Viernes, 19 de abril de 2024
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06.09.11 | Ignacio Morejón (5120 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Lituania, el baloncesto en el corazón


“En mi país hay una canasta en cada patio y los niños aprenden a decir Sabonis antes que mamá”


Esas fueron las palabras que dijo el baloncestista lituano (entonces jugando para la Unión Soviética) Rimas Kurtinaitis en su presentación en el concurso de triples del All Star Game de la NBA de 1989. Fue invitado tras coser a triples a la selección estadounidense en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Seul´88 (es el único jugador invitado a participar en el All Star Weekend sin jugar en la NBA).


Y la verdad es que nunca he visto una pasión semejante por el baloncesto en ningún sitio como lo que viví los días en que estuve viajando por Lituania. Es un país de cuento de hadas con bosques profundos, castillos señoriales, cientos de lagos y playas de arena fina… en el que el deporte de la canasta es omnipresente. Por lo que pude experimentar de primera mano, la presencia del baloncesto en la sangre lituana es casi genética y va mucho más allá de la circunstancia puntual de la inminente celebración del torneo continental. Es el país de Nunca Jamás en el que todos los freaks del baloncesto querríamos vivir.


Al llegar al aeropuerto de Vilnius nos recibieron fotografías gigantes de los jugadores de la selección, unas colgando del techo y otras en las paredes y vallas, estaba claro que los lituanos lo iban a dar todo para que el EuroBasket resultase inolvidable. Cada uno de los días que estuve, cuando ponías la televisión en horario de máxima audiencia siempre había un partido (jugase o no Lituania, echaban hasta amistosos de otras selecciones) o un programa relacionado con el EuroBasket.


En el centro histórico de la capital, patrimonio de la humanidad, apenas había tienda, comercio o rincón en el que no hubiese algo relacionado con el EuroBasket: un balón gigante en la puerta del ayuntamiento, papeleras simulando canastas con zonas pintadas en el suelo, maniquíes cuyas cabezas eran balones, topes para las puertas con la misma forma…


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Pero no era sólo en Vilnius (uno de los destinos más visitados por los turistas en el país), las calles de cualquier ciudad estaban llenas de anuncios publicitarios en los que salen los jugadores, la selección o el Eurobasket. Teléfonos móviles, tiendas de electrónica, electrodomésticos... hasta productos bancarios.


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En campañas del gobierno destinadas a los jóvenes usan como gancho algo relacionado con el basket, un ejemplo era ésta en la que se intenta erradicar la prostitución:





Y en los kioscos las gran mayoría de las portadas en la semana previa tenían como común denominador el Eurobasket… incluida una revista subida de tono en la que las chicas posaban con un balón y nada más… (sólo la ojeé un poco y me sacrifiqué por motivos periodísticos, que quede claro)





Como a veces los astros se alinean y las cosas buenas ocurren sin buscarlas, coincidí en Vilnius con Juanan Hinojo, autor del imprescindible libro sobre el baloncesto yugoslavo “Sueños Robados”, y ya me avisaron él y su novia Empar de que la locura de los lituanos por el basket no era normal. Las dos charlas de basket hasta casi las 4 de la mañana salpicadas de anécdotas tanto de su libro como de sus días en Lituania supieron a muy poco, pero ya habrá más oportunidades. Por cierto, los restaurantes también tenían cosas de basket…





Recorriendo el país con un coche alquilado pude comprobar que el bueno de Kurtinaitis no se había echado un farol en su discurso del All Star: había canchas y canastas literalmente por todas partes, en zonas públicas y en casas privadas, en pueblos minúsculos y hasta en reservas naturales en medio de la nada. Algunas se caían a trozos, otras estaban levantadas sobre la hierba, pero curiosamente TODAS tenían redes, que supongo que venía a significar que estaban vivas y seguían siendo usadas. La cuasi ausencia de porterías y campos de futbol contrastaba con los grupos de chavales siempre con un balón naranja, botando mientras caminaban.





Uno de los principales patrocinadores del torneo es la más popular de las cervezas locales: Svyturis. Por ello los camareros y camareras de la mayoría de los pubs, cafés y restaurantes llevaban camisetas conmemorativas del EuroBasket. En Juodkrante, un pequeño pueblo del Istmo de Curlandia, nos pusimos a hablar de baloncesto con uno de los camareros, Martynas, al que acabamos pidiendo que nos consiguiese una camiseta y tuvo el detallazo de darnos una al día siguiente.





Si hay un corazón del baloncesto en Lituania ese es Kaunas. Fuimos al viejo pabellón del Žalgiris, que lo estaban reparando, y nos dejaron pasar y pasear por la cancha y las instalaciones. Si alguien en mitad de los 80, cuando Lituania aun pertenecía a la URSS y yo les veía en la televisión, me hubiese dicho que algún día caminaría por esa cancha a mi aire y me haría unas fotos me habría parecido sencillamente imposible. Fue inaugurado en 1939 para el EuroBasket de ese mismo año en el que Lituania aún era independiente, antes de la anexión soviética. Fue el primer pabellón construido exclusivamente para baloncesto en Europa y es historia viva del baloncesto continental.





Junto al pabellón hay un bar llamado Komanda que tiene las paredes llenas de fotos del mítico Žalgiris de la década de los 80, algunas de ellas verdaderamente fantásticas. El bar estaba cerrado por limpieza y reformas, pero ante mi insistencia me dejaron tomarme una cerveza en honor a los héroes lituanos, supongo que llevar una camiseta del Žalgiris ayudó también.


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Para terminar, y cuando creíamos que ya nada podría sorprendernos, se nos quedó la boca abierta al llegar a la famosa Torre de Tevision de Vilnius y comprobar que la habían convertido en una gigantesca canasta imaginaria poniéndole redes. La visión de la torre iluminada con las “redes” desde el avión cuando volvíamos por la noche es la última imagen que tengo de este viaje. Imposible no desearle lo mejor a la selección Lituana. Por público y afición se lo merecen todo.


Lietuva, Ačiū!!





PD: me gustaría dedicar el artículo a l@s sveikis: Fran, Raquel y Sonia, mis pacientes compañeros de viaje que me permitieron sacar a paseo a mi paranoia baloncestística sin perder la sonrisa y sin desesperarse.


Un beso a la dulce Aiste por su ayuda en Klaipeda cuando no encontrábamos dónde dormir. Y gracias a Nacho Doña por su ayuda maquetando el articulo



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