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Anna Cruz la jugadora del momento
ProDep.COM  | 24.05.2014 - 23:42h.
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De Rusia a Estados Unidos sin escalas intermedias. Ni espionaje ni contraespionaje, lo de Anna Cruz es un viaje buscando que la vida y el baloncesto le sorprendan. Vive de primera mano cómo está siendo la experiencia WNBA de la jugadora del momento

¿Quién le iba a decir a esta joven de Barcelona que en pocas semanas pasaría de la fría estepa rusa a codearse con los rascacielos de Nueva York? La vida son destellos, trenes que coger al momento y oportunidades que no dejar escapar; por eso Anna Cruz no lo dudó ni un instante y esta liviana y sonriente jugadora se atrevió a dejar de lado las vacaciones estivales para meterse de lleno en el frenético ritmo de vida de una ciudad, Nueva York, que nunca duerme, y una liga, la WNBA, que no descansa.

Quizá su nombre no resuene tanto como el de estrellas mediáticas como Alba Torrens o Sílvia Domínguez. Puede ser que incluso la eclosión de Astou Ndour haya llenado más páginas deportivas que sus logros, pero hoy es el momento de Anna Cruz , una jugadora de las que no dan grandes saltos, pero que no deja de avanzar y nunca da pasos en falso. Su carrera ha sido diseñada desde la discreción, esa misma con la que se dio a conocer en Burgos y, sobre todo, Olesa Español de la mano del ahora seleccionador, Lucas Mondelo, y en la que ha ido creciendo día a día, pasando por Rivas Ecópolis, Nadezhda Orenburgo y ahora New York Liberty. Un caminar lento pero seguro… que ha tomado una aceleración vertiginosa en las últimas fechas. “Creo que durante mi carrera deportiva he ido avanzando y dando pasitos pequeños poco a poco ¡pero este año me he pasado! Pero bueno, la vida es así, y creo que no podía dejar pasar la oportunidad de vivir todo esto”, dice.

Porque la WNBA, es eso, una oportunidad. Un escaparate inmejorable para vivir experiencias deportivas y vitales y que nadie quiere dejar escapar. Anna lo sabía y por eso “hace unos años ya estuve hablando con mi representante sobre la WNBA, como algo que me haría gracia probar en la vida, pero lo comentamos sin más, ni si quiera me lo planteé hasta este año, que después de Navidad llegó la opción de poder ir al training camp. Al parecer algunos equipos estaban interesados en verme, y viendo que tenía tanto verano por medio, me pareció buena idea intentarlo, ver cómo era todo esto, y disfrutar de la experiencia”.

Una experiencia, cuanto menos, intensa, porque sin apenas tener tiempo para despedirse de Rusia y Europa ya estaba entrenando con las Liberty y debutando en el Madison Square Garden. “La verdad es que he tenido poco tiempo para pensar que estoy en la WNBA. Todo ha ido muy deprisa”… y nada ha sido fácil.

El desafío de una liga, un país… y un idioma
La escolta barcelonesa nos cuenta que en sus primeras semanas en la Liberty tuvo que enfrentarse a la dureza de un Training Camp donde la lista de descartes era el ogro al que enfrentarse diariamente para, por fin, encontrar un hueco en el roster final y en el que no aparecen nombres ilustres como Ebony Hoffman o Nicky Anosike. “Todos los inicios son duros, pero tenía que adaptarme rápido. Las dos semanas de training camp fueron duras. Éramos muchas y todas queríamos quedarnos, así que los entrenamientos eran muy tensos. Cada error cuenta, y te sientes observada a cada instante, sobre todo si vienes de fuera y no te conocen”.

Por suerte, Anna Cruz no partía de cero. En primer lugar porque su notable trayectoria (aunque ella trate de suavizarla con modestia) ya hablaba de ella antes de su aterrizaje y, en segundo lugar, porque dentro del vestuario ha encontrado ese par de apoyos que siempre son necesarios para que el impacto de su llegada sea menor y la adaptación más fácil... aunque todavía se esté peleando con el inglés neoyorkino. “Ya había jugado con Essence Carson en Rivas, y con Delisha Milton en el Barça, así que principalmente ellas dos son las que más me ayudaron cuando llegué. No voy a mentir, es duro ser la única extranjera del equipo, y a veces no me entero de lo que hablan porque hablan muy rápido y sin vocalizar, hasta que las miro con mi cara de "poker face" y ya me lo repiten más despacio… pero, en general, tanto jugadoras como cuerpo técnico me están tratando bien”, comenta.

Con o sin cara de Lady Gaga, seguro que Anna hace por romper esa barrera idiomática y a poco que le dejen se soltará con alguno de los chistes que le gusta contar y con los que se ha ido ganando a los diferentes grupos donde ha estado. Eso sí, parece más complicado sacarle una sonrisa a su entrenador. El mítico Bill Laimbeer se ganó la fama de Bad Boy en Detroit Pistons allá por finales de los 80 y ahora trata que New York Liberty sea una franquicia ganadora como lo consiguió hace unas temporadas (campeonas 2003, 2006, 2008) con Detroit Shock.

“Le estoy muy agradecida por haberme dado esta oportunidad, y la verdad es que no pienso en que es una leyenda del baloncesto... (Hasta que nos enseña cómo bloqueaba el rebote, y entonces ya recuerdo algún video que he visto en youtube)” bromea Anna Cruz . En lo meramente deportivo, la jugadora reconoce que Laimbeer “es bastante cercano, le gusta comunicarse con sus jugadoras, y a mí, que soy un poco más tímida sobre todo al principio, me ha venido bien que se acercara para hablarme. Me ha dado más seguridad”

Una confianza que se traduce en minutos en la pista pues Anna Cruz , en sus dos primeros partidos, ha promediado 32 minutos en pista compartiendo backcourt con la gran estrella del equipo, Cappie Pondexter. Ellas dos son las encargadas de llevar la batuta del equipo y, aunque hace tiempo que Anna dejó de lado sus años como base en Olesa, ahora Laimbeer le ha dado margen de confianza para liderar los ataques del equipo. “Desde el principio me dijo que le mostrara lo que podía hacer en ataque, que fuera yo misma. Creo que en el training camp vieron algo en mí que les gustó, en ataque y en defensa, y aunque no seamos bases puras creo que tanto Pondexter como yo podemos ejercer como tal. Aunque nuestras referencias ofensivas son Tina Charles y Pondexter yo creo que todas las que estamos en el equipo podemos aportar cosas positivas”.

Desde luego que Anna Cruz se está haciendo notar y, aunque tuvo un accidentado inicio (se olvidó quitarse un pendiente y tuvo que salir al poco de debutar), no parece sentirse incómoda con una liga diferente pero que se amolda a su estilo de juego y potencia sus virtudes en la pista. “La WNBA es distinta, se juega más rápido y con más contacto. Salir al contraataque también depende de rebotar bien, y por lo tanto, del físico, así que necesitas cumplir mínimamente los dos aspectos. A mí desde siempre me ha gustado salir al contraataque, así que espero poder ayudar en esa faceta”, afirma.

Todo ayuda y todo es necesario para un equipo que el año pasado quedó fuera de la lucha de los Playoffs y que para esta temporada se ha reforzado con la talentosa Tina Charles. De ella, Anna Cruz destaca que “es nuestra referencia interior. Todos los equipos tienen alguna estrella, pero la clave es trabajar en equipo para que todas tengamos nuestras opciones y ella no tenga que forzar los tiros. Si todas somos un peligro ofensivo a ella también le será más fácil anotar por que no recibirá tantas ayudas. Creo que son aspectos en los que tenemos que seguir trabajando ya que esto no ha hecho más que empezar”.

Una temporada larga a la que sumar los agotadores viajes y la exigencia rusa. Meses al máximo nivel que, no obstante, no han agotado las reservas de gasolina de una jugadora que es puro nervio en la pista y que sigue corriendo para arriba y para abajo como si nada. “La temporada en Rusia fue muy cansada, sobre todo por los viajes, pero ya pasó. No soy la única que ha "empalmado" temporadas y aunque sí que es verdad que estoy un poco cansada... cuanto menos lo piense mejor. Además, esto no lo puede vivir cualquiera, así que el cansancio queda en un segundo plano. Como dice una canción de Mago de Oz: "Hasta que el cuerpo aguante..."”

¡Qué la vida me sorprenda!
La aventura americana de Anna Cruz justo comenzó con el cierre de otra experiencia tan (o más importante) importante que la que está viviendo en estos momentos. Y es que después de triunfar en la Liga Femenina, los grandes equipos del continente quisieron contactar con ella y Anna cogió la maleta, la bufanda y el abrigo para adentrarse en la fría Rusia y el potente Nadezhda de Orenburg. A orillas del interminable río Ural, Anna ha vivido “una experiencia muy enriquecedora, tanto deportiva como personal. Deportivamente he competido en una de las Ligas más potentes de Europa, y personalmente creo que irme a jugar fuera de España me ha hecho abrir los ojos y ver las cosas de otra manera”.

Es lo que da la distancia… hace ver la vida en perspectiva, relativiza lo vivido y nos hace apreciar aquello que tenemos y que, por la proximidad, no siempre valoramos. Pero, además, Anna Cruz está siendo testigo del cambio cultural que supone vivir en dos mundos tan distintos como Rusia y Estados unidos. La Guerra Fría terminó hace mucho tiempo, McDonald’s entró hasta en la Plaza Roja, pero con la actual situación política, Rusia es Rusia y Estados Unidos es… Estados Unidos. “Parece que me cambie de un bando a otro, y más en la situación en la que estamos…Existen diferencias, está claro, pero supongo que cuando estás en un sitio te acostumbras a sus "rarezas" y a su forma de vivir, y aunque a veces se piense distinto, lo respetas. Aunque son dos cultural distintas, yo estoy a gusto en cualquiera de las dos. Al final no es tanto el dónde estás, sino la gente que te hace sentir mejor en ese sitio”, es la enseñanza que nos da una jugadora que este año sí puede sentirse orgullosamente ciudadana del Mundo.

Un mundo que en su día a día ha cambiado para adentrarse en un frenesí deportivo que presenta matices con respecto a la forma de vivir en Europa. En la WNBA no hay dos sesiones de entrenamientos, ni horarios estrictos, no. Allí se entrena una vez al día, en larga sesiones y más allá de lo rigurosamente necesario, no se hace vida en equipo y cada jugadora hace su propia marcha atendiendo al plan que marca la franquicia.
Anna nos cuenta que “vivimos en White Plains, a 35 minutos de tren de Grand Central Terminal. Entrenamos una vez al día, por las mañanas. A las 10:00 tenemos que estar en pista para calentar y realizar estiramientos, a las 10:30 empieza el entrenamiento y… lo que dure, generalmente dos horas y media. Después tratamientos, ducha, y comemos todas allí. Las instalaciones son espectaculares y la verdad es que no nos falta de nada. Cuando tenemos algún día libre (no es muy habitual) y si no estoy muy cansada cojo el tren y voy a Manhattan”.

La ciudad que nunca duerme es parada obligada para casi todas las personas, pero lo es sí o sí para las amantes del cine. Anna Cruz , que terminó sus estudios de Comunicación Audiovisual, es una de ellas y confiesa la admiración que causa la ciudad que nunca duerme. “Desde luego que impresiona. Hay tantas cosas que veo aquí y que pienso que es como en las películas… (edificios, restaurantes, tiendas, el vestuario, el madison, las pistas de baseball…). Todo me sorprende ¡Voy boquiabierta todo el día!”, bromea la jugadora. Como ella misma reconoce allí “Todo es a lo grande. Hasta que no estás aquí, metida entre sus rascacielos, no te haces una idea de lo poca cosa que eres...Todo esto quedaba tan lejano para mí, que me va a llevar mi tiempo asimilarlo”.

Tristemente hay que decir que en España también costaría asimilar ver un partido de Liga Femenina con 10.000 espectadores, pero esa es una de las grandes vivencias que Anna Cruz ya ha metido en su zurrón. En Estados Unidos la cultura del deporte femenino está mucho más arraigada y el trabajo de las deportistas es valorado y apreciado tanto por los aficionados como por los medios de comunicación.

“Solo hemos jugado un partido de Liga en casa, pero fue espectacular. 10.000 personas en el pabellón. Un ambientazo! Después del partido me tocó firmar autógrafos (Te llevan a una zona reservada) y la verdad es que los fans te hacen sentir como una estrella. Supongo que al ser la única extranjera también les debo llamar la atención”, señala. Una atención que viviendo donde vive también tiene un público mayor con la abundante presencia de latinos que hace más amena la estancia de una Anna Cruz que se pelea con el inglés para hacerse entender. “Se agradece también poder hablar castellano con Hispanos, y por suerte para mí, hay bastantes en NY. De hecho, en el "media day" algunos mensajes dirigidos a los fans los hice en castellano, supongo que porque hay mucho fan hispano… y, para qué engañarnos, ¡mi inglés les suena a chino! jajaja”.

En chino, inglés o castellano, la simpatía de Anna Cruz no entiende de barreras idiomáticas y a buen seguro que ahora ya estará dándole color y calor al vestuario de las Liberty. Es lo que tiene el carácter latino, nuestra presencia se hace notar y es de esas jugadoras y personas que hacen por sentirse querida.

Con la selección en el horizonte esperándola (“no quiero renunciar a nada, al revés. Quiero más de todo. Para mí sería un placer volver a la selección después del mal trago del año pasado”, confiesa), Anna Cruz vive su momento más dulce como profesional. Con títulos en su palmarés y reconocimiento personal, Cruz sólo le pide a la vida “que las lesiones me respeten” para poder cumplir su lisa de deseos:

¡Espero poder compartir esta gran experiencia con mis familiares y amigos. Seguro que les va a llamar más la atención que Orenburg!
¡Espero mejorar algo mi inglés, ir a peor es complicado!
¡Espero conocer a gente que haga que Nueva York merezca aún más la pena!
¡Espero que la vida me sorprenda!

Que así sea, Anna Cruz .




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