos iba a tener un recorrido difícil de prever. Quizá con condicionantes demasiado poderosos como para ser obviados. En el partido de ida las quejas de la Pallacanestro Varese fueron amargas. Según la versión italiana, el Charleroi no había recibido al equipo varesino con la amabilidad exigida. Altercados en torno a su hotel de concentración, vestuario en nefastas condiciones, insultos sobre el parquet. La llama seguía encendida cuando en el pre-partido correspondiente a la segunda vuelta, en Varese, los dirigentes del Charleroi se quejaban del vestuario que ofrecía el pabellón a pies del Sacro Monte. Incluso el propio equipo transalpino había tenido ya una dura disputa, propia del carácter de su plantilla, en Alicante, donde el pívot Cristiano Zanus Fortes se peleó con De Miguel, bajo tablero. Además el partido a celebrar en Varese, que cerraba la primera fase, suponía una auténtica final para el Charleroi, ya que había dos plazas en juego para tres equipos, los belgas, el Estrella Roja y el Ventspils. Los italianos de Varese ya estaban clasificados y sólo se jugaban asegurar el primer puesto.


El acto inicial terminó igualado, 21-20 para los locales, continuando en la misma tesitura durante el segundo cuarto, alcanzando casi el descanso con 39-37 en el marcador. Fue entonces cuando se desencadenó el fin del mundo. Una pelea que sorprendió a jugadores y técnicos, una imagen dantesca que iba a empañar la jornada de competición. Sorprendió a todos menos a dos de los protagonistas. Francesco Vescovi, veterano jugador de 40 años e institución en Varese, ya había observado un escenario tanto o más triste que el que empezaba a acontecer sobre el parquet. Paolo Conti, 5 años menor que Vescovi, era otro de los que habían vivido una situación similar. Debemos retroceder al 25 de Noviembre de 1990. El encuentro a disputar en la Lombardia enfrentaba a dos squadras históricas de la pallacanestro. Varese, entonces bajo denominación Ranger, y la Virtus Bologna, sponsor Knorr, se veían las caras en un partido de mil historias antiguas y marcado en la previa por el caso “Ray Richardson”. El excelente exterior norteamericano volvía a mantener activo idilio con la NBA, liga donde fue suspendido debido a problemas con sustancias prohibidas. El rendimiento de Richardson en Europa estaba siendo excelente y llamaba a las puertas de la asociación norteamericana. Estaba siendo tentado por una oferta que se especulaba en torno al millón y medio de dólares por parte de Philadelphia, y en Bologna temían por su marcha. La Virtus incluso recibió en la segunda jornada del campeonato a Livorno con John Douglas, recambio fugaz de la ausencia de Ray Richardson. La incertidumbre era plena en el seno del equipo que dirigía Ettore Messina. Se solucionó haciendo valer la sociedad virtusina el contrato firmado y además añadió un bonus de 100.000 dólares a cobrar una vez finalizada la temporada por el norteamericano. Un premio por no marcharse. Richardson dijo tras llegarse a ese acuerdo -“Estoy satisfecho. Ninguno ha ganado, ninguno ha perdido”-. Tras un conflicto que sólo existía para Ray. Un jugador al que la situación contractual con su equipo en Italia le ataba en su ansia por volar a Estados Unidos, a una liga a la que creía pertenecer. Nerviosismo y tirantez.


El primer partido a su regreso fue ante la Forli de Bob McAdoo. 42 puntos 13 rebotes en una victoria ajustada. Comunión que renacía con una afición que lo adoraba. En esta situación, en Noviembre, se alcanzaba la fecha de visitar Varese. El equipo que entrenaba Sacco y dirigía en la pista el dúo Frank Johnson-Anthony Bowie. Formaban parte de aquella plantilla Vescovi y un jugador que cumplía su primera temporada en el primer equipo de Varese, Paolo Conti.


El parquet del Masnago se convirtió en un Saloon propio del lejano Oeste. “Sugar” Richardson estampó un gancho con la izquierda a Rusconi, a dos minutos del final, con el partido ya decidido. Sin motivo aparente. Se desencadenó una fastuosa y confusa pelea. Richardson intentó golpear también a Frank Johnson, Rusconi buscaba a Richardson mientras chocaba con el otro Johnson, Clemon, pívot virtusino. Un altercado que terminó con 19 expulsados, aplicada la norma de acción que penaliza a todo aquel lejos de los 10 jugadores y árbitros que entre al parquet. 5 jugadores por parte de Varese (Rusconi, Frank Johnson, Ferraiuolo, Brignoli, Conti), 7 jugadores por parte de la Virtus (Richardson, Clemon Johnson, Binelli, Portesani, Romboli, Gallinari, Cavallari), 3 dirigentes de Varese (Crugnola, Lucarelli, Galleani) y 4 de la Virtus (Pasquali, Valli, Canna, Orsoni). Zanon y Zancanella, los árbitros, habían expulsado a 19 jugadores, entre los que no estaba incluido Vescovi. Ray Richardson, el origen de aquel embrollo, fue castigado con 5 jornadas de suspensión. Rusconi, Frank y Clemon Johnson con 2 jornadas, mientras que los castigados por entrar al campo para dividir o contener fueron readmitidos.


Augusto Ossola, histórico dirigente varesino, explica –“El jugador Richardson, de la Knorr, que en la semana precedente vio como obtenía un aumento en su sueldo, jugó mal y se encontraba alterado. Más atento a crear problemas que a practicar baloncesto, tanto que el entrenador Messina le tuvo fuera de la cancha por una decana de minutos. A su reentrada, cuando el tiempo se agotaba, le propinó un puñetazo a Rusconi. La pelea fue detenida en primera instancia pero momentos después Richardson se acercó a golpear también a Frank Johnson. La pelea fue gigantesca e involucró tanto a jugadores como a los presentes en el banquillo. Cuando los árbitros Zanon y Zancanella ordenan reanudar el juego había sólo cinco jugadores por parte de Varese y tres por parte de la Virtus.”-. El partido finalizó con victoria de Varese por 91-73, siendo Vescovi y Bowie (22 puntos cada uno) los principales hombres en las filas locales. Vescovi y Conti volvieron a padecer una situación tan esperpéntica 14 años después. Esta vez el veterano (40 años) Vescovi no se libró y fue expulsado. Andre Riddick se dirigió hacía Andrea Meneghin para cuestionar una situación acontecida y los ánimos, ya calientes, terminaron por estallar. Nesby, Faison y Krupalija fueron otros de los jugadores más activos en la batalla desatada. Vescovi y Arsic también fueron expulsados una vez se comprobaron las imágenes detenidamente. Además Paolo Conti, jugador local, se lesionó durante la disputa. Varese alcanzó el descanso ganando por 45 a 39. En la reanudación las fuerzas se situaban en seis jugadores tan solo elegibles por parte del Varese y en cinco por parte del Charleroi. Los italianos comienzan a abrir ventajas ya importantes y tras la quinta falta de Riddick, el Charleroi se ve obligado consumidos seis minutos del tercer periodo a situar sólo 4 jugadores en la pista. Las ventajas iban en aumento y al final de ese tercer cuarto ya ascendían a la veintena de puntos. Durante el último periodo se iba a poner fin a la imagen que se estaba contemplando en la pista antes de tiempo. Moors y Savovic cometían su 5º falta, dando por concluido el partido a falta de casi tres minutos para cumplir los 40 reglamentarios. El Charleroi, con dos jugadores disponibles, no podía continuar sobre la cancha. El partido finalizó con el marcador de 100-75, siendo Bolzonella (20 puntos) y Allegretti (19 puntos) los mejores realizadores entre los italianos. También destacó la actuación del reciente fichaje Dabkus, autor de 17 puntos. En el Charleroi su mejor hombre fue Predrag Savovic, actualmente enrolado en la directiva bilbaína, que anotó 24 puntos. El Varese se clasificó como primero y el Charleroi accedió a la segunda fase como tercero. Los árbitros Jovanovic, Requena y Pukl tuvieron trabajo extra, en su partido más complicado.





Andre Riddick, nuestro protagonista, se vio envuelto desde el momento inicial en aquella disputa. Un hecho de los últimos que puede recordar con vergüenza la competición europea. Vescovi se encontró en la desagradable tesitura por segunda vez. Entre el estupor y la mala suerte, en una carrera eso sí longeva. Riddick continúa en la misma línea de duración y sigue formando parte de la actual plantilla del Charleroi. Deseando no volver, como Francesco, a encontrarse con una situación similar. Tan solo redes, aros y la parte más bella de la intensidad, entrega y energía.



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