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Los Knicks ochenteros (II): Llegó el momento de estrellarse
Máximo Tobías  | 27.01.2017 - 00:22h.
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Máximo Tobías  | 27.01.2017 - 00:22h.

PINCHA AQUÍ PARA LEER LA PRIMERA PARTE: La era DeBusschere

Los Knicks no disponían de sus elecciones de primera o segunda ronda para el draft de 1984, malvendidas años atrás. Eso suponía que una vez más debían lanzarse al mercado de agentes libres, es decir, que una vez más tenían que intentar con todas sus fuerzas enemistarse con el resto de la liga. Empezaron descartando a Ray Williams para disponer de espacio salarial, y siguieron ofreciéndole ese espacio a Vinnie “Microondas” Johnson de los Pistons. Detroit igualó la oferta para retener al jugador, así que hicieron una oferta a John Long, pero de nuevo Detroit igualó la oferta y entonces DeBusschere tomó la revolucionaria iniciativa de intentar fichar a jugadores que no fueran de los Pistons. El elegido fue Jim Paxson de los Blazers, que recibió una oferta digna de un contorsionista para intentar que cuadrara bajo el tope salarial. Finalmente la NBA determinó que la oferta de los Knicks violaba el tope, y Paxson renovó por los Blazers. Durante años, muchos equipos tuvieron que pagar más de lo que querían a jugadores en los que no estaban totalmente interesados solamente para evitar que se marcharan como agentes libres a los Knicks. Ello explica el cariño sincero que la franquicia despertaba entre los demás clubes de la liga.

Al final, los Knicks tuvieron que conformarse con solventar sus problemas en la posición de escolta poniéndole un entrenador de tiro a Darrell Walker. En serio; totalmente verdad. Eso no significa que se quedaran quietos ni mucho menos. Lo que hicieron fue intentar fichar un ala-pívot para sustituir a “Truck” Robinson, que había caído en desgracia a los ojos de Hubie Brown después de un mal papel en los playoffs de 1984. El primer candidato fue David Greenwood de los Bulls, pero al final el elegido fue Pat Cummings de los Mavericks. Por difícil que resulte de creer, hubo un tiempo en el que Pat Cummings fue un jugador cotizado después de una buena temporada en Dallas. Los Mavs acababan de elegir a Sam Perkins en el draft y eso abría la posibilidad de ficharlo como agente libre, con un contrato desorbitado que se iba a un total de tres millones de dólares.

He repetido una y otra vez lo de que cada etapa de los Knicks empieza con buena pinta y al poco tiempo se cae con todo el equipo. He sido incluso un poco pesadito con el tema. Bien, pues por fin llegamos al momento en el que se estrellan. ¿Preparados?

Empezó literalmente el primer día de pretemporada, cuando el examen médico rutinario descubrió una fractura estrés en el quinto metatarso del pie izquierdo de Bill Cartwright, que había empezado a molestarle a principios de septiembre después de una sesión de footing cerca de su casa para ir poniéndose en forma. Con lo que en perspectiva sólo se puede describir como una ingenuidad pasmosa, el pronóstico era que el pívot se perdería la pretemporada y un par de semanas de fase regular. Nada por lo que alarmarse.

Sí era para preocuparse que cuando llegaron los resultados de ese mismo examen médico del pívot suplente Marvin Webster, resultó que sufría anemia y un nuevo brote de hepatitis aguda, una enfermedad que ya le había dado problemas en el pasado. Oficialmente se le diagnosticaron dos meses de baja, pero en realidad el jugador se perdió esa temporada completa y la siguiente, en la práctica poniendo fin a su carrera. A toda prisa, los Knicks ficharon a  “Jammin” James Bailey, un pívot bajito y corpulento con una buena carrera a sus espaldas, y que aprovechó uno de los primeros entrenamientos con el equipo para sufrir un inoportuno desmayo que por fortuna no tuvo consecuencias.

Aún no era el momento para el pánico. Los Knicks iban a empezar la temporada sin su juego interior titular (“Truck” Robinson era baja temporal por una tendinitis) ni su pívot suplente, pero se suponía que era un problema transitorio que se iría resolviendo en el transcurso de una o dos semanas. Mientras habría que confiar en el dúo maravillas Pat CummingsJames Bailey, más un par de hombres altos elegidos en las últimas rondas del draft como “apuestas de futuro”, es decir para hacer bulto, pero que con las lesiones habían conseguido quedarse: Eddie Lee Wilkins y Ken “Animal” Bannister.

Por un momento incluso pareció que podían tener suerte. En el primer partido oficial Cummings se cargó de faltas, y Eddie Wilkins salió del banquillo para sumar 24 puntos y 10 rebotes. ¿Sonó la flauta o había algo más ahí? Nunca lo sabremos. En el siguiente entrenamiento Wilkins sufría un esguince en el tobillo y no volvió a recuperar ese nivel de juego. En verano se rompió la rodilla en un choque accidental con Gerald Wilkins (no relation), y ahí se acabaron las esperanzas de Eddie Lee Wilkins.

Todavía no era el momento para el pánico, ya que “Truck” Robinson iba a ser activado por fin. Y el 3 de noviembre en su segundo partido sufrió lo que en principio se diagnosticó como un dedo del pie dislocado, que terminó siendo una fractura, que le hizo perderse el resto de la temporada, y all together now, ¡terminó provocando su retirada!

No se vayan todavía, aún hay más. Menos de una semana después, el 9 de noviembre, Bill Cartwright por fin salió de la lista de lesionados y pudo entrenar con el equipo. En su primer entrenamiento intentó pivotar hacia canasta y volvió a romperse el mismo hueso del mismo pie que en septiembre, y esta vez ni siquiera intentaron disimular. Sería baja para la temporada completa.

Los Knicks estaban tan desesperados que terminaron repescando a Ron Cavenall, un siete pies procedente de los Harlem Magicians que acabó jugando 53 partidos y saliendo de titular en dos a pesar de que su única habilidad visible era la capacidad de poner tapones. Rick Pitino escribió que se lo había encontrado en un campamento de verano, y después de ver cómo era incapaz de comprender hasta las instrucciones más sencillas se tomó a broma la afirmación del jugador de que pretendía presentarse a una prueba con los Knicks. ¿Quién es una broma ahora, Rick Pitino? ¿Eh?

Con Bill Cartwright lesionado y Trent Tucker fuera de los planes de Hubie Brown, eso dejaba toda la responsabilidad anotadora en manos de Bernard King. Quiero decir, piénsalo, el segundo anotador del equipo era Pat Cummings, no te digo más. Eso dio como resultado actuaciones legendarias como la del día de Navidad de 1984, cuando Bernard King   le cascó 60 puntos a los Nets aplastando a Jeff Turner, Kevin McKenna, Buck Williams y George Johnson.

No se suele mencionar tanto que los Knicks terminaron perdiendo ese partido en la segunda parte, cuando los Nets impusieron su juego interior con 16 puntos y 10 rebotes de Buck Williams y 27 puntos y 14 rebotes de Mike Gminski. Incluso con la baja de Darryl Dawkins, eso fue más que suficiente para pasar por encima de la rotación interior de los locales formada por Cummings, Bailey, Cavenall, Bannister y Wilkins. Los Knicks sencillamente no tenían mimbres suficientes para poner en pista un equipo competitivo, y perdieron 9 de sus 11 primeros partidos. Mientras se desplomaban camino de la última posición en su división y del tercer peor récord de la liga, Hubie Brown tenía una única respuesta cuando los periodistas preguntaban por la falta de refuerzos en la zona: “Ask management.” Como sucediera con la polémica por la falta de un base dos años antes, Brown colocaba la responsabilidad exclusivamente a los pies de Dave DeBusschere, como forma de protesta al quedar fuera de la toma de decisiones.

El 23 de marzo de 1985 Bernard King perseguía un contraataque de los Kings, y al impulsarse para intentar taponar la entrada de Reggie Theus le falló la rodilla derecha. “Oh shit! Oh shit!” se oye con claridad en la grabación. El equipo decidió no forzar su regreso considerando las remotas posibilidades de entrar en playoffs, y sin él perdieron los últimos 12 partidos. No fue hasta mucho después que admitieron que la realidad era mucho peor, algo que la prensa debió de intuir al saber que el jugador había sido hospitalizado de inmediato.

Bernard King se había roto el ligamento anterior cruzado. No volvería a jugar esa temporada ni la siguiente, y de hecho los médicos no esperaban que volviera a jugar jamás. Ningún deportista había vuelto a jugar después de una lesión como ésa. Con suerte y muchas horas de terapia y rehabilitación, quizá podría volver a andar. Ya no sería en los Knicks.

Y eso, niños y niñas, es lo que os pasará a vosotros si se os vuelve a ocurrir bajar a defender.

De todas formas, aún no parecía el fin del mundo porque ese verano llegó el draft de 1985 y con él la elección con el número uno de un tal Ewing, nombre Pat, que llegaba al equipo como pelo al rulero. Y no era el único, ya que también llegaba el ínclito Bob Thornton después de un año petándolo en el Cajamadrid. Más en serio, en segunda ronda del draft habían elegido a Gerald Wilkins, un auténtico robo. A pesar de sus limitaciones en el lanzamiento exterior y a su tendencia a perder el control, Wilkins era un jugador de nivel que estaba listo para empezar a jugar directamente.

Pero obviamente los Knicks no serían los Knicks sin su buena dosis de polémica, empezando por el mismo contrato de Ewing. Como sucediera con Darrell Walker pero a una escala mucho mayor, los demás equipos se quejaron de que el contrato ofrecido al novato estaba muy por encima de lo normal en el mercado, y que como consecuencia provocaba una inflación generalizada. Eso importaba poco a los aficionados, pero no ocurría lo mismo con la renovación de Bill Cartwright por seis temporadas y una cantidad que podía superar los siete millones de dólares. Todos los médicos de la ciudad y el estado de Nueva York certificaban que el jugador estaba totalmente recuperado, y DeBusschere pensaba que la llegada de Ewing en vez de hacerlo prescindible iba a permitir a los Knicks sumarse a la moda de las “torres gemelas” que se estaba extendiendo por la NBA: Parish-McHale, Olajuwon-Sampson, Perkins-Donaldson, incluso Jabbar-McAdoo. Cuando Cartwright recibió un golpe de Steve Stipanovich en pretemporada se le descubrió la tercera fractura en el quinto metatarso del pie izquierdo, pocos días después de que se anunciara su polémica renovación. Los aficionados llevaban todo el verano pidiendo el traspaso del pívot a cambio de ayuda en el perímetro, a poder ser en forma de Chris Mullin, eterno sueño del Madison. La nueva lesión de Cartwright les daba la razón, y es probable que sellara el destino de Dave DeBusschere.

Aún había más motivos. Los Knicks decidieron no ofrecerle la renovación al popular Louis Orr, y en vez de ello intentaron fichar al agente libre Albert King de los Nets. Una vez más la NBA entró en escena, alegando que el contrato ofrecido violaba las normas del tope salarial, y una vez más los Knicks tuvieron que dar marcha atrás. Terminaron renovando a Orr con la temporada ya iniciada, por lo que el “tres” titular tuvo que ser Gerald Wilkins, cuya posición natural era de escolta.

En esas circunstancias, Hubie Brown tenía muy fácil echarle las culpas de las derrotas a la gerencia. Porque claro que hubo derrotas: a pesar de la llegada de Pat Ewing, perdieron directa y sucesivamente los ocho primeros partidos, y más adelante sufrieron una racha de 1 victoria por 12 derrotas. No ayudaba que la racha de lesiones de la temporada anterior se siguiera prolongando: Bill Cartwright sólo pudo jugar dos partidos antes de que se comprobase que el hueso no se había soldado y era necesario un injerto, y también James Bailey se perdió más de media temporada por una lesión en un ligamento de la muñeca a consecuencia de una caída. Incluso Pat Ewing se perdió 32 partidos debido a una serie de problemas en un tobillo, la muñeca y una rodilla, que terminaron necesitando una artroscopia.

Pero la verdad es que Hubie Brown no estaba libre de pecado. Su costumbre de criticar a los jugadores en la prensa le puso el vestuario en contra, y cuando Pat Cummings anunció que sería baja por una tendinitis, en realidad lo que sufría era una inflamación de las pelotas causada por el técnico. Hablando de pelotas, durante un entrenamiento Darrell Walker y Hubie Brown se enfrentaron a gritos, y la situación derivó a la comedia cuando el jugador cogió el carro de balones y lo subió a la grada provocando el fin del entrenamiento (y una suspensión disciplinaria). Los Knicks terminaron la temporada sacando como titulares a Bob Thornton, Ken Bannister o Chris McNealy, lo cual explica las 23 victorias que estaban muy lejos de lo que esperaban de la llegada de Pat Ewing. El único momento feliz fue el partido de Navidad, cuando Rory Sparrow convenció a los Knicks para iniciar una emocionante remontada que culminó en la segunda prórroga con una histórica victoria sobre los Boston Celtics que serían campeones.

El primer damnificado fue Dave DeBusschere, cuyo cese se anunció a principios de enero de 1986. Si bien las circunstancias eran un poco repentinas, sin esperar siquiera a que terminara la temporada, la decisión en si no era inesperada. Las expectativas creadas cuando llegó limpiando el vestuario y trayendo a Bernard King no habían tenido continuidad, y los aficionados estaban cansados de no ver una mejora real en la plantilla. Su error más criticado había sido renovar a Bill Cartwright en vez de traspasarlo ese verano antes de que se lesionara, cuando aún tenía valor de mercado y podían haber conseguido un par de buenos jugadores por él, pero en realidad ésa había sido la gota que colmó el vaso. Todos esos veranos persiguiendo a Kevin McHale, Vinnie Johnson, Jim Paxson o Albert King solamente habían dado como resultado el fichaje de Pat Cummings, que no era precisamente el material del que se forjan los sueños. Había tardado en fichar un base, no había encontrado pívots suplentes de garantías, y la prensa lo presentaba como un ejecutivo minucioso pero también demasiado lento para seguir el ritmo de la NBA moderna. Incluso esta misma temporada el base suplente del equipo era el marginal Fred Cofield, elegido en cuarta ronda del draft, a pesar de que un veterano de garantías como Norm Nixon prácticamente se había echado a sus pies pidiendo que lo ficharan. Incluso se le criticaba que Bernard King hubiera desaparecido del Madison Square Garden desde su lesión, sin molestarse en acudir a los partidos. Poco importaba que esa queja fuera absurda y sólo sirviera para ocultar el auténtico dolor de los aficionados por la pérdida de su jugador favorito.

Su sustituto sería Scotty Stirling, que no se había lucido precisamente en la gerencia de los Warriors y cuyo mayor desafío sería coexistir con Hubie Brown. Porque una cosa estaba clara: con DeBusschere fuera de la franquicia, el siguiente en caer sería Hubie Brown. La prensa daba por hecho que si el equipo no remontaba inmediatamente, el técnico se habría quedado sin excusas.

Hubie Brown había ganado la batalla contra Dave DeBusschere, pero corría grave riesgo de perder la guerra. Cuidado con lo que deseas, porque lo podrías conseguir.

(...continuará...)



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Artículo publicado por Máximo Tobías

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