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El baloncesto australiano cuenta ya con más de un siglo de antigüedad. Llegó a las costas de Sydney en el año 1905 de la mano de la organización religiosa YMCA, la misma que vio nacer el basket en America de la mano de Naismith. Los primeros partidos, organizados en gimnasios, tuvieron una gran acogida pero no podían competir con los deportes tradicionales australianos, el rugby y el cricket. La dura competencia de los deportes más ingleses provocó que el baloncesto se jugara en gimnasios de colegios, sobre todo en aquellos regidos por religiosos cristianos, lo que causó que durante las siguientes décadas el baloncesto australiano fuera practicado por muchos jóvenes, compaginado con algún otro de los deportes tradicionales de la isla. Y a la hora de elegir muchos escogían una dedicación exclusiva al deporte que no era el de las cestas.

No se tardó en hacer una selección de los mejores jugadores para intentar competir en los torneos internacionales, sobre todo en las Olimpiadas, y es en esta época cuando muchos sitúan el origen del sobrenombre de ‘Boomers’ que se dio a la selección australiana. Como siempre estos sobrenombres están rodeados de un cierto halo de leyenda, y buscar un origen exacto es una ardua tarea. Y es que ‘boomer’, a pesar de lo que la gente pueda creer, no es ningún animal de la peculiar fauna australiana, pues sólo la selección de rugby ostenta el honor de ser apodada así (‘wallabies’, un canguro pequeño y cuyos machos tienden a pelear entre sí). Así, entre las acepciones más extendidas, ‘boomer’ hace referencia al sonido del balón al botar en el suelo de los gimnasios, aunque también (y es el mas aceptado y lógico) es la palabra para llamar a los jugadores “altos” o “largos”, en referencia a su altura.

Sin embargo, a pesar de todos sus intentos, Australia no logra clasificarse para ningún torneo internacional, por lo que el baloncesto pasa desapercibido en la isla. Pero cuando en 1956 Melbourne acogió las Olimpiadas, aún siendo su primera participación en un evento internacional y que sólo logra derrotar a Tailandia y Singapur para obtener un 12º puesto, una buena campaña de promoción permite no sólo atraer el interés del publico a los partidos sino también aumentar la gente que lo practicaría una vez acabados los Juegos.

A pesar del buen trabajo australiano bajo el impulso de los Juegos Olímpicos, en 1960 no logran clasificarse para los de Roma, pero las bases del proyecto eran sólidas y trajo consigo la aparición de la primera gran estrella del baloncesto aussie, primero como jugador y posteriormente como entrenador: Lindsay Gaze, que además supuso un “robo” al fútbol australiano, donde había destacado en la etapa de instituto como jugador. Bajo el liderazgo de Gaze, Australia se clasifica para las Olimpiadas de Tokio 1964, donde consigue un noveno puesto. La presencia internacional de Gaze como jugador finaliza en 1970 con el debut de Australia en un campeonato del mundo, acabando en el puesto 12º con la sola victoria ante Arabia Saudí en su casillero.

Pero Gaze volvería a la selección en 1972, no como jugador sino como seleccionador, y será bajo su tutela cuando los aussies inicien poco a poco un ascenso mejorando poco a poco sus resultados como selección. Esta primera experiencia de Gaze en los banquillos se salda con un noveno puesto, igualando el mejor registro australiano en unas Olimpiadas, y que podría haber sido mejor si no fuera porque el average entre australianos, españoles y checoslovacos era desfavorable a los oceánicos, lo que no les permitió pasar de ronda.

El buen momento australiano se vio recompensado con la segunda presencia mundialista, Puerto Rico 1974, y sirvió para la confirmación de Eddie Palubinskas como un gran anotador, como ya demostró en las Olimpiadas de 1972. A pesar de todo, sólo pudieron igualar el 12º puesto de su anterior presencia mundialista, aunque derrotando a Argentina y República Centroafricana.

Las Olimpiadas de Montreal 76 supusieron no sólo un pequeño paso más hacia delante del equipo de baloncesto, un octavo puesto, sino que la pobre actuación del resto de la delegación australiana (sólo un oro) elevó la popularidad del baloncesto, visto como el único equipo que no decepcionó en su participación olímpica. La vuelta a casa fue aún más dulce, pues Palubinskas fue una de las estrellas de los Juegos siendo no sólo máximo anotador sino también estableciendo un récord de anotación en unos Juegos, con 269 puntos (aunque mas tarde seria superado por Oscar Schmidt y este a su vez por otro australiano, Andrew Gaze).

El equipo aussie vivía un buen momento; el campeonato del mundo de Filipinas 1978 era una oportunidad para seguir aprovechando el trabajo que se estaba haciendo y también, por qué no, recortar distancias con los deportes más tradicionales en cuanto a numero de practicantes como el rugby, cricket y fútbol australiano. Filipinas no sólo demostró que las cosas se estaban haciendo bien, sino que se superaron todas las expectativas, y más aún teniendo en cuenta que ya no estaba Palubinskas. Australia pasó la primera ronda, siendo eliminada por una Yugoslavia que sería a la postre campeona. El balance fue muy positivo, un séptimo puesto y la incorporación de Phil Smyth, jugador que se convertiría en el que más partidos ha disputado con la camiseta australiana, hacía ser optimista a los australes con su futuro.

Las Olimpiadas de 1980 se celebraron en Moscú, y con el boicot de muchos países occidentales a la invasión soviética de Afganistán se deslució la actuación australiana, aunque con un buen balance de 5-2, incluso con victoria sobre el medallista de plata, que sería Italia, no se pasó a la segunda ronda debido de nuevo a un triple empate entre Italia, Cuba y los propios australianos. Los resultados australianos seguían hacia arriba, con presencias continuadas en los torneos internacionales, dominadora absoluta en Oceanía, un buen conjunto… todo eran buenas sensaciones de cara al Mundial de Colombia en 1982. Y no sólo lo fueron, sino que Australia acabó quinta siendo hasta ahora su mejor resultado en el torneo mundialista, e incluso volvió a tener el máximo anotador del torneo en sus filas, Ian Davies, con 24,3 puntos por partido.

Los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, de gran recuerdo para los españoles, supusieron en parte una pequeña “decepción” viendo la trayectoria pasada, pero en el cruce de cuartos se enfrentaron a España, a la postre finalista y medalla de plata. El séptimo puesto se consideró un buen resultado por la delegación aussie. Estos Juegos supusieron el debut de Andrew Gaze, hijo del seleccionador, y el baloncestista con más presencias olímpicas (5) junto a Oscar Schmidt.

Si bien el séptimo puesto en Los Ángeles no supuso un varapalo, sí lo fue el decimotercero cosechado en el Mundial de España 1986. A la lógica derrota con la Unión Soviética se unieron las de Angola y Uruguay, quedando Australia última de grupo y en el puesto 17. Pero muchas veces un retroceso supone dar un gran salto adelante, y así ocurriría en tierras coreanas dos años mas tarde.

Seúl 1988 podía ser una buena piedra de toque, la demostración de que el pasado Mundial sólo fue un desliz, y con Gaze en plena madurez deportiva y la incorporación del pívot Luc Longley, futuro jugador de los Chicago Bulls, se querían recuperar las sensaciones habituales de estar en el grupo de cabeza. Perdiendo en la fase de grupos ante Yugoslavia y Unión Soviética, Australia volvía a cruzarse con España en cuartos de final, otra vez en un partido ajustado, pero en el que la victoria cayó del lado oceánico. Sólo Estados Unidos privó a los australianos del sueño de una medalla: el cuarto puesto sabía a oro.

El buen momento del baloncesto australiano se siguió demostrando en los siguientes torneos: séptimos en el Mundial de Argentina 1990, sextos en Barcelona 1992 e igualando el quinto puesto de Filipinas en el Mundial de Toronto 1994. Ya en Atlanta 1996, Estados Unidos primero y luego Croacia les privarían de una medalla, volviendo a quedar cuartos. El Mundial de Grecia 1998, aquel en el que Estados Unidos presentó una selección de americanos que jugaban en Europa, fue un paso atrás a pesar de que Gaze seguía siendo uno de los máximos artilleros del panorama internacional. El equipo no respondía como en las anteriores citas, y sólo pudo ser noveno.

El año 2000 supuso el cénit del baloncesto australiano con las Olimpiadas celebrándose en Sidney y con Gaze como abanderado en la ceremonia de apertura: el equipo tenía el deber de hacer algo grande. Contando con el apoyo del público y la motivación del anfitrión, el equipo australiano alcanzó las semifinales de un torneo donde se rozó la sorpresa en los dos partidos previos a la final. Francia dio la campanada al ganar a los anfitriones y, en la otra semifinal, a punto estuvo de darse la otra sorpresa si no fuera porque el tiro final desde el mediocampo de Jasikevicius no quiso entrar. Aún así, la oportunidad de conseguir por fin una medalla en un gran torneo era algo que no se puede dejar pasar, pero la colección de talento báltico echó por tierra el sueño aussie de conseguir al fin un metal.

Con la retirada de Andrew Gaze después de las Olimpiadas de Sydney el baloncesto australiano sufrió un gran bajón, tanto que muchos aficionados quedaron conmocionados cuando una Nueva Zelanda liderada por Cameron les arrebató el primer puesto en los campeonatos de Oceanía, dejando así a los australianos fuera del Mundial de Indianápolis.

Una vez superada la crisis de juego, Australia llegó a las Olimpiadas de Atenas con un equipo modesto, si bien presentaban una gran incorporación en la que tenían puestas sus esperanzas, Andrew Bogut. Su vuelta a la élite se saldó con un noveno puesto, el mismo obtenido en el Mundial de Japón 2006, aunque mejorado en las Olimpiadas de Pekín al quedar séptimos tras caer ante Estados Unidos.

Cuando parecía que el baloncesto australiano recuperaba su posición en el panorama internacional y que poco a poco podía volver a formar un buen equipo, las lesiones lastran al combinado ‘aussie’. La baja de Bogut, con varias fracturas de las que no se pudo recuperar a tiempo para la cita de Turquía 2010, dejó mermado a un equipo que caía ante Eslovenia en cuartos de final para finalizar fuera de los ocho primeros. En su último gran torneo internacional hasta el momento, los Juegos de Londres 2012, Australia sucumbía en cuartos ante la todopoderosa USA.



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El baloncesto australiano cuenta ya con más de un siglo de antigüedad. Llegó a las costas de Sydney en el año 1905 de la mano de la organización religiosa YMCA, la misma que vio nacer el basket en America de la mano de Naismith. Los primeros partidos, organizados en gimnasios, tuvieron una gran acogida pero no podían competir con los deportes tradicionales australianos, el rugby y el cricket. La dura competencia de los deportes más ingleses provocó que el baloncesto se jugara en gimnasios de colegios, sobre todo en aquellos regidos por religiosos cristianos, lo que causó que durante las siguientes décadas el baloncesto australiano fuera practicado por muchos jóvenes, compaginado con algún otro de los deportes tradicionales de la isla. Y a la hora de elegir muchos escogían una dedicación exclusiva al deporte que no era el de las cestas.

No se tardó en hacer una selección de los mejores jugadores para intentar competir en los torneos internacionales, sobre todo en las Olimpiadas, y es en esta época cuando muchos sitúan el origen del sobrenombre de ‘Boomers’ que se dio a la selección australiana. Como siempre estos sobrenombres están rodeados de un cierto halo de leyenda, y buscar un origen exacto es una ardua tarea. Y es que ‘boomer’, a pesar de lo que la gente pueda creer, no es ningún animal de la peculiar fauna australiana, pues sólo la selección de rugby ostenta el honor de ser apodada así (‘wallabies’, un canguro pequeño y cuyos machos tienden a pelear entre sí). Así, entre las acepciones más extendidas, ‘boomer’ hace referencia al sonido del balón al botar en el suelo de los gimnasios, aunque también (y es el mas aceptado y lógico) es la palabra para llamar a los jugadores “altos” o “largos”, en referencia a su altura.

Sin embargo, a pesar de todos sus intentos, Australia no logra clasificarse para ningún torneo internacional, por lo que el baloncesto pasa desapercibido en la isla. Pero cuando en 1956 Melbourne acogió las Olimpiadas, aún siendo su primera participación en un evento internacional y que sólo logra derrotar a Tailandia y Singapur para obtener un 12º puesto, una buena campaña de promoción permite no sólo atraer el interés del publico a los partidos sino también aumentar la gente que lo practicaría una vez acabados los Juegos.

A pesar del buen trabajo australiano bajo el impulso de los Juegos Olímpicos, en 1960 no logran clasificarse para los de Roma, pero las bases del proyecto eran sólidas y trajo consigo la aparición de la primera gran estrella del baloncesto aussie, primero como jugador y posteriormente como entrenador: Lindsay Gaze, que además supuso un “robo” al fútbol australiano, donde había destacado en la etapa de instituto como jugador. Bajo el liderazgo de Gaze, Australia se clasifica para las Olimpiadas de Tokio 1964, donde consigue un noveno puesto. La presencia internacional de Gaze como jugador finaliza en 1970 con el debut de Australia en un campeonato del mundo, acabando en el puesto 12º con la sola victoria ante Arabia Saudí en su casillero.

Pero Gaze volvería a la selección en 1972, no como jugador sino como seleccionador, y será bajo su tutela cuando los aussies inicien poco a poco un ascenso mejorando poco a poco sus resultados como selección. Esta primera experiencia de Gaze en los banquillos se salda con un noveno puesto, igualando el mejor registro australiano en unas Olimpiadas, y que podría haber sido mejor si no fuera porque el average entre australianos, españoles y checoslovacos era desfavorable a los oceánicos, lo que no les permitió pasar de ronda.

El buen momento australiano se vio recompensado con la segunda presencia mundialista, Puerto Rico 1974, y sirvió para la confirmación de Eddie Palubinskas como un gran anotador, como ya demostró en las Olimpiadas de 1972. A pesar de todo, sólo pudieron igualar el 12º puesto de su anterior presencia mundialista, aunque derrotando a Argentina y República Centroafricana.

Las Olimpiadas de Montreal 76 supusieron no sólo un pequeño paso más hacia delante del equipo de baloncesto, un octavo puesto, sino que la pobre actuación del resto de la delegación australiana (sólo un oro) elevó la popularidad del baloncesto, visto como el único equipo que no decepcionó en su participación olímpica. La vuelta a casa fue aún más dulce, pues Palubinskas fue una de las estrellas de los Juegos siendo no sólo máximo anotador sino también estableciendo un récord de anotación en unos Juegos, con 269 puntos (aunque mas tarde seria superado por Oscar Schmidt y este a su vez por otro australiano, Andrew Gaze).

El equipo aussie vivía un buen momento; el campeonato del mundo de Filipinas 1978 era una oportunidad para seguir aprovechando el trabajo que se estaba haciendo y también, por qué no, recortar distancias con los deportes más tradicionales en cuanto a numero de practicantes como el rugby, cricket y fútbol australiano. Filipinas no sólo demostró que las cosas se estaban haciendo bien, sino que se superaron todas las expectativas, y más aún teniendo en cuenta que ya no estaba Palubinskas. Australia pasó la primera ronda, siendo eliminada por una Yugoslavia que sería a la postre campeona. El balance fue muy positivo, un séptimo puesto y la incorporación de Phil Smyth, jugador que se convertiría en el que más partidos ha disputado con la camiseta australiana, hacía ser optimista a los australes con su futuro.

Las Olimpiadas de 1980 se celebraron en Moscú, y con el boicot de muchos países occidentales a la invasión soviética de Afganistán se deslució la actuación australiana, aunque con un buen balance de 5-2, incluso con victoria sobre el medallista de plata, que sería Italia, no se pasó a la segunda ronda debido de nuevo a un triple empate entre Italia, Cuba y los propios australianos. Los resultados australianos seguían hacia arriba, con presencias continuadas en los torneos internacionales, dominadora absoluta en Oceanía, un buen conjunto… todo eran buenas sensaciones de cara al Mundial de Colombia en 1982. Y no sólo lo fueron, sino que Australia acabó quinta siendo hasta ahora su mejor resultado en el torneo mundialista, e incluso volvió a tener el máximo anotador del torneo en sus filas, Ian Davies, con 24,3 puntos por partido.

Los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, de gran recuerdo para los españoles, supusieron en parte una pequeña “decepción” viendo la trayectoria pasada, pero en el cruce de cuartos se enfrentaron a España, a la postre finalista y medalla de plata. El séptimo puesto se consideró un buen resultado por la delegación aussie. Estos Juegos supusieron el debut de Andrew Gaze, hijo del seleccionador, y el baloncestista con más presencias olímpicas (5) junto a Oscar Schmidt.

Si bien el séptimo puesto en Los Ángeles no supuso un varapalo, sí lo fue el decimotercero cosechado en el Mundial de España 1986. A la lógica derrota con la Unión Soviética se unieron las de Angola y Uruguay, quedando Australia última de grupo y en el puesto 17. Pero muchas veces un retroceso supone dar un gran salto adelante, y así ocurriría en tierras coreanas dos años mas tarde.

Seúl 1988 podía ser una buena piedra de toque, la demostración de que el pasado Mundial sólo fue un desliz, y con Gaze en plena madurez deportiva y la incorporación del pívot Luc Longley, futuro jugador de los Chicago Bulls, se querían recuperar las sensaciones habituales de estar en el grupo de cabeza. Perdiendo en la fase de grupos ante Yugoslavia y Unión Soviética, Australia volvía a cruzarse con España en cuartos de final, otra vez en un partido ajustado, pero en el que la victoria cayó del lado oceánico. Sólo Estados Unidos privó a los australianos del sueño de una medalla: el cuarto puesto sabía a oro.

El buen momento del baloncesto australiano se siguió demostrando en los siguientes torneos: séptimos en el Mundial de Argentina 1990, sextos en Barcelona 1992 e igualando el quinto puesto de Filipinas en el Mundial de Toronto 1994. Ya en Atlanta 1996, Estados Unidos primero y luego Croacia les privarían de una medalla, volviendo a quedar cuartos. El Mundial de Grecia 1998, aquel en el que Estados Unidos presentó una selección de americanos que jugaban en Europa, fue un paso atrás a pesar de que Gaze seguía siendo uno de los máximos artilleros del panorama internacional. El equipo no respondía como en las anteriores citas, y sólo pudo ser noveno.

El año 2000 supuso el cénit del baloncesto australiano con las Olimpiadas celebrándose en Sidney y con Gaze como abanderado en la ceremonia de apertura: el equipo tenía el deber de hacer algo grande. Contando con el apoyo del público y la motivación del anfitrión, el equipo australiano alcanzó las semifinales de un torneo donde se rozó la sorpresa en los dos partidos previos a la final. Francia dio la campanada al ganar a los anfitriones y, en la otra semifinal, a punto estuvo de darse la otra sorpresa si no fuera porque el tiro final desde el mediocampo de Jasikevicius no quiso entrar. Aún así, la oportunidad de conseguir por fin una medalla en un gran torneo era algo que no se puede dejar pasar, pero la colección de talento báltico echó por tierra el sueño aussie de conseguir al fin un metal.

Con la retirada de Andrew Gaze después de las Olimpiadas de Sydney el baloncesto australiano sufrió un gran bajón, tanto que muchos aficionados quedaron conmocionados cuando una Nueva Zelanda liderada por Cameron les arrebató el primer puesto en los campeonatos de Oceanía, dejando así a los australianos fuera del Mundial de Indianápolis.

Una vez superada la crisis de juego, Australia llegó a las Olimpiadas de Atenas con un equipo modesto, si bien presentaban una gran incorporación en la que tenían puestas sus esperanzas, Andrew Bogut. Su vuelta a la élite se saldó con un noveno puesto, el mismo obtenido en el Mundial de Japón 2006, aunque mejorado en las Olimpiadas de Pekín al quedar séptimos tras caer ante Estados Unidos.

Cuando parecía que el baloncesto australiano recuperaba su posición en el panorama internacional y que poco a poco podía volver a formar un buen equipo, las lesiones lastran al combinado ‘aussie’. La baja de Bogut, con varias fracturas de las que no se pudo recuperar a tiempo para la cita de Turquía 2010, dejó mermado a un equipo que caía ante Eslovenia en cuartos de final para finalizar fuera de los ocho primeros. En su último gran torneo internacional hasta el momento, los Juegos de Londres 2012, Australia sucumbía en cuartos ante la todopoderosa USA.



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Copa del Mundo 2014: Australia, repaso histórico, por Eduardo Suárez
BasketMe  | 27.08.2014 - 03:54h.
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Australia es uno de los países con más tradición de baloncesto del mundo. Si bien nunca han logrado grandes triunfos en torneos internaciones, no al menos los que se cuentan por medallas olímpicas o Copas del Mundo, no deja de ser una sensación extraña para el aficionado al baloncesto el hecho de que un gran torneo no cuente con la presencia de la selección austral, ya que es un clásico en el panorama internacional.

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El baloncesto australiano cuenta ya con más de un siglo de antigüedad. Llegó a las costas de Sydney en el año 1905 de la mano de la organización religiosa YMCA, la misma que vio nacer el basket en America de la mano de Naismith. Los primeros partidos, organizados en gimnasios, tuvieron una gran acogida pero no podían competir con los deportes tradicionales australianos, el rugby y el cricket. La dura competencia de los deportes más ingleses provocó que el baloncesto se jugara en gimnasios de colegios, sobre todo en aquellos regidos por religiosos cristianos, lo que causó que durante las siguientes décadas el baloncesto australiano fuera practicado por muchos jóvenes, compaginado con algún otro de los deportes tradicionales de la isla. Y a la hora de elegir muchos escogían una dedicación exclusiva al deporte que no era el de las cestas.

No se tardó en hacer una selección de los mejores jugadores para intentar competir en los torneos internacionales, sobre todo en las Olimpiadas, y es en esta época cuando muchos sitúan el origen del sobrenombre de ‘Boomers’ que se dio a la selección australiana. Como siempre estos sobrenombres están rodeados de un cierto halo de leyenda, y buscar un origen exacto es una ardua tarea. Y es que ‘boomer’, a pesar de lo que la gente pueda creer, no es ningún animal de la peculiar fauna australiana, pues sólo la selección de rugby ostenta el honor de ser apodada así (‘wallabies’, un canguro pequeño y cuyos machos tienden a pelear entre sí). Así, entre las acepciones más extendidas, ‘boomer’ hace referencia al sonido del balón al botar en el suelo de los gimnasios, aunque también (y es el mas aceptado y lógico) es la palabra para llamar a los jugadores “altos” o “largos”, en referencia a su altura.

Sin embargo, a pesar de todos sus intentos, Australia no logra clasificarse para ningún torneo internacional, por lo que el baloncesto pasa desapercibido en la isla. Pero cuando en 1956 Melbourne acogió las Olimpiadas, aún siendo su primera participación en un evento internacional y que sólo logra derrotar a Tailandia y Singapur para obtener un 12º puesto, una buena campaña de promoción permite no sólo atraer el interés del publico a los partidos sino también aumentar la gente que lo practicaría una vez acabados los Juegos.

A pesar del buen trabajo australiano bajo el impulso de los Juegos Olímpicos, en 1960 no logran clasificarse para los de Roma, pero las bases del proyecto eran sólidas y trajo consigo la aparición de la primera gran estrella del baloncesto aussie, primero como jugador y posteriormente como entrenador: Lindsay Gaze, que además supuso un “robo” al fútbol australiano, donde había destacado en la etapa de instituto como jugador. Bajo el liderazgo de Gaze, Australia se clasifica para las Olimpiadas de Tokio 1964, donde consigue un noveno puesto. La presencia internacional de Gaze como jugador finaliza en 1970 con el debut de Australia en un campeonato del mundo, acabando en el puesto 12º con la sola victoria ante Arabia Saudí en su casillero.

Pero Gaze volvería a la selección en 1972, no como jugador sino como seleccionador, y será bajo su tutela cuando los aussies inicien poco a poco un ascenso mejorando poco a poco sus resultados como selección. Esta primera experiencia de Gaze en los banquillos se salda con un noveno puesto, igualando el mejor registro australiano en unas Olimpiadas, y que podría haber sido mejor si no fuera porque el average entre australianos, españoles y checoslovacos era desfavorable a los oceánicos, lo que no les permitió pasar de ronda.

El buen momento australiano se vio recompensado con la segunda presencia mundialista, Puerto Rico 1974, y sirvió para la confirmación de Eddie Palubinskas como un gran anotador, como ya demostró en las Olimpiadas de 1972. A pesar de todo, sólo pudieron igualar el 12º puesto de su anterior presencia mundialista, aunque derrotando a Argentina y República Centroafricana.

Las Olimpiadas de Montreal 76 supusieron no sólo un pequeño paso más hacia delante del equipo de baloncesto, un octavo puesto, sino que la pobre actuación del resto de la delegación australiana (sólo un oro) elevó la popularidad del baloncesto, visto como el único equipo que no decepcionó en su participación olímpica. La vuelta a casa fue aún más dulce, pues Palubinskas fue una de las estrellas de los Juegos siendo no sólo máximo anotador sino también estableciendo un récord de anotación en unos Juegos, con 269 puntos (aunque mas tarde seria superado por Oscar Schmidt y este a su vez por otro australiano, Andrew Gaze).

El equipo aussie vivía un buen momento; el campeonato del mundo de Filipinas 1978 era una oportunidad para seguir aprovechando el trabajo que se estaba haciendo y también, por qué no, recortar distancias con los deportes más tradicionales en cuanto a numero de practicantes como el rugby, cricket y fútbol australiano. Filipinas no sólo demostró que las cosas se estaban haciendo bien, sino que se superaron todas las expectativas, y más aún teniendo en cuenta que ya no estaba Palubinskas. Australia pasó la primera ronda, siendo eliminada por una Yugoslavia que sería a la postre campeona. El balance fue muy positivo, un séptimo puesto y la incorporación de Phil Smyth, jugador que se convertiría en el que más partidos ha disputado con la camiseta australiana, hacía ser optimista a los australes con su futuro.

Las Olimpiadas de 1980 se celebraron en Moscú, y con el boicot de muchos países occidentales a la invasión soviética de Afganistán se deslució la actuación australiana, aunque con un buen balance de 5-2, incluso con victoria sobre el medallista de plata, que sería Italia, no se pasó a la segunda ronda debido de nuevo a un triple empate entre Italia, Cuba y los propios australianos. Los resultados australianos seguían hacia arriba, con presencias continuadas en los torneos internacionales, dominadora absoluta en Oceanía, un buen conjunto… todo eran buenas sensaciones de cara al Mundial de Colombia en 1982. Y no sólo lo fueron, sino que Australia acabó quinta siendo hasta ahora su mejor resultado en el torneo mundialista, e incluso volvió a tener el máximo anotador del torneo en sus filas, Ian Davies, con 24,3 puntos por partido.

Los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, de gran recuerdo para los españoles, supusieron en parte una pequeña “decepción” viendo la trayectoria pasada, pero en el cruce de cuartos se enfrentaron a España, a la postre finalista y medalla de plata. El séptimo puesto se consideró un buen resultado por la delegación aussie. Estos Juegos supusieron el debut de Andrew Gaze, hijo del seleccionador, y el baloncestista con más presencias olímpicas (5) junto a Oscar Schmidt.

Si bien el séptimo puesto en Los Ángeles no supuso un varapalo, sí lo fue el decimotercero cosechado en el Mundial de España 1986. A la lógica derrota con la Unión Soviética se unieron las de Angola y Uruguay, quedando Australia última de grupo y en el puesto 17. Pero muchas veces un retroceso supone dar un gran salto adelante, y así ocurriría en tierras coreanas dos años mas tarde.

Seúl 1988 podía ser una buena piedra de toque, la demostración de que el pasado Mundial sólo fue un desliz, y con Gaze en plena madurez deportiva y la incorporación del pívot Luc Longley, futuro jugador de los Chicago Bulls, se querían recuperar las sensaciones habituales de estar en el grupo de cabeza. Perdiendo en la fase de grupos ante Yugoslavia y Unión Soviética, Australia volvía a cruzarse con España en cuartos de final, otra vez en un partido ajustado, pero en el que la victoria cayó del lado oceánico. Sólo Estados Unidos privó a los australianos del sueño de una medalla: el cuarto puesto sabía a oro.

El buen momento del baloncesto australiano se siguió demostrando en los siguientes torneos: séptimos en el Mundial de Argentina 1990, sextos en Barcelona 1992 e igualando el quinto puesto de Filipinas en el Mundial de Toronto 1994. Ya en Atlanta 1996, Estados Unidos primero y luego Croacia les privarían de una medalla, volviendo a quedar cuartos. El Mundial de Grecia 1998, aquel en el que Estados Unidos presentó una selección de americanos que jugaban en Europa, fue un paso atrás a pesar de que Gaze seguía siendo uno de los máximos artilleros del panorama internacional. El equipo no respondía como en las anteriores citas, y sólo pudo ser noveno.

El año 2000 supuso el cénit del baloncesto australiano con las Olimpiadas celebrándose en Sidney y con Gaze como abanderado en la ceremonia de apertura: el equipo tenía el deber de hacer algo grande. Contando con el apoyo del público y la motivación del anfitrión, el equipo australiano alcanzó las semifinales de un torneo donde se rozó la sorpresa en los dos partidos previos a la final. Francia dio la campanada al ganar a los anfitriones y, en la otra semifinal, a punto estuvo de darse la otra sorpresa si no fuera porque el tiro final desde el mediocampo de Jasikevicius no quiso entrar. Aún así, la oportunidad de conseguir por fin una medalla en un gran torneo era algo que no se puede dejar pasar, pero la colección de talento báltico echó por tierra el sueño aussie de conseguir al fin un metal.

Con la retirada de Andrew Gaze después de las Olimpiadas de Sydney el baloncesto australiano sufrió un gran bajón, tanto que muchos aficionados quedaron conmocionados cuando una Nueva Zelanda liderada por Cameron les arrebató el primer puesto en los campeonatos de Oceanía, dejando así a los australianos fuera del Mundial de Indianápolis.

Una vez superada la crisis de juego, Australia llegó a las Olimpiadas de Atenas con un equipo modesto, si bien presentaban una gran incorporación en la que tenían puestas sus esperanzas, Andrew Bogut. Su vuelta a la élite se saldó con un noveno puesto, el mismo obtenido en el Mundial de Japón 2006, aunque mejorado en las Olimpiadas de Pekín al quedar séptimos tras caer ante Estados Unidos.

Cuando parecía que el baloncesto australiano recuperaba su posición en el panorama internacional y que poco a poco podía volver a formar un buen equipo, las lesiones lastran al combinado ‘aussie’. La baja de Bogut, con varias fracturas de las que no se pudo recuperar a tiempo para la cita de Turquía 2010, dejó mermado a un equipo que caía ante Eslovenia en cuartos de final para finalizar fuera de los ocho primeros. En su último gran torneo internacional hasta el momento, los Juegos de Londres 2012, Australia sucumbía en cuartos ante la todopoderosa USA.



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por EDUARDO SUÁREZ




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