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Nacido en Sibenik, igual que el mayor mito de la historia del baloncesto croata (y yugoslavo), Drazen Petrovic. Su padre, Predrag Saric, había sido compañero de Drazen en aquel KK Sibenik que estuvo a milímetros de proclamarse campeón de Yugoslavia en 1983. El primogénito Dario daba sus primeros pasos en el mundo del baloncesto en un equipo de premonitorio nombre: KK Drazen Petrovic. Hasta el año de su nacimiento, 1994, tenía algo de simbólico, justo tres décadas después del de Drazen. Las coincidencias, comparaciones y voces que le proclamaban como “el heredero” estarían a la orden del día desde el mismo momento en que empezase a destacar.

Que fue muy pronto. Con 12 años recién cumplidos, Dario Saric pasaba a ser conocido en los ámbitos baloncestísticos del país cuando su KK Drazen Petrovic ganaba el campeonato de Croacia alevín disputado en Dubrava, con él como máxima estrella y MVP del torneo. El primero de una larga lista. Fue un campeonato en el que participaron varios nombres que irían ligados al suyo en el futuro, algunos de los cuales alcanzarían años después relevancia continental. En el KK Drazen Petrovic le acompañaba Martin Junakovic, otro nativo de Sibenik con el que compartiría la camiseta de la selección en categorías inferiores para después hacerlo con la de la Cibona senior; en el KK Dubrava-Lavicic despuntaba el que a la postre sería el máximo anotador del torneo, Miroslav Brzoja, actual jugador de Villanova University y escudero de Saric en los triunfos de la generación croata del 94; Por estar, estaba hasta otro candidato a lotería en el draft del año que viene, Mario Hezonja, un año menor, lo que no le impidió ser el tercer máximo anotador del campeonato defendiendo las filas del KK Dubrovnik. Pero todos estuvieron a la sombra de Saric, que en semifinales encestaba 29 de los 52 puntos de su equipo y en la final 24 de los 54, más innumerables rebotes, robos y asistencias. Como siempre.

Su juego y su nombre no tardarían en ser seguidos más allá de sus fronteras. En su segundo año de infantil, con 14 años, Saric acudía a tierras españolas con su KK Drazen Petrovic para participar en el III Torneo Internacional Ciudad de Santander. La actuación del equipo no fue excesivamente destacada, pero la de Saric sí, y los responsables del Baskonia quedaron prendados de su talento. Todo un año de cortejos, con diferentes visitas a Vitoria por parte de Saric y sus familiares, derivó en una oferta que dejaba a las claras la relevancia otorgada a su fichaje: 8 años de contrato, ampliables a dos más, y unas condiciones económicas muy poco habituales para alguien de su edad, con la intención de que se acabase convirtiendo en el futuro en un pilar de la primera plantilla baskonista. No fue así. El chaval y su familia no acababan de sentirse a gusto con la idea de abandonar el país tan joven y finalmente optaron por trasladarse a la capital de Croacia para engrosar las filas del KK Zagreb.

A partir de aquel verano, Dario dejaría de ser un secreto sólo conocido por los profesionales del mundillo para pasar a ser un jugador reconocido en toda Europa. El jugador que acudía como cadete de primer año con la selección croata al Europeo de la categoría disputado en Kaunas era un chico de 1.97 sin posición definida, que usualmente defendía a los interiores rivales pero que en ataque actuaba como exterior, en muchas ocasiones ejerciendo de base. Su estreno fue prometedor (11.3 puntos y 8.3 rebotes de media), pero nada comparado con la exhibición del verano siguiente, ya como cadete de segundo año.

En Bar, ciudad de la vecina Montenegro, Dario tiranizó el campeonato como poquísimas veces se recuerda. Croacia conquistaba el oro con su estrella proclamándose máximo anotador, mejor reboteador y segundo máximo asistente del torneo, quedándose a una sola asistencia total (y 0.1 de media) de completar la hazaña de liderar los tres apartados estadísticos. De la globalidad de su juego habla a las claras su demostración en la final ante la Lituania de Tomas Dimsa y Marius Grigonis, en la que se fue a los 30 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias. Y 12 pérdidas de balón. Porque también acabó liderando la clasificación de ese concepto estadístico, perdiendo 6 o más balones en 6 de los 8 partidos que disputó. Teórico ala-pívot, más nominalmente que por limitar su juego a una posición, Saric estaba en todas partes, Saric lo era todo en los equipos en los que participaba. Otro MVP para el zurrón.

Que pronto tendría su continuación. La siguiente campaña, el KK Zagreb de Saric, Dominik Mavra y el aún cadete Mario Hezonja ganaba el Nike International Junior de Roma clasificatorio para la fase final de Barcelona. En la ciudad catalana, el croata volvía a amasar puntos, rebotes y asistencias por doquier, coronando su torneo con un nuevo triple doble en la final frente al Zalgiris de Kaunas: 19 puntos (promedió más aún, 20.3), 14 rebotes y 10 asistencias. Con 7 pérdidas. A esas alturas, ni su fiereza competitiva ni la peculiar relación con su padre, con el que se estuvo gritando mutuamente durante toda la final y que le vociferó en los instantes finales que hiciese la quinta falta personal para que le aplaudiesen (la hizo) sorprendían a nadie. Nuevo MVP, claro. Siendo junior de primer año, ya dominaba la categoría frente a gente un año mayor.

Así que, pese a ser poco habitual, no dejó de parecer lógico que aquel verano la federación croata le convocase junto a otros compañeros de generación para el Mundial U19 de Letonia. El torneo que le tocaba disputar era el sub18 de Polonia, pero un Saric que a esas alturas ya medía 2.08 llegaba a un campeonato en el que las estrellas dominantes eran dos años mayores que él. No le supuso ningún problema. Croacia ganó en la jornada inaugural a Lituania, la gran favorita, con el de Sibenik jugándole de tú a tú a Jonas Valanciunas, la gran figura europea de la generación del 92 y recién elegido en el puesto número 5 del draft. El lituano se iba a los 19 puntos (pero 7 de 17 en tiros), 13 rebotes y 5 tapones, mientras que el croata conseguía 22 (con 9 de 14), 11 rechaces y 4 asistencias.

La otra gran prueba de fuego desde el punto de vista NBA era la selección USA, que contaba con jugadores como Meyers Leonard, Jeremy Lamb, Tim Hardaway Jr. o Doug McDermortt. Nueva victoria croata, nueva demostración de Saric de que podía mirar a la cara a cualquiera: 17 puntos, 8 rebotes y 4 robos. Tras ofrecer una espléndida cara a lo largo de la primera y segunda liguilla, Croacia acabaría cayendo en cuartos de final ante Argentina. Pero Saric se erigió en uno de indiscutibles protagonistas del torneo, situándose en el top 4 de anotadores y reboteadores siendo uno de los chicos más jóvenes del campeonato.

El resto de su trayectoria formativa no hizo más que confirmar que Saric era uno de los mejores jugadores de la historia de los torneos de categorías inferiores. Tras comenzar a disfrutar de minutos con el primer equipo del KK Zagreb, al año siguiente llegaría un nuevo oro y un nuevo MVP en el Europeo Junior de Lituania, erigiéndose como máximo anotador y el segundo reboteador; con otra actuación para los anales en la final, en la que se encaramó a los 39 puntos, 11 rebotes y 4 asistencias.

Pocos días después debutaba con la selección absoluta de Croacia en el Preeuropeo del Eurobasket de Eslovenia, inmerso ya de pleno en el polémico culebrón de su traspaso. Saric y su padre creían que la mejor opción era salir del KK Zagreb. El destino parecía el Bilbao Basket, que llegó a anunciar su contratación por 5 temporadas. Pero, tras acudir a ella como mediadora, la FIBA estipuló que la compensación económica que debía recibir el KK Zagreb era de 550.000 euros. Cantidad muy superior a la esperada tanto por el entorno del jugador como por el club vasco, que no vio claro hacer una inversión de ese calibre por un jugador que tenía la NBA entre ceja y ceja. Así, después de innumerables rumores que le relacionaban con mil y un equipos, y de pasar varios meses sin poder competir en partido oficial alguno, a inicios de diciembre se hacía público el acuerdo con la Cibona. Un trato que disgustó profundamente a su padre, que no estaba conforme con la plaza escogida.

Dario tardaría varias semanas en coger el ritmo de competición. Fue carburando poco a poco, mejorando paulatinamente su estado de forma; pero ya en la final de la liga croata promedia 15 puntos y 9 rebotes, números sensiblemente superiores a los mostrados durante la temporada. Es elegido MVP de la final, el primero en baloncesto senior. Un mes después, en el Mundial U19 de Praga, vuelve a demostrar que las categorías de formación se le quedan pequeñas. Croacia, mermada por las lesiones y por el conservadurismo en las rotaciones del seleccionador Drazen Brajkovic, cae en cuartos contra Serbia. Al finalizar el partido, un Dario que anota 30 puntos y 9 rebotes está promediando 22,7 tantos, 12,7 rechaces y 5,6 asistencias, siendo el primero del campeonato en los dos primeros apartados y el segundo en el último. Números que le hubiesen llevado al MVP de haber avanzado Croacia más en el campeonato, pero que fueron suficientes para formar en el quinteto ideal junto a otros compañeros de draft como Dante Exum o Aaron Gordon (MVP con cifras mucho más discretas pero con el oro en el cuello).

Ahí acabó su etapa en categorías inferiores. Aunque por edad aún podría participar en el Europeo sub20 de este verano, hace tiempo que su nivel está muy por encima de los torneos formativos. La buena imagen ofrecida un par de meses después en el EuroBasket de Eslovenia lo corroboró plenamente. En un rol mucho más secundario, su aportación fue positiva.

Porque la del rol no es una cuestión menor a la hora de valorar a Saric en pasado, presente y, futuro, sea este en la NBA de manera inmediata o a medio plazo. La trayectoria de Saric prácticamente no tiene parangón histórico en cuanto a números, trofeos y dominancia; pero la particular idiosincrasia de las selecciones y clubes de formación croatas es un factor a tener en cuenta a la hora de valorar los hitos alcanzados por el de Sibenik. Las estrellas de Croacia siempre juegan 40 minutos, siempre disponen de todo el balón y tiros que quieran; todas y cada una de las jugadas del partido pasan por ellos. En el pasado, eso ha generado mucho hype a chicos que no eran realmente tan determinantes pero cuyo valor neto quedaba camuflado en números de vértigo. No pocos, además, sufrieron numerosos problemas para adaptarse a entornos más organizados, con roles mucho más repartidos, huérfanos de pronto de la pelota.

Lo tangible o no del talento de Saric no puede ponerse a debate, pues él sí es un legítimo proyecto real de máximo nivel. Pero sí cabe en cualquier análisis tener presente su juego y sus características físico-técnicas más allá de números. Más aún cuando las circunstancias económicas han llevado a la Cibona, lejos ya sus mejores tiempos, a implantar un ecosistema muy similar en su primer equipo. Saric como referencia absoluta de todo lo que pasa sobre la cancha, liderando al club croata al triunfo en la Liga Adriática. Con Dario de MVP, cómo no.

Y es que son muy pocos los que se pueden comparársele en cuanto a versatilidad ofensiva. Pese a que suela emparejarse a los ala-pívots contrarios y que siempre actúe acompañado por tres hombres exteriores, cuando dispone de la pelota su área de influencia no tiene un límite concreto. Saric puede aparecer en cualquier punto de la pista. Y en cualquier función, ya sea creando o finalizando. Una característica que deviene nítida en transición, dónde un excelente dominio de balón para un jugador de su altura, junto una visión de la cancha y capacidad de pase simplemente excepcional, le permiten subir la pelota en carrera tras rebote para asistir a sus compañeros o culminar el coast to coast. Además, si no es él mismo el hombre que lanza el contraataque, se muestra muy activo a la hora de correr sin balón aprovechando su mayor velocidad con respecto a interiores más pesados. Saric gusta de correr la pista, se siente cómodo en espacios abiertos con y sin balón, y es capaz de mantener el esfuerzo a la hora de subir y bajar a lo largo de todo el partido.

En ataque posicional, Dario se caracteriza por ser capaz de crear desajustes de manera recurrente. Una de las cosas más sorprendentes del croata es su extremo conocimiento del juego para alguien de su edad, teniendo además toda la cancha en la cabeza. Saric lee siempre las características de su defensor y el posicionamiento global de la defensa rival, además de sus propias virtudes y carencias. El croata no es especialmente explosivo para jugar de alero, y es inferior en fuerza y volumen a muchos interiores puros, sin ser tampoco demasiado alto para esa posición. Su explosividad y capacidad de salto no pasan de la media del atleta europeo, quizás incluso un punto por debajo en algunos aspectos atléticos. Pero en Europa saca ventajas constantemente. Si le defiende un hombre más pesado, le ataca desde el perímetro valiéndose de su excelente dominio de la pelota y mostrándose agresivo en la búsqueda del aro; no sólo eso, sino que su espléndida visión le permite, en movimiento, doblar rápidamente el balón al jugador interior cuando salta la ayuda o buscar el hombre abierto con facilidad. Si, por el contrario, le defiende un hombre más pequeño y rápido, se sitúa en el poste bajo para aprovechar su superioridad. Saric carece de la fuerza y potencia de jugadores más grandes, pero es capaz de postear, especialmente frente a defensores más bajos.

Está por ver si la traslación de esos desajustes basados en el físico standard de cada posición será plenamente trasladable al juego NBA. Los aleros estadounidenses poseen mayor fortaleza y músculo para aguantar en el poste bajo, mientras que los ala-pívots suelen ser más veloces en la defensa perimetral. Porque el reverso de sus virtudes y carencias ya se dejan ver en Europa: Saric logra menos ventajas cuando tiene que encarar desde fuera a jugadores de buena lateralidad, igual que le cuesta más ser productivo al poste frente a defensores potentes y atléticos. Su inteligencia le lleva a evitar ambas situaciones, pero en un futuro en la NBA tendrá que adaptarse a un listón atlético superior e intentar añadir volumen/fortaleza a su estructura física. Porque además, emparejamientos al margen, tiene dificultades para finalizar cerca del aro frente a gente más alta, o cuando tiene que hacerlo a través del contacto, pues su inferioridad física hace que no lo absorba del todo bien y carece de piernas para elevarse sobre su defensor.

Un factor clave para su consolidación residirá en su capacidad para mejorar su lanzamiento. Saric nunca ha sido un tirador natural y, de hecho, aún se muestra inconsistente en ello; pero, pese a no destacarse por la velocidad de su mecánica, ha evidenciado progresión en diversas situaciones de tiro. A media distancia se muestra sólido en el catch and shoot a pies parados, y también ha ganado en amenaza en el pick and pop o creándose su tiro desde el bote. Es en el lanzamiento triple dónde mayor margen de mejora presenta. Esta temporada ha elevado su porcentaje a un 34.5%, con un notabilísimo 8 de 16 cuando el sol más calienta, en la Final Four de la Liga Adriática. Pese a ello, cabe esperar a ver cómo se adapta a la mayor distancia de la línea en la NBA y, en caso de ocupar la posición de alero, deberá mejorar su lanzamiento tras bote, pues en Europa sus triples han sido en su mayoría tras recibir el balón como hombre abierto o tras hacer el pop.

Añadir a su juego un lanzamiento fiable es mejorar exponencialmente sus posibilidades. Porque hay algunas de sus cualidades ofensivas que son extrapolables a cualquier equipo y baloncesto. Pese a su excesiva tendencia a cometer pérdidas de balón (quizás producto de estar acostumbrado desde niño a generar casi en cada jugada y con libertad para arriesgar cuánto quiera) Saric es un point forward natural. Su insólito timing en los pases, siendo una delicia verle asistir al hombre grande desde el poste alto en una continua demostración de velocidad mental y ejecución técnica; su instinto para el rebote ofensivo, al que acude con agresividad y que suele capturar por pura intensidad y anticipación en muchas ocasiones; su lectura de las situaciones ofensivas, su inteligencia para jugar al baloncesto, en suma, su capacidad para adaptarse a la máxima exigencia, son muy poco habituales.

Un buen ejemplo es su movimiento sin balón. En categorías inferiores la pelota siempre estaba en sus manos, ejerciendo prácticamente de base en muchas jugadas, ya fuese subiendo la bola o recibiendo el pase nada más llegar a la situación de ataque. De esta manera, su juego sin balón era casi inexistente, en lo que parecía iba a suponer uno de sus puntos débiles en la élite. Pero cuando llegó a esta y en un principio disponer de menos contacto con la pelota, rápidamente supo buscarse la vida moviéndose inteligentemente sin balón para buscarse sus opciones. Saric busca el ángulo para recibir el pase, corta por línea de fondo y hace bien las continuaciones, hasta definirse por una alta actividad en su juego sin balón. Lo que parecía iba a ser un defecto ha acabado siendo una virtud.

En el otro lado de la cancha, Dario escapa a los parámetros en los que suelen moverse los jugadores europeos de gran habilidad técnica. No tiene el mejor de los físicos, tiene carencias atléticas, pero en el baloncesto europeo es un jugador muy útil en defensa. El croata realiza una ingente cantidad de esfuerzo físico, derrochando intensidad en cada una de sus acciones para paliar su ausencia de motor. Siempre atento a la ayuda, lee perfectamente cuando acudir a tapar la línea de pase o saltar para robar al balón. Una virtud de la que también hace gala a la hora de taponar, moviéndose en cifras superiores a las que podrían hacer pensar su capacidad de salto y sus brazos, quizás un tanto cortos para su altura y posición. Lo mismo sucede a la hora de rebotear en defensa: Saric mantiene la concentración en todo momento, y juega duro. En muchas ocasiones atrapa el rebote por ir a por el balón más rápido que el resto, hasta convertirse en un muy buen reboteador.

Cuando defiende al hombre con pelota en el perímetro, brega con constancia para no ser rebasado con facilidad; si, por el contrario, su hombre se sitúa en el poste bajo, trabaja duro para evitar la recepción y, en caso de que este reciba, lucha por dificultar sus movimientos. Con todo, pese a su esfuerzo, igual que le sucede en campo ofensivo Saric sufre para frenar las penetraciones de gente rápida, ya que no tiene un desplazamiento lateral veloz; y cerca del aro, los jugadores grandes le suelen desplazar y acaba reculando en muchas ocasiones. Además, sus brazos cortos y discreto salto vertical hacen que le resulte difícil mostrar una fuerte oposición cuando tiran por encima de él en el cuerpo a cuerpo en el poste o bajo el aro. En vistas a la traslación de su juego a la NBA, defensivamente puede acusar su falta de facultades naturales. En Europa juega de ala-pívot, probablemente la posición en la que le ven la mayoría de franquicias; pero por sus características físicas sufrirá frente a un determinado tipo de interiores abundante en la liga, y lo mismo sucederá frente con el perfil mayoritario de small-forward si le posicionan como alero.

Pero Saric tiene el juego en la cabeza y derrocha pasión e intensidad en su juego. Su fiereza competitiva está fuera de toda duda. Tampoco había demasiados jugadores en el pasado Draft, por no decir ninguno, que acumulen su experiencia en baloncesto de alto nivel, disputadas ya dos temporadas enteras como pieza fundamental de un equipo profesional. En el balance objetivo de sus características, de un lado pesa su riqueza técnica, sus instintos naturales y su entendimiento del juego. Por el otro, su indefinición para el juego NBA, falto de velocidad y explosividad para ser un exterior y de fuerza y potencia para ser un interior, pudiendo quizás su tiro ser un elemento que pudiera decantar la balanza hacia uno u otro lado.

Pero en un baloncesto en el que Boris Diaw ha resultado fundamental para la resolución de la final de la NBA teniendo enfrente a un equipo ultra-atlético como Miami, cuesta no creer en las posibilidades de adaptación de Saric. El francés no es exactamente el mismo tipo de jugador, pero ambos comparten carencias atléticas y de lanzamiento, así como un destacado dominio de balón, capacidad de pase y un conocimiento del juego por encima de la media. De ahí que parezca lógica su elección, tal como se preveía, en el número 12 del pasado Draft por Orlando Magic, que le traspasaba posteriormente a Philadelphia 76ers.

En cualquier caso, será clave que la franquicia que cuente con él conozca a fondo la naturaleza de su juego y no intenten hacer de él el jugador que no es. Saric no encaja en cualquier estructura de equipo ni estilo de juego. Sus virtudes y carencias precisan de un entorno en el que las unas puedan complementarse con las de sus compañeros y los otros sean tapados. Sólo de esta manera podrá desarrollar al máximo sus posibilidades. Y no sería sorprendente entonces que, pese a poseer menos potencial teórico, acabase haciendo igual o mejor carrera que la de alguno de los jugadores que le han precedido en el Draft.

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por JUANAN HINOJ" /> DESCARGA GRATIS LA GUÍA BASKETME COPA DEL MUNDO 2014

Nacido en Sibenik, igual que el mayor mito de la historia del baloncesto croata (y yugoslavo), Drazen Petrovic. Su padre, Predrag Saric, había sido compañero de Drazen en aquel KK Sibenik que estuvo a milímetros de proclamarse campeón de Yugoslavia en 1983. El primogénito Dario daba sus primeros pasos en el mundo del baloncesto en un equipo de premonitorio nombre: KK Drazen Petrovic. Hasta el año de su nacimiento, 1994, tenía algo de simbólico, justo tres décadas después del de Drazen. Las coincidencias, comparaciones y voces que le proclamaban como “el heredero” estarían a la orden del día desde el mismo momento en que empezase a destacar.

Que fue muy pronto. Con 12 años recién cumplidos, Dario Saric pasaba a ser conocido en los ámbitos baloncestísticos del país cuando su KK Drazen Petrovic ganaba el campeonato de Croacia alevín disputado en Dubrava, con él como máxima estrella y MVP del torneo. El primero de una larga lista. Fue un campeonato en el que participaron varios nombres que irían ligados al suyo en el futuro, algunos de los cuales alcanzarían años después relevancia continental. En el KK Drazen Petrovic le acompañaba Martin Junakovic, otro nativo de Sibenik con el que compartiría la camiseta de la selección en categorías inferiores para después hacerlo con la de la Cibona senior; en el KK Dubrava-Lavicic despuntaba el que a la postre sería el máximo anotador del torneo, Miroslav Brzoja, actual jugador de Villanova University y escudero de Saric en los triunfos de la generación croata del 94; Por estar, estaba hasta otro candidato a lotería en el draft del año que viene, Mario Hezonja, un año menor, lo que no le impidió ser el tercer máximo anotador del campeonato defendiendo las filas del KK Dubrovnik. Pero todos estuvieron a la sombra de Saric, que en semifinales encestaba 29 de los 52 puntos de su equipo y en la final 24 de los 54, más innumerables rebotes, robos y asistencias. Como siempre.

Su juego y su nombre no tardarían en ser seguidos más allá de sus fronteras. En su segundo año de infantil, con 14 años, Saric acudía a tierras españolas con su KK Drazen Petrovic para participar en el III Torneo Internacional Ciudad de Santander. La actuación del equipo no fue excesivamente destacada, pero la de Saric sí, y los responsables del Baskonia quedaron prendados de su talento. Todo un año de cortejos, con diferentes visitas a Vitoria por parte de Saric y sus familiares, derivó en una oferta que dejaba a las claras la relevancia otorgada a su fichaje: 8 años de contrato, ampliables a dos más, y unas condiciones económicas muy poco habituales para alguien de su edad, con la intención de que se acabase convirtiendo en el futuro en un pilar de la primera plantilla baskonista. No fue así. El chaval y su familia no acababan de sentirse a gusto con la idea de abandonar el país tan joven y finalmente optaron por trasladarse a la capital de Croacia para engrosar las filas del KK Zagreb.

A partir de aquel verano, Dario dejaría de ser un secreto sólo conocido por los profesionales del mundillo para pasar a ser un jugador reconocido en toda Europa. El jugador que acudía como cadete de primer año con la selección croata al Europeo de la categoría disputado en Kaunas era un chico de 1.97 sin posición definida, que usualmente defendía a los interiores rivales pero que en ataque actuaba como exterior, en muchas ocasiones ejerciendo de base. Su estreno fue prometedor (11.3 puntos y 8.3 rebotes de media), pero nada comparado con la exhibición del verano siguiente, ya como cadete de segundo año.

En Bar, ciudad de la vecina Montenegro, Dario tiranizó el campeonato como poquísimas veces se recuerda. Croacia conquistaba el oro con su estrella proclamándose máximo anotador, mejor reboteador y segundo máximo asistente del torneo, quedándose a una sola asistencia total (y 0.1 de media) de completar la hazaña de liderar los tres apartados estadísticos. De la globalidad de su juego habla a las claras su demostración en la final ante la Lituania de Tomas Dimsa y Marius Grigonis, en la que se fue a los 30 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias. Y 12 pérdidas de balón. Porque también acabó liderando la clasificación de ese concepto estadístico, perdiendo 6 o más balones en 6 de los 8 partidos que disputó. Teórico ala-pívot, más nominalmente que por limitar su juego a una posición, Saric estaba en todas partes, Saric lo era todo en los equipos en los que participaba. Otro MVP para el zurrón.

Que pronto tendría su continuación. La siguiente campaña, el KK Zagreb de Saric, Dominik Mavra y el aún cadete Mario Hezonja ganaba el Nike International Junior de Roma clasificatorio para la fase final de Barcelona. En la ciudad catalana, el croata volvía a amasar puntos, rebotes y asistencias por doquier, coronando su torneo con un nuevo triple doble en la final frente al Zalgiris de Kaunas: 19 puntos (promedió más aún, 20.3), 14 rebotes y 10 asistencias. Con 7 pérdidas. A esas alturas, ni su fiereza competitiva ni la peculiar relación con su padre, con el que se estuvo gritando mutuamente durante toda la final y que le vociferó en los instantes finales que hiciese la quinta falta personal para que le aplaudiesen (la hizo) sorprendían a nadie. Nuevo MVP, claro. Siendo junior de primer año, ya dominaba la categoría frente a gente un año mayor.

Así que, pese a ser poco habitual, no dejó de parecer lógico que aquel verano la federación croata le convocase junto a otros compañeros de generación para el Mundial U19 de Letonia. El torneo que le tocaba disputar era el sub18 de Polonia, pero un Saric que a esas alturas ya medía 2.08 llegaba a un campeonato en el que las estrellas dominantes eran dos años mayores que él. No le supuso ningún problema. Croacia ganó en la jornada inaugural a Lituania, la gran favorita, con el de Sibenik jugándole de tú a tú a Jonas Valanciunas, la gran figura europea de la generación del 92 y recién elegido en el puesto número 5 del draft. El lituano se iba a los 19 puntos (pero 7 de 17 en tiros), 13 rebotes y 5 tapones, mientras que el croata conseguía 22 (con 9 de 14), 11 rechaces y 4 asistencias.

La otra gran prueba de fuego desde el punto de vista NBA era la selección USA, que contaba con jugadores como Meyers Leonard, Jeremy Lamb, Tim Hardaway Jr. o Doug McDermortt. Nueva victoria croata, nueva demostración de Saric de que podía mirar a la cara a cualquiera: 17 puntos, 8 rebotes y 4 robos. Tras ofrecer una espléndida cara a lo largo de la primera y segunda liguilla, Croacia acabaría cayendo en cuartos de final ante Argentina. Pero Saric se erigió en uno de indiscutibles protagonistas del torneo, situándose en el top 4 de anotadores y reboteadores siendo uno de los chicos más jóvenes del campeonato.

El resto de su trayectoria formativa no hizo más que confirmar que Saric era uno de los mejores jugadores de la historia de los torneos de categorías inferiores. Tras comenzar a disfrutar de minutos con el primer equipo del KK Zagreb, al año siguiente llegaría un nuevo oro y un nuevo MVP en el Europeo Junior de Lituania, erigiéndose como máximo anotador y el segundo reboteador; con otra actuación para los anales en la final, en la que se encaramó a los 39 puntos, 11 rebotes y 4 asistencias.

Pocos días después debutaba con la selección absoluta de Croacia en el Preeuropeo del Eurobasket de Eslovenia, inmerso ya de pleno en el polémico culebrón de su traspaso. Saric y su padre creían que la mejor opción era salir del KK Zagreb. El destino parecía el Bilbao Basket, que llegó a anunciar su contratación por 5 temporadas. Pero, tras acudir a ella como mediadora, la FIBA estipuló que la compensación económica que debía recibir el KK Zagreb era de 550.000 euros. Cantidad muy superior a la esperada tanto por el entorno del jugador como por el club vasco, que no vio claro hacer una inversión de ese calibre por un jugador que tenía la NBA entre ceja y ceja. Así, después de innumerables rumores que le relacionaban con mil y un equipos, y de pasar varios meses sin poder competir en partido oficial alguno, a inicios de diciembre se hacía público el acuerdo con la Cibona. Un trato que disgustó profundamente a su padre, que no estaba conforme con la plaza escogida.

Dario tardaría varias semanas en coger el ritmo de competición. Fue carburando poco a poco, mejorando paulatinamente su estado de forma; pero ya en la final de la liga croata promedia 15 puntos y 9 rebotes, números sensiblemente superiores a los mostrados durante la temporada. Es elegido MVP de la final, el primero en baloncesto senior. Un mes después, en el Mundial U19 de Praga, vuelve a demostrar que las categorías de formación se le quedan pequeñas. Croacia, mermada por las lesiones y por el conservadurismo en las rotaciones del seleccionador Drazen Brajkovic, cae en cuartos contra Serbia. Al finalizar el partido, un Dario que anota 30 puntos y 9 rebotes está promediando 22,7 tantos, 12,7 rechaces y 5,6 asistencias, siendo el primero del campeonato en los dos primeros apartados y el segundo en el último. Números que le hubiesen llevado al MVP de haber avanzado Croacia más en el campeonato, pero que fueron suficientes para formar en el quinteto ideal junto a otros compañeros de draft como Dante Exum o Aaron Gordon (MVP con cifras mucho más discretas pero con el oro en el cuello).

Ahí acabó su etapa en categorías inferiores. Aunque por edad aún podría participar en el Europeo sub20 de este verano, hace tiempo que su nivel está muy por encima de los torneos formativos. La buena imagen ofrecida un par de meses después en el EuroBasket de Eslovenia lo corroboró plenamente. En un rol mucho más secundario, su aportación fue positiva.

Porque la del rol no es una cuestión menor a la hora de valorar a Saric en pasado, presente y, futuro, sea este en la NBA de manera inmediata o a medio plazo. La trayectoria de Saric prácticamente no tiene parangón histórico en cuanto a números, trofeos y dominancia; pero la particular idiosincrasia de las selecciones y clubes de formación croatas es un factor a tener en cuenta a la hora de valorar los hitos alcanzados por el de Sibenik. Las estrellas de Croacia siempre juegan 40 minutos, siempre disponen de todo el balón y tiros que quieran; todas y cada una de las jugadas del partido pasan por ellos. En el pasado, eso ha generado mucho hype a chicos que no eran realmente tan determinantes pero cuyo valor neto quedaba camuflado en números de vértigo. No pocos, además, sufrieron numerosos problemas para adaptarse a entornos más organizados, con roles mucho más repartidos, huérfanos de pronto de la pelota.

Lo tangible o no del talento de Saric no puede ponerse a debate, pues él sí es un legítimo proyecto real de máximo nivel. Pero sí cabe en cualquier análisis tener presente su juego y sus características físico-técnicas más allá de números. Más aún cuando las circunstancias económicas han llevado a la Cibona, lejos ya sus mejores tiempos, a implantar un ecosistema muy similar en su primer equipo. Saric como referencia absoluta de todo lo que pasa sobre la cancha, liderando al club croata al triunfo en la Liga Adriática. Con Dario de MVP, cómo no.

Y es que son muy pocos los que se pueden comparársele en cuanto a versatilidad ofensiva. Pese a que suela emparejarse a los ala-pívots contrarios y que siempre actúe acompañado por tres hombres exteriores, cuando dispone de la pelota su área de influencia no tiene un límite concreto. Saric puede aparecer en cualquier punto de la pista. Y en cualquier función, ya sea creando o finalizando. Una característica que deviene nítida en transición, dónde un excelente dominio de balón para un jugador de su altura, junto una visión de la cancha y capacidad de pase simplemente excepcional, le permiten subir la pelota en carrera tras rebote para asistir a sus compañeros o culminar el coast to coast. Además, si no es él mismo el hombre que lanza el contraataque, se muestra muy activo a la hora de correr sin balón aprovechando su mayor velocidad con respecto a interiores más pesados. Saric gusta de correr la pista, se siente cómodo en espacios abiertos con y sin balón, y es capaz de mantener el esfuerzo a la hora de subir y bajar a lo largo de todo el partido.

En ataque posicional, Dario se caracteriza por ser capaz de crear desajustes de manera recurrente. Una de las cosas más sorprendentes del croata es su extremo conocimiento del juego para alguien de su edad, teniendo además toda la cancha en la cabeza. Saric lee siempre las características de su defensor y el posicionamiento global de la defensa rival, además de sus propias virtudes y carencias. El croata no es especialmente explosivo para jugar de alero, y es inferior en fuerza y volumen a muchos interiores puros, sin ser tampoco demasiado alto para esa posición. Su explosividad y capacidad de salto no pasan de la media del atleta europeo, quizás incluso un punto por debajo en algunos aspectos atléticos. Pero en Europa saca ventajas constantemente. Si le defiende un hombre más pesado, le ataca desde el perímetro valiéndose de su excelente dominio de la pelota y mostrándose agresivo en la búsqueda del aro; no sólo eso, sino que su espléndida visión le permite, en movimiento, doblar rápidamente el balón al jugador interior cuando salta la ayuda o buscar el hombre abierto con facilidad. Si, por el contrario, le defiende un hombre más pequeño y rápido, se sitúa en el poste bajo para aprovechar su superioridad. Saric carece de la fuerza y potencia de jugadores más grandes, pero es capaz de postear, especialmente frente a defensores más bajos.

Está por ver si la traslación de esos desajustes basados en el físico standard de cada posición será plenamente trasladable al juego NBA. Los aleros estadounidenses poseen mayor fortaleza y músculo para aguantar en el poste bajo, mientras que los ala-pívots suelen ser más veloces en la defensa perimetral. Porque el reverso de sus virtudes y carencias ya se dejan ver en Europa: Saric logra menos ventajas cuando tiene que encarar desde fuera a jugadores de buena lateralidad, igual que le cuesta más ser productivo al poste frente a defensores potentes y atléticos. Su inteligencia le lleva a evitar ambas situaciones, pero en un futuro en la NBA tendrá que adaptarse a un listón atlético superior e intentar añadir volumen/fortaleza a su estructura física. Porque además, emparejamientos al margen, tiene dificultades para finalizar cerca del aro frente a gente más alta, o cuando tiene que hacerlo a través del contacto, pues su inferioridad física hace que no lo absorba del todo bien y carece de piernas para elevarse sobre su defensor.

Un factor clave para su consolidación residirá en su capacidad para mejorar su lanzamiento. Saric nunca ha sido un tirador natural y, de hecho, aún se muestra inconsistente en ello; pero, pese a no destacarse por la velocidad de su mecánica, ha evidenciado progresión en diversas situaciones de tiro. A media distancia se muestra sólido en el catch and shoot a pies parados, y también ha ganado en amenaza en el pick and pop o creándose su tiro desde el bote. Es en el lanzamiento triple dónde mayor margen de mejora presenta. Esta temporada ha elevado su porcentaje a un 34.5%, con un notabilísimo 8 de 16 cuando el sol más calienta, en la Final Four de la Liga Adriática. Pese a ello, cabe esperar a ver cómo se adapta a la mayor distancia de la línea en la NBA y, en caso de ocupar la posición de alero, deberá mejorar su lanzamiento tras bote, pues en Europa sus triples han sido en su mayoría tras recibir el balón como hombre abierto o tras hacer el pop.

Añadir a su juego un lanzamiento fiable es mejorar exponencialmente sus posibilidades. Porque hay algunas de sus cualidades ofensivas que son extrapolables a cualquier equipo y baloncesto. Pese a su excesiva tendencia a cometer pérdidas de balón (quizás producto de estar acostumbrado desde niño a generar casi en cada jugada y con libertad para arriesgar cuánto quiera) Saric es un point forward natural. Su insólito timing en los pases, siendo una delicia verle asistir al hombre grande desde el poste alto en una continua demostración de velocidad mental y ejecución técnica; su instinto para el rebote ofensivo, al que acude con agresividad y que suele capturar por pura intensidad y anticipación en muchas ocasiones; su lectura de las situaciones ofensivas, su inteligencia para jugar al baloncesto, en suma, su capacidad para adaptarse a la máxima exigencia, son muy poco habituales.

Un buen ejemplo es su movimiento sin balón. En categorías inferiores la pelota siempre estaba en sus manos, ejerciendo prácticamente de base en muchas jugadas, ya fuese subiendo la bola o recibiendo el pase nada más llegar a la situación de ataque. De esta manera, su juego sin balón era casi inexistente, en lo que parecía iba a suponer uno de sus puntos débiles en la élite. Pero cuando llegó a esta y en un principio disponer de menos contacto con la pelota, rápidamente supo buscarse la vida moviéndose inteligentemente sin balón para buscarse sus opciones. Saric busca el ángulo para recibir el pase, corta por línea de fondo y hace bien las continuaciones, hasta definirse por una alta actividad en su juego sin balón. Lo que parecía iba a ser un defecto ha acabado siendo una virtud.

En el otro lado de la cancha, Dario escapa a los parámetros en los que suelen moverse los jugadores europeos de gran habilidad técnica. No tiene el mejor de los físicos, tiene carencias atléticas, pero en el baloncesto europeo es un jugador muy útil en defensa. El croata realiza una ingente cantidad de esfuerzo físico, derrochando intensidad en cada una de sus acciones para paliar su ausencia de motor. Siempre atento a la ayuda, lee perfectamente cuando acudir a tapar la línea de pase o saltar para robar al balón. Una virtud de la que también hace gala a la hora de taponar, moviéndose en cifras superiores a las que podrían hacer pensar su capacidad de salto y sus brazos, quizás un tanto cortos para su altura y posición. Lo mismo sucede a la hora de rebotear en defensa: Saric mantiene la concentración en todo momento, y juega duro. En muchas ocasiones atrapa el rebote por ir a por el balón más rápido que el resto, hasta convertirse en un muy buen reboteador.

Cuando defiende al hombre con pelota en el perímetro, brega con constancia para no ser rebasado con facilidad; si, por el contrario, su hombre se sitúa en el poste bajo, trabaja duro para evitar la recepción y, en caso de que este reciba, lucha por dificultar sus movimientos. Con todo, pese a su esfuerzo, igual que le sucede en campo ofensivo Saric sufre para frenar las penetraciones de gente rápida, ya que no tiene un desplazamiento lateral veloz; y cerca del aro, los jugadores grandes le suelen desplazar y acaba reculando en muchas ocasiones. Además, sus brazos cortos y discreto salto vertical hacen que le resulte difícil mostrar una fuerte oposición cuando tiran por encima de él en el cuerpo a cuerpo en el poste o bajo el aro. En vistas a la traslación de su juego a la NBA, defensivamente puede acusar su falta de facultades naturales. En Europa juega de ala-pívot, probablemente la posición en la que le ven la mayoría de franquicias; pero por sus características físicas sufrirá frente a un determinado tipo de interiores abundante en la liga, y lo mismo sucederá frente con el perfil mayoritario de small-forward si le posicionan como alero.

Pero Saric tiene el juego en la cabeza y derrocha pasión e intensidad en su juego. Su fiereza competitiva está fuera de toda duda. Tampoco había demasiados jugadores en el pasado Draft, por no decir ninguno, que acumulen su experiencia en baloncesto de alto nivel, disputadas ya dos temporadas enteras como pieza fundamental de un equipo profesional. En el balance objetivo de sus características, de un lado pesa su riqueza técnica, sus instintos naturales y su entendimiento del juego. Por el otro, su indefinición para el juego NBA, falto de velocidad y explosividad para ser un exterior y de fuerza y potencia para ser un interior, pudiendo quizás su tiro ser un elemento que pudiera decantar la balanza hacia uno u otro lado.

Pero en un baloncesto en el que Boris Diaw ha resultado fundamental para la resolución de la final de la NBA teniendo enfrente a un equipo ultra-atlético como Miami, cuesta no creer en las posibilidades de adaptación de Saric. El francés no es exactamente el mismo tipo de jugador, pero ambos comparten carencias atléticas y de lanzamiento, así como un destacado dominio de balón, capacidad de pase y un conocimiento del juego por encima de la media. De ahí que parezca lógica su elección, tal como se preveía, en el número 12 del pasado Draft por Orlando Magic, que le traspasaba posteriormente a Philadelphia 76ers.

En cualquier caso, será clave que la franquicia que cuente con él conozca a fondo la naturaleza de su juego y no intenten hacer de él el jugador que no es. Saric no encaja en cualquier estructura de equipo ni estilo de juego. Sus virtudes y carencias precisan de un entorno en el que las unas puedan complementarse con las de sus compañeros y los otros sean tapados. Sólo de esta manera podrá desarrollar al máximo sus posibilidades. Y no sería sorprendente entonces que, pese a poseer menos potencial teórico, acabase haciendo igual o mejor carrera que la de alguno de los jugadores que le han precedido en el Draft.

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Copa del Mundo 2014: El perfil de Dario Saric, por Juanan Hinojo
BasketMe  | 28.08.2014 - 19:34h.
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Históricamente, en el baloncesto estadounidense ha sido muy usual que los grandes talentos fuesen conocidos a nivel nacional prácticamente desde que eran unos niños. En el baloncesto europeo, por el contrario, nunca ha sido así. Es en los últimos años, con la llegada de internet a los torneos de categorías inferiores, cuando se ha extendido el fenómeno, si bien a menor intensidad. Y en ese periodo dos jugadores han destacado sobre el resto como las grandes superestrellas mediáticas, mitad por su grado de extrema dominancia sobre sus coetáneos, mitad porque había algo especial en su historia personal. Uno fue Ricky Rubio, el niño que debutó en ACB sin siquiera haber cumplido los 15 años. El otro es Dario Saric.

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Nacido en Sibenik, igual que el mayor mito de la historia del baloncesto croata (y yugoslavo), Drazen Petrovic. Su padre, Predrag Saric, había sido compañero de Drazen en aquel KK Sibenik que estuvo a milímetros de proclamarse campeón de Yugoslavia en 1983. El primogénito Dario daba sus primeros pasos en el mundo del baloncesto en un equipo de premonitorio nombre: KK Drazen Petrovic. Hasta el año de su nacimiento, 1994, tenía algo de simbólico, justo tres décadas después del de Drazen. Las coincidencias, comparaciones y voces que le proclamaban como “el heredero” estarían a la orden del día desde el mismo momento en que empezase a destacar.

Que fue muy pronto. Con 12 años recién cumplidos, Dario Saric pasaba a ser conocido en los ámbitos baloncestísticos del país cuando su KK Drazen Petrovic ganaba el campeonato de Croacia alevín disputado en Dubrava, con él como máxima estrella y MVP del torneo. El primero de una larga lista. Fue un campeonato en el que participaron varios nombres que irían ligados al suyo en el futuro, algunos de los cuales alcanzarían años después relevancia continental. En el KK Drazen Petrovic le acompañaba Martin Junakovic, otro nativo de Sibenik con el que compartiría la camiseta de la selección en categorías inferiores para después hacerlo con la de la Cibona senior; en el KK Dubrava-Lavicic despuntaba el que a la postre sería el máximo anotador del torneo, Miroslav Brzoja, actual jugador de Villanova University y escudero de Saric en los triunfos de la generación croata del 94; Por estar, estaba hasta otro candidato a lotería en el draft del año que viene, Mario Hezonja, un año menor, lo que no le impidió ser el tercer máximo anotador del campeonato defendiendo las filas del KK Dubrovnik. Pero todos estuvieron a la sombra de Saric, que en semifinales encestaba 29 de los 52 puntos de su equipo y en la final 24 de los 54, más innumerables rebotes, robos y asistencias. Como siempre.

Su juego y su nombre no tardarían en ser seguidos más allá de sus fronteras. En su segundo año de infantil, con 14 años, Saric acudía a tierras españolas con su KK Drazen Petrovic para participar en el III Torneo Internacional Ciudad de Santander. La actuación del equipo no fue excesivamente destacada, pero la de Saric sí, y los responsables del Baskonia quedaron prendados de su talento. Todo un año de cortejos, con diferentes visitas a Vitoria por parte de Saric y sus familiares, derivó en una oferta que dejaba a las claras la relevancia otorgada a su fichaje: 8 años de contrato, ampliables a dos más, y unas condiciones económicas muy poco habituales para alguien de su edad, con la intención de que se acabase convirtiendo en el futuro en un pilar de la primera plantilla baskonista. No fue así. El chaval y su familia no acababan de sentirse a gusto con la idea de abandonar el país tan joven y finalmente optaron por trasladarse a la capital de Croacia para engrosar las filas del KK Zagreb.

A partir de aquel verano, Dario dejaría de ser un secreto sólo conocido por los profesionales del mundillo para pasar a ser un jugador reconocido en toda Europa. El jugador que acudía como cadete de primer año con la selección croata al Europeo de la categoría disputado en Kaunas era un chico de 1.97 sin posición definida, que usualmente defendía a los interiores rivales pero que en ataque actuaba como exterior, en muchas ocasiones ejerciendo de base. Su estreno fue prometedor (11.3 puntos y 8.3 rebotes de media), pero nada comparado con la exhibición del verano siguiente, ya como cadete de segundo año.

En Bar, ciudad de la vecina Montenegro, Dario tiranizó el campeonato como poquísimas veces se recuerda. Croacia conquistaba el oro con su estrella proclamándose máximo anotador, mejor reboteador y segundo máximo asistente del torneo, quedándose a una sola asistencia total (y 0.1 de media) de completar la hazaña de liderar los tres apartados estadísticos. De la globalidad de su juego habla a las claras su demostración en la final ante la Lituania de Tomas Dimsa y Marius Grigonis, en la que se fue a los 30 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias. Y 12 pérdidas de balón. Porque también acabó liderando la clasificación de ese concepto estadístico, perdiendo 6 o más balones en 6 de los 8 partidos que disputó. Teórico ala-pívot, más nominalmente que por limitar su juego a una posición, Saric estaba en todas partes, Saric lo era todo en los equipos en los que participaba. Otro MVP para el zurrón.

Que pronto tendría su continuación. La siguiente campaña, el KK Zagreb de Saric, Dominik Mavra y el aún cadete Mario Hezonja ganaba el Nike International Junior de Roma clasificatorio para la fase final de Barcelona. En la ciudad catalana, el croata volvía a amasar puntos, rebotes y asistencias por doquier, coronando su torneo con un nuevo triple doble en la final frente al Zalgiris de Kaunas: 19 puntos (promedió más aún, 20.3), 14 rebotes y 10 asistencias. Con 7 pérdidas. A esas alturas, ni su fiereza competitiva ni la peculiar relación con su padre, con el que se estuvo gritando mutuamente durante toda la final y que le vociferó en los instantes finales que hiciese la quinta falta personal para que le aplaudiesen (la hizo) sorprendían a nadie. Nuevo MVP, claro. Siendo junior de primer año, ya dominaba la categoría frente a gente un año mayor.

Así que, pese a ser poco habitual, no dejó de parecer lógico que aquel verano la federación croata le convocase junto a otros compañeros de generación para el Mundial U19 de Letonia. El torneo que le tocaba disputar era el sub18 de Polonia, pero un Saric que a esas alturas ya medía 2.08 llegaba a un campeonato en el que las estrellas dominantes eran dos años mayores que él. No le supuso ningún problema. Croacia ganó en la jornada inaugural a Lituania, la gran favorita, con el de Sibenik jugándole de tú a tú a Jonas Valanciunas, la gran figura europea de la generación del 92 y recién elegido en el puesto número 5 del draft. El lituano se iba a los 19 puntos (pero 7 de 17 en tiros), 13 rebotes y 5 tapones, mientras que el croata conseguía 22 (con 9 de 14), 11 rechaces y 4 asistencias.

La otra gran prueba de fuego desde el punto de vista NBA era la selección USA, que contaba con jugadores como Meyers Leonard, Jeremy Lamb, Tim Hardaway Jr. o Doug McDermortt. Nueva victoria croata, nueva demostración de Saric de que podía mirar a la cara a cualquiera: 17 puntos, 8 rebotes y 4 robos. Tras ofrecer una espléndida cara a lo largo de la primera y segunda liguilla, Croacia acabaría cayendo en cuartos de final ante Argentina. Pero Saric se erigió en uno de indiscutibles protagonistas del torneo, situándose en el top 4 de anotadores y reboteadores siendo uno de los chicos más jóvenes del campeonato.

El resto de su trayectoria formativa no hizo más que confirmar que Saric era uno de los mejores jugadores de la historia de los torneos de categorías inferiores. Tras comenzar a disfrutar de minutos con el primer equipo del KK Zagreb, al año siguiente llegaría un nuevo oro y un nuevo MVP en el Europeo Junior de Lituania, erigiéndose como máximo anotador y el segundo reboteador; con otra actuación para los anales en la final, en la que se encaramó a los 39 puntos, 11 rebotes y 4 asistencias.

Pocos días después debutaba con la selección absoluta de Croacia en el Preeuropeo del Eurobasket de Eslovenia, inmerso ya de pleno en el polémico culebrón de su traspaso. Saric y su padre creían que la mejor opción era salir del KK Zagreb. El destino parecía el Bilbao Basket, que llegó a anunciar su contratación por 5 temporadas. Pero, tras acudir a ella como mediadora, la FIBA estipuló que la compensación económica que debía recibir el KK Zagreb era de 550.000 euros. Cantidad muy superior a la esperada tanto por el entorno del jugador como por el club vasco, que no vio claro hacer una inversión de ese calibre por un jugador que tenía la NBA entre ceja y ceja. Así, después de innumerables rumores que le relacionaban con mil y un equipos, y de pasar varios meses sin poder competir en partido oficial alguno, a inicios de diciembre se hacía público el acuerdo con la Cibona. Un trato que disgustó profundamente a su padre, que no estaba conforme con la plaza escogida.

Dario tardaría varias semanas en coger el ritmo de competición. Fue carburando poco a poco, mejorando paulatinamente su estado de forma; pero ya en la final de la liga croata promedia 15 puntos y 9 rebotes, números sensiblemente superiores a los mostrados durante la temporada. Es elegido MVP de la final, el primero en baloncesto senior. Un mes después, en el Mundial U19 de Praga, vuelve a demostrar que las categorías de formación se le quedan pequeñas. Croacia, mermada por las lesiones y por el conservadurismo en las rotaciones del seleccionador Drazen Brajkovic, cae en cuartos contra Serbia. Al finalizar el partido, un Dario que anota 30 puntos y 9 rebotes está promediando 22,7 tantos, 12,7 rechaces y 5,6 asistencias, siendo el primero del campeonato en los dos primeros apartados y el segundo en el último. Números que le hubiesen llevado al MVP de haber avanzado Croacia más en el campeonato, pero que fueron suficientes para formar en el quinteto ideal junto a otros compañeros de draft como Dante Exum o Aaron Gordon (MVP con cifras mucho más discretas pero con el oro en el cuello).

Ahí acabó su etapa en categorías inferiores. Aunque por edad aún podría participar en el Europeo sub20 de este verano, hace tiempo que su nivel está muy por encima de los torneos formativos. La buena imagen ofrecida un par de meses después en el EuroBasket de Eslovenia lo corroboró plenamente. En un rol mucho más secundario, su aportación fue positiva.

Porque la del rol no es una cuestión menor a la hora de valorar a Saric en pasado, presente y, futuro, sea este en la NBA de manera inmediata o a medio plazo. La trayectoria de Saric prácticamente no tiene parangón histórico en cuanto a números, trofeos y dominancia; pero la particular idiosincrasia de las selecciones y clubes de formación croatas es un factor a tener en cuenta a la hora de valorar los hitos alcanzados por el de Sibenik. Las estrellas de Croacia siempre juegan 40 minutos, siempre disponen de todo el balón y tiros que quieran; todas y cada una de las jugadas del partido pasan por ellos. En el pasado, eso ha generado mucho hype a chicos que no eran realmente tan determinantes pero cuyo valor neto quedaba camuflado en números de vértigo. No pocos, además, sufrieron numerosos problemas para adaptarse a entornos más organizados, con roles mucho más repartidos, huérfanos de pronto de la pelota.

Lo tangible o no del talento de Saric no puede ponerse a debate, pues él sí es un legítimo proyecto real de máximo nivel. Pero sí cabe en cualquier análisis tener presente su juego y sus características físico-técnicas más allá de números. Más aún cuando las circunstancias económicas han llevado a la Cibona, lejos ya sus mejores tiempos, a implantar un ecosistema muy similar en su primer equipo. Saric como referencia absoluta de todo lo que pasa sobre la cancha, liderando al club croata al triunfo en la Liga Adriática. Con Dario de MVP, cómo no.

Y es que son muy pocos los que se pueden comparársele en cuanto a versatilidad ofensiva. Pese a que suela emparejarse a los ala-pívots contrarios y que siempre actúe acompañado por tres hombres exteriores, cuando dispone de la pelota su área de influencia no tiene un límite concreto. Saric puede aparecer en cualquier punto de la pista. Y en cualquier función, ya sea creando o finalizando. Una característica que deviene nítida en transición, dónde un excelente dominio de balón para un jugador de su altura, junto una visión de la cancha y capacidad de pase simplemente excepcional, le permiten subir la pelota en carrera tras rebote para asistir a sus compañeros o culminar el coast to coast. Además, si no es él mismo el hombre que lanza el contraataque, se muestra muy activo a la hora de correr sin balón aprovechando su mayor velocidad con respecto a interiores más pesados. Saric gusta de correr la pista, se siente cómodo en espacios abiertos con y sin balón, y es capaz de mantener el esfuerzo a la hora de subir y bajar a lo largo de todo el partido.

En ataque posicional, Dario se caracteriza por ser capaz de crear desajustes de manera recurrente. Una de las cosas más sorprendentes del croata es su extremo conocimiento del juego para alguien de su edad, teniendo además toda la cancha en la cabeza. Saric lee siempre las características de su defensor y el posicionamiento global de la defensa rival, además de sus propias virtudes y carencias. El croata no es especialmente explosivo para jugar de alero, y es inferior en fuerza y volumen a muchos interiores puros, sin ser tampoco demasiado alto para esa posición. Su explosividad y capacidad de salto no pasan de la media del atleta europeo, quizás incluso un punto por debajo en algunos aspectos atléticos. Pero en Europa saca ventajas constantemente. Si le defiende un hombre más pesado, le ataca desde el perímetro valiéndose de su excelente dominio de la pelota y mostrándose agresivo en la búsqueda del aro; no sólo eso, sino que su espléndida visión le permite, en movimiento, doblar rápidamente el balón al jugador interior cuando salta la ayuda o buscar el hombre abierto con facilidad. Si, por el contrario, le defiende un hombre más pequeño y rápido, se sitúa en el poste bajo para aprovechar su superioridad. Saric carece de la fuerza y potencia de jugadores más grandes, pero es capaz de postear, especialmente frente a defensores más bajos.

Está por ver si la traslación de esos desajustes basados en el físico standard de cada posición será plenamente trasladable al juego NBA. Los aleros estadounidenses poseen mayor fortaleza y músculo para aguantar en el poste bajo, mientras que los ala-pívots suelen ser más veloces en la defensa perimetral. Porque el reverso de sus virtudes y carencias ya se dejan ver en Europa: Saric logra menos ventajas cuando tiene que encarar desde fuera a jugadores de buena lateralidad, igual que le cuesta más ser productivo al poste frente a defensores potentes y atléticos. Su inteligencia le lleva a evitar ambas situaciones, pero en un futuro en la NBA tendrá que adaptarse a un listón atlético superior e intentar añadir volumen/fortaleza a su estructura física. Porque además, emparejamientos al margen, tiene dificultades para finalizar cerca del aro frente a gente más alta, o cuando tiene que hacerlo a través del contacto, pues su inferioridad física hace que no lo absorba del todo bien y carece de piernas para elevarse sobre su defensor.

Un factor clave para su consolidación residirá en su capacidad para mejorar su lanzamiento. Saric nunca ha sido un tirador natural y, de hecho, aún se muestra inconsistente en ello; pero, pese a no destacarse por la velocidad de su mecánica, ha evidenciado progresión en diversas situaciones de tiro. A media distancia se muestra sólido en el catch and shoot a pies parados, y también ha ganado en amenaza en el pick and pop o creándose su tiro desde el bote. Es en el lanzamiento triple dónde mayor margen de mejora presenta. Esta temporada ha elevado su porcentaje a un 34.5%, con un notabilísimo 8 de 16 cuando el sol más calienta, en la Final Four de la Liga Adriática. Pese a ello, cabe esperar a ver cómo se adapta a la mayor distancia de la línea en la NBA y, en caso de ocupar la posición de alero, deberá mejorar su lanzamiento tras bote, pues en Europa sus triples han sido en su mayoría tras recibir el balón como hombre abierto o tras hacer el pop.

Añadir a su juego un lanzamiento fiable es mejorar exponencialmente sus posibilidades. Porque hay algunas de sus cualidades ofensivas que son extrapolables a cualquier equipo y baloncesto. Pese a su excesiva tendencia a cometer pérdidas de balón (quizás producto de estar acostumbrado desde niño a generar casi en cada jugada y con libertad para arriesgar cuánto quiera) Saric es un point forward natural. Su insólito timing en los pases, siendo una delicia verle asistir al hombre grande desde el poste alto en una continua demostración de velocidad mental y ejecución técnica; su instinto para el rebote ofensivo, al que acude con agresividad y que suele capturar por pura intensidad y anticipación en muchas ocasiones; su lectura de las situaciones ofensivas, su inteligencia para jugar al baloncesto, en suma, su capacidad para adaptarse a la máxima exigencia, son muy poco habituales.

Un buen ejemplo es su movimiento sin balón. En categorías inferiores la pelota siempre estaba en sus manos, ejerciendo prácticamente de base en muchas jugadas, ya fuese subiendo la bola o recibiendo el pase nada más llegar a la situación de ataque. De esta manera, su juego sin balón era casi inexistente, en lo que parecía iba a suponer uno de sus puntos débiles en la élite. Pero cuando llegó a esta y en un principio disponer de menos contacto con la pelota, rápidamente supo buscarse la vida moviéndose inteligentemente sin balón para buscarse sus opciones. Saric busca el ángulo para recibir el pase, corta por línea de fondo y hace bien las continuaciones, hasta definirse por una alta actividad en su juego sin balón. Lo que parecía iba a ser un defecto ha acabado siendo una virtud.

En el otro lado de la cancha, Dario escapa a los parámetros en los que suelen moverse los jugadores europeos de gran habilidad técnica. No tiene el mejor de los físicos, tiene carencias atléticas, pero en el baloncesto europeo es un jugador muy útil en defensa. El croata realiza una ingente cantidad de esfuerzo físico, derrochando intensidad en cada una de sus acciones para paliar su ausencia de motor. Siempre atento a la ayuda, lee perfectamente cuando acudir a tapar la línea de pase o saltar para robar al balón. Una virtud de la que también hace gala a la hora de taponar, moviéndose en cifras superiores a las que podrían hacer pensar su capacidad de salto y sus brazos, quizás un tanto cortos para su altura y posición. Lo mismo sucede a la hora de rebotear en defensa: Saric mantiene la concentración en todo momento, y juega duro. En muchas ocasiones atrapa el rebote por ir a por el balón más rápido que el resto, hasta convertirse en un muy buen reboteador.

Cuando defiende al hombre con pelota en el perímetro, brega con constancia para no ser rebasado con facilidad; si, por el contrario, su hombre se sitúa en el poste bajo, trabaja duro para evitar la recepción y, en caso de que este reciba, lucha por dificultar sus movimientos. Con todo, pese a su esfuerzo, igual que le sucede en campo ofensivo Saric sufre para frenar las penetraciones de gente rápida, ya que no tiene un desplazamiento lateral veloz; y cerca del aro, los jugadores grandes le suelen desplazar y acaba reculando en muchas ocasiones. Además, sus brazos cortos y discreto salto vertical hacen que le resulte difícil mostrar una fuerte oposición cuando tiran por encima de él en el cuerpo a cuerpo en el poste o bajo el aro. En vistas a la traslación de su juego a la NBA, defensivamente puede acusar su falta de facultades naturales. En Europa juega de ala-pívot, probablemente la posición en la que le ven la mayoría de franquicias; pero por sus características físicas sufrirá frente a un determinado tipo de interiores abundante en la liga, y lo mismo sucederá frente con el perfil mayoritario de small-forward si le posicionan como alero.

Pero Saric tiene el juego en la cabeza y derrocha pasión e intensidad en su juego. Su fiereza competitiva está fuera de toda duda. Tampoco había demasiados jugadores en el pasado Draft, por no decir ninguno, que acumulen su experiencia en baloncesto de alto nivel, disputadas ya dos temporadas enteras como pieza fundamental de un equipo profesional. En el balance objetivo de sus características, de un lado pesa su riqueza técnica, sus instintos naturales y su entendimiento del juego. Por el otro, su indefinición para el juego NBA, falto de velocidad y explosividad para ser un exterior y de fuerza y potencia para ser un interior, pudiendo quizás su tiro ser un elemento que pudiera decantar la balanza hacia uno u otro lado.

Pero en un baloncesto en el que Boris Diaw ha resultado fundamental para la resolución de la final de la NBA teniendo enfrente a un equipo ultra-atlético como Miami, cuesta no creer en las posibilidades de adaptación de Saric. El francés no es exactamente el mismo tipo de jugador, pero ambos comparten carencias atléticas y de lanzamiento, así como un destacado dominio de balón, capacidad de pase y un conocimiento del juego por encima de la media. De ahí que parezca lógica su elección, tal como se preveía, en el número 12 del pasado Draft por Orlando Magic, que le traspasaba posteriormente a Philadelphia 76ers.

En cualquier caso, será clave que la franquicia que cuente con él conozca a fondo la naturaleza de su juego y no intenten hacer de él el jugador que no es. Saric no encaja en cualquier estructura de equipo ni estilo de juego. Sus virtudes y carencias precisan de un entorno en el que las unas puedan complementarse con las de sus compañeros y los otros sean tapados. Sólo de esta manera podrá desarrollar al máximo sus posibilidades. Y no sería sorprendente entonces que, pese a poseer menos potencial teórico, acabase haciendo igual o mejor carrera que la de alguno de los jugadores que le han precedido en el Draft.

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