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«Ingresamos en la historia negativa de esta selección. Se dio un aluvión de circunstancias negativas que no supimos revertir y terminó quebrando a la gente. De haber tenido algún resultado poditivo entre medias, creo que no se hubiera dado esta quiebra, pero no se dio», reconocía cabizbajo el seleccionador Rubén Magnano, consciente de que semejante descalabro bien podía haber costado el puesto, aunque en principio el técnico cordobés es el llamado a guiar a la verde amarela hasta los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero Magnano era bien consciente de que, si para bien el equipo lo es todo, lo es también para mal.

«La responsabilidad de esta situación, en un alto porcentual, es para este grupo, y luego soy yo. Igual que en Mar Del Plata me sentí muy responsable de lo que se consiguió –en referencia a la clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012–, ahora me siento muy responsable de lo que aconteció. Pero no por el trabajo realizado, sino por la incapacidad de convencer a los jugadores de estar presentes representando a su país». En resumen, que el preparador argentino enviaba una pequeña «bomba atómica» a los pesos pesados ausentes como Barbosa, Splitter, Nene y Varejao, poniendo en cuestión su compromiso, uan cuestión que en más de una ocasión ha traído de cabeza al seleccionado brasileño.

Pero con la invitación de la FIBA, llegaron los ausentes, conformándose así un núcleo duro que juega de memoria, y en el que Marcelinho Huertas, Leandro Barbosa, Álex García, Marcus Vieira, Nene Hilario, Tiago Splitter y Anderson Varejao formarán la columna vertebral del conjunto. A ese septeto Larry James Taylor le dará defensa y un poco de pausa, mientras que los «abuelos» Guilherme Giovannoni y Marcelinho Machado –aunque en principio abandonaba la selección tras los Juegos Olímpicos de Londres– saldrán para aportar puntos con sus tiros lejanos y de paso abrir los espacios para las penetraciones de Barbosa y Huertas y para que los pívots, que salvo Nene Hilario, prefieren vivir cerca del aro que abrirse, puedan moverse con mayor comodidad.

Raúl Neto y Rafael Hettsheimeir, incorporados tras su buen papel en el Campeonato Sudamericano del pasado julio, torneo en el que la selección brasileña B conquistaba la tercera plaza, completarán la rotación. Raúl Neto, en su paso de tres años por Gipuzkoa Basket, ha adquirido galones y madurez, pero lo cierto es que su juego recuerda en mucha medida al de Huertas –quizá el de Belo Horizonte sea mejor pasador que el paulista– y Rubén Magnano ha preferido hasta la fecha usar al estadounidense nacionalizado Taylor como contrapunto a su base titular, de forma que Neto, que poco a poco ya merece que se olviden de emplear el diminutivo Raulzinho –algo que al propio jugador no le hace demasiada gracia–, volverá a ser el tercer base, salvo que emplee la frescura de sus piernas para ofrecer un gran tono defensivo, hasta el punto de convencer a Magnano de que merece ser el segundo base.

Por contra, aunque carece de la movilidad precisa para jugar de ala-pívot «moderno», Rafael Hettsheimeir sí ofrece una muñeca más que aseada para poder suponer una amenaza incluso en el lanzamiento triple, a lo que se le suma que Guilherme Giovannoni llega muy justo debido a un esguince de tobillo que ha lastrado en buena medida su preparación. «Ser invitados nos exige y nos obliga a dar un poco más. Somos conscientes de dónde estamos parados y la zona que nos tocó pero tengo la certeza de que vamos a competir muy bien y luego observar hasta dónde podemos llegar», advierte Rubén Magnano.


FALTA DE OXÍGENO


Argentina fue la bestia negra de Brasil en el Mundial de Turquía 2010 y en los Juegos Olímpicos. Brasil armó un seleccionado que demostró ser capaz de competir cara a cara con los mejores –llegando a perder por 70-68 ante los Estados Unidos en Turquía, pero después de haber ido durante mucho rato por delante en el marcador, y con la opción de que Huertas forzara la prórroga en las última jugada; más aún, esa jugada final bien pudo haber terminado con un «dos más uno» típico del repertorio de juego del «armador» paulista–, pero incapaz de superar los cruces. La albiceleste batió a su némesis en ambas ocasiones, luego de partidos vibrantes, sobre todo el que se pudo ver en el Mundial, con un duelo anotador de niveles estratosféricos entre Scola –37 tantos– y Huertas –32–. La cuestión es que en ambos encuentros Argentina mostró una variedad de recursos mayor que el combinado brasileño, muy supeditado a lo que crearan Huertas y Barbosa.

Claro que, la idea argentina fue que el peso del juego de la verde amarela recayera en los dos citados exteriores. Ambos han mostrado durante toda su carrera una absoluta querencia por jugarse los balones más comprometidos, sin miedo ni culpa alguna, aunque no siempre han sabido templar ni tomar la mejor decisión. Para forzar a los citados a arriesgar más balones de la cuenta, Argentina no dudaba en colapsar su zona, e impedir que Varejao y Splitter, incluso Hilario, pudieran recibir el balón en las inmediaciones del aro en posición ventajosa. Como ejemplo más claro, en el pick'n roll central, los defensores argentinos tenían la orden de su técnico de pasar de cuarto sistemáticamente, invitando a los exteriores a jugarse un lanzamiento lejano, en detrimento de una continuación culminada en pase. La estructura del plantel brasileño, con unos pívots de parecido patrón de juego por altos, rápidos y coordinados, pero sin fiabilidad en el tiro de media distancia ni excesivo talento al poste bajo, y necesidad imperiosa de espacios, terminaba por colapsar la zona de su ataque, algo que, aparte de dificultar el juego de ataque de los hombres altos, dificultaba que Barbosa y Huertas, incluso Álex Garcia, pudieran jugar en penetración –su juego preferido– tanto para poder tirar como doblar el pase. Por contra, los jugadores que pudieran abrirles los espacios, sufren en defensa a cuenta de su edad y sus achaques físicos que limitan su movilidad.

En ese sentido, la capacidad de tiro de Hettsheimeir, que consiguió descolgar al pívot Cristiano Felicio gracias a su habilidad para jugar abierto, está siendo un arma que está experimentando el combinado brasileño. Por ejemplo, pese a caer por 95-78 ante los Estados Unidos, «Hetts» causó bastante daño con sus tiros abiertos, sumando 13 puntos para el cuadro sudamericano. «Creo que estamos en el camino correcto. Por mi parte, quiero continuar con el trabajo para poder llegar lejos en el Mundial de España», explicaba el pívot de Araçatuba.

Pero un grano no hace granero y esa «falta de oxígeno», y no sólo en referencia a los espacios, porque Brasil presenta un combinado con una media de edad de 31 años, con solo cuatro jugadores por debajo de la treintena –Splitter y Marquinhos Vieira tienen 29 años, 28 Hettsheimeir y 22 Raúl Neto—, es el principal rival de un Brasil que, sí, cuenta con savia nueva, pero una savia nueva que, por el momento, prefiere escuchar los cantos de sirena de la NBA. Salvo Vitor Faverani, que después de haberse amoldado mejor de lo esperado al juego de la NBA –en unos Boston Celtics de saldo, eso sí–, ha tenido que someterse a una artroscopia en la rodilla, jugadores como Lucas Nogueira o el recientemente drafteado Bruno Caboclo preferían inscribirse en las Ligas de Verano de la NBA para afrontar su primera campaña en la liga profesional estadounidense.

«Muchos jóvenes fueron convocados, pero no conseguimos tenerlos con nosotros para trabajar», se lamentaba Rubén Magnano, que matizaba que «el jugador –Caboclo– fue convocado para los entrenamientos del equipo que viajará al Sudamericano pero optó por quedarse en la Liga de Verano de los Estados Unidos, entonces pierde automáticamente la chance de ser considerado para la Copa del Mundo», mientras que sobre Nogueira también reconocía que «estaba convocado para el Sudamericano, pero no lo pusimos en la lista porque sabíamos que no iba a participar. Eso lo excluye directamente de la posibilidad de participar del equipo que va al Mundial». Estos dos jugadores, especialmente un Caboclo que puede alternar los puestos de alero y ala-pívot, hubieran podido venir muy bien al seleccionado de Rubén Magnano, tanto para rejuvenecer al plantel como para dotar de mayores alternativas al juego de la verde amarela.

Por ese motivo, el seleccionador brasileño deberá atinar muy mucho sus rotaciones para poder llegar a unos cruces asequibles pero sin que sus principales referentes acusen demasiado el cansancio. Lo cierto es que el calendario de los de Magnano no es nada sencillo, ya que desde el momento del debut, frente a la campeona de Europa, Francia –por mucho que el combinado galo sufra de varias ausencias–, la exigencia será máxima. El segundo partido de Brasil será frente a Irán, tal vez un rival más asequible, pero ya el 1 de septiembre se las tendrá que ver con la selección española, anfitriona del evento. Después del descanso del día 2, Brasil terminará la primera fase contra Serbia y Egipto, respectivamente.

«Aventurar una posición en el grupo A sería un poco tonto de mi parte», declaraba un prudente Magnano en una entrevista a un medio argentino. «Es muy complicado porque hay una paridad bastante manifiesta. Si bien está claro que estamos hablando del campeón y del vice campeón europeo, más Serbia con todo lo que eso significa. Sin embargo, estoy muy confiado en llegar a una posición que nos permita estar a nuestra altura», añadía.

Es de suponer que Brasil podrá colarse entre los cuatro primeros y meterse en la segunda fase, un duelo de octavos contra uno de los cuatro primeros del grupo B, un grupo en el que participan Argentina, Croacia, Puerto Rico, Grecia, Senegal y Filipinas. Diríase que la verde amarela reza para evitar cruzarse con Argentina, selección que hasta en los recientes amistosos está logrando batir a Brasil. «Pese a no tener a Ginóbili, posee un equipo con mucho talento», reconocía Marcelinho Huertas.


DETALLES Y CONFIANZA


Bajo un estilo a veces lento y en el que la defensa ha primado sobre el pretérito juego brasileño del descontrol y los tiros a tutiplén, los de Magnano quieren perfeccionar su juego y resolver los problemas que en los últimos tiempos los han dejado lejos de los puestos honoríficos, por mucho que los hayan ido rondando. Asimismo, el cansancio por los partidos acumulados y las molestias físicas sobrevenidas, o detalles como las buenas o malas decisiones de sus creadores de juego, así como el puro y simple acierto en los lanzamientos lejanos –la época de Oscar y Marcel, o el posterior Rogerio Klafke, pasaron a la historia, al menos por ahora– y los tiros libres –los pívots brasileños sufrieron horrores en los Juegos Olímpicos, con Tiago Splitter sufriendo un hack en toda regla ante los pívots argentinos–, serán elementos esenciales de vital gestión para que la selección de Brasil pueda aspirar a ser más que un buen sparring.

«Tras ganar la NBA con los Spurs ahora quiero el Mundial con Brasil», explicaba en recientes fechas Splitter. El pívot de Joinville añadía que «tenemos muchos equipos grandes delante nuestro y vamos a tener que jugar perfecto para ganarlo. El fútbol y el basket son dos cosas totalmente distintas, pero al menos esperemos a hacer una buena fase de grupos y ver qué podemos hacer en los cruces».

Al final, es cuestión de confianza y de detalles. «Sé que Brasil en su los cruces dará su nivel sí o sí», opina Rubén Magnano. «El grupo es duro, pero no tenemos miedo de nadie. Cada partido será una batalla y nos encantaría llegar lejos en la competición. Brasil va a ser un equipo muy competitivo», añadía un Nene Hilario que remataba diciendo que «El equipo perdió muchos partidos el año pasado y tuvo un campeonato decepcionante. Ahora debemos mirar adelante. Hemos conseguido grandes resultados en los anteriores años, incluyendo una quinta posición en los Juegos de Londres. Hay muchos jugadores talentosos y los entrenadores han hecho un gran papel. Además, la selección de Brasil es una de las mejores del mundo y ahora deberíamos ganar una medalla en las próximas competiciones».

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por ARNAITZ GORRIT" /> DESCARGA GRATIS LA GUÍA BASKETME COPA DEL MUNDO 2014

«Ingresamos en la historia negativa de esta selección. Se dio un aluvión de circunstancias negativas que no supimos revertir y terminó quebrando a la gente. De haber tenido algún resultado poditivo entre medias, creo que no se hubiera dado esta quiebra, pero no se dio», reconocía cabizbajo el seleccionador Rubén Magnano, consciente de que semejante descalabro bien podía haber costado el puesto, aunque en principio el técnico cordobés es el llamado a guiar a la verde amarela hasta los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero Magnano era bien consciente de que, si para bien el equipo lo es todo, lo es también para mal.

«La responsabilidad de esta situación, en un alto porcentual, es para este grupo, y luego soy yo. Igual que en Mar Del Plata me sentí muy responsable de lo que se consiguió –en referencia a la clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012–, ahora me siento muy responsable de lo que aconteció. Pero no por el trabajo realizado, sino por la incapacidad de convencer a los jugadores de estar presentes representando a su país». En resumen, que el preparador argentino enviaba una pequeña «bomba atómica» a los pesos pesados ausentes como Barbosa, Splitter, Nene y Varejao, poniendo en cuestión su compromiso, uan cuestión que en más de una ocasión ha traído de cabeza al seleccionado brasileño.

Pero con la invitación de la FIBA, llegaron los ausentes, conformándose así un núcleo duro que juega de memoria, y en el que Marcelinho Huertas, Leandro Barbosa, Álex García, Marcus Vieira, Nene Hilario, Tiago Splitter y Anderson Varejao formarán la columna vertebral del conjunto. A ese septeto Larry James Taylor le dará defensa y un poco de pausa, mientras que los «abuelos» Guilherme Giovannoni y Marcelinho Machado –aunque en principio abandonaba la selección tras los Juegos Olímpicos de Londres– saldrán para aportar puntos con sus tiros lejanos y de paso abrir los espacios para las penetraciones de Barbosa y Huertas y para que los pívots, que salvo Nene Hilario, prefieren vivir cerca del aro que abrirse, puedan moverse con mayor comodidad.

Raúl Neto y Rafael Hettsheimeir, incorporados tras su buen papel en el Campeonato Sudamericano del pasado julio, torneo en el que la selección brasileña B conquistaba la tercera plaza, completarán la rotación. Raúl Neto, en su paso de tres años por Gipuzkoa Basket, ha adquirido galones y madurez, pero lo cierto es que su juego recuerda en mucha medida al de Huertas –quizá el de Belo Horizonte sea mejor pasador que el paulista– y Rubén Magnano ha preferido hasta la fecha usar al estadounidense nacionalizado Taylor como contrapunto a su base titular, de forma que Neto, que poco a poco ya merece que se olviden de emplear el diminutivo Raulzinho –algo que al propio jugador no le hace demasiada gracia–, volverá a ser el tercer base, salvo que emplee la frescura de sus piernas para ofrecer un gran tono defensivo, hasta el punto de convencer a Magnano de que merece ser el segundo base.

Por contra, aunque carece de la movilidad precisa para jugar de ala-pívot «moderno», Rafael Hettsheimeir sí ofrece una muñeca más que aseada para poder suponer una amenaza incluso en el lanzamiento triple, a lo que se le suma que Guilherme Giovannoni llega muy justo debido a un esguince de tobillo que ha lastrado en buena medida su preparación. «Ser invitados nos exige y nos obliga a dar un poco más. Somos conscientes de dónde estamos parados y la zona que nos tocó pero tengo la certeza de que vamos a competir muy bien y luego observar hasta dónde podemos llegar», advierte Rubén Magnano.


FALTA DE OXÍGENO


Argentina fue la bestia negra de Brasil en el Mundial de Turquía 2010 y en los Juegos Olímpicos. Brasil armó un seleccionado que demostró ser capaz de competir cara a cara con los mejores –llegando a perder por 70-68 ante los Estados Unidos en Turquía, pero después de haber ido durante mucho rato por delante en el marcador, y con la opción de que Huertas forzara la prórroga en las última jugada; más aún, esa jugada final bien pudo haber terminado con un «dos más uno» típico del repertorio de juego del «armador» paulista–, pero incapaz de superar los cruces. La albiceleste batió a su némesis en ambas ocasiones, luego de partidos vibrantes, sobre todo el que se pudo ver en el Mundial, con un duelo anotador de niveles estratosféricos entre Scola –37 tantos– y Huertas –32–. La cuestión es que en ambos encuentros Argentina mostró una variedad de recursos mayor que el combinado brasileño, muy supeditado a lo que crearan Huertas y Barbosa.

Claro que, la idea argentina fue que el peso del juego de la verde amarela recayera en los dos citados exteriores. Ambos han mostrado durante toda su carrera una absoluta querencia por jugarse los balones más comprometidos, sin miedo ni culpa alguna, aunque no siempre han sabido templar ni tomar la mejor decisión. Para forzar a los citados a arriesgar más balones de la cuenta, Argentina no dudaba en colapsar su zona, e impedir que Varejao y Splitter, incluso Hilario, pudieran recibir el balón en las inmediaciones del aro en posición ventajosa. Como ejemplo más claro, en el pick'n roll central, los defensores argentinos tenían la orden de su técnico de pasar de cuarto sistemáticamente, invitando a los exteriores a jugarse un lanzamiento lejano, en detrimento de una continuación culminada en pase. La estructura del plantel brasileño, con unos pívots de parecido patrón de juego por altos, rápidos y coordinados, pero sin fiabilidad en el tiro de media distancia ni excesivo talento al poste bajo, y necesidad imperiosa de espacios, terminaba por colapsar la zona de su ataque, algo que, aparte de dificultar el juego de ataque de los hombres altos, dificultaba que Barbosa y Huertas, incluso Álex Garcia, pudieran jugar en penetración –su juego preferido– tanto para poder tirar como doblar el pase. Por contra, los jugadores que pudieran abrirles los espacios, sufren en defensa a cuenta de su edad y sus achaques físicos que limitan su movilidad.

En ese sentido, la capacidad de tiro de Hettsheimeir, que consiguió descolgar al pívot Cristiano Felicio gracias a su habilidad para jugar abierto, está siendo un arma que está experimentando el combinado brasileño. Por ejemplo, pese a caer por 95-78 ante los Estados Unidos, «Hetts» causó bastante daño con sus tiros abiertos, sumando 13 puntos para el cuadro sudamericano. «Creo que estamos en el camino correcto. Por mi parte, quiero continuar con el trabajo para poder llegar lejos en el Mundial de España», explicaba el pívot de Araçatuba.

Pero un grano no hace granero y esa «falta de oxígeno», y no sólo en referencia a los espacios, porque Brasil presenta un combinado con una media de edad de 31 años, con solo cuatro jugadores por debajo de la treintena –Splitter y Marquinhos Vieira tienen 29 años, 28 Hettsheimeir y 22 Raúl Neto—, es el principal rival de un Brasil que, sí, cuenta con savia nueva, pero una savia nueva que, por el momento, prefiere escuchar los cantos de sirena de la NBA. Salvo Vitor Faverani, que después de haberse amoldado mejor de lo esperado al juego de la NBA –en unos Boston Celtics de saldo, eso sí–, ha tenido que someterse a una artroscopia en la rodilla, jugadores como Lucas Nogueira o el recientemente drafteado Bruno Caboclo preferían inscribirse en las Ligas de Verano de la NBA para afrontar su primera campaña en la liga profesional estadounidense.

«Muchos jóvenes fueron convocados, pero no conseguimos tenerlos con nosotros para trabajar», se lamentaba Rubén Magnano, que matizaba que «el jugador –Caboclo– fue convocado para los entrenamientos del equipo que viajará al Sudamericano pero optó por quedarse en la Liga de Verano de los Estados Unidos, entonces pierde automáticamente la chance de ser considerado para la Copa del Mundo», mientras que sobre Nogueira también reconocía que «estaba convocado para el Sudamericano, pero no lo pusimos en la lista porque sabíamos que no iba a participar. Eso lo excluye directamente de la posibilidad de participar del equipo que va al Mundial». Estos dos jugadores, especialmente un Caboclo que puede alternar los puestos de alero y ala-pívot, hubieran podido venir muy bien al seleccionado de Rubén Magnano, tanto para rejuvenecer al plantel como para dotar de mayores alternativas al juego de la verde amarela.

Por ese motivo, el seleccionador brasileño deberá atinar muy mucho sus rotaciones para poder llegar a unos cruces asequibles pero sin que sus principales referentes acusen demasiado el cansancio. Lo cierto es que el calendario de los de Magnano no es nada sencillo, ya que desde el momento del debut, frente a la campeona de Europa, Francia –por mucho que el combinado galo sufra de varias ausencias–, la exigencia será máxima. El segundo partido de Brasil será frente a Irán, tal vez un rival más asequible, pero ya el 1 de septiembre se las tendrá que ver con la selección española, anfitriona del evento. Después del descanso del día 2, Brasil terminará la primera fase contra Serbia y Egipto, respectivamente.

«Aventurar una posición en el grupo A sería un poco tonto de mi parte», declaraba un prudente Magnano en una entrevista a un medio argentino. «Es muy complicado porque hay una paridad bastante manifiesta. Si bien está claro que estamos hablando del campeón y del vice campeón europeo, más Serbia con todo lo que eso significa. Sin embargo, estoy muy confiado en llegar a una posición que nos permita estar a nuestra altura», añadía.

Es de suponer que Brasil podrá colarse entre los cuatro primeros y meterse en la segunda fase, un duelo de octavos contra uno de los cuatro primeros del grupo B, un grupo en el que participan Argentina, Croacia, Puerto Rico, Grecia, Senegal y Filipinas. Diríase que la verde amarela reza para evitar cruzarse con Argentina, selección que hasta en los recientes amistosos está logrando batir a Brasil. «Pese a no tener a Ginóbili, posee un equipo con mucho talento», reconocía Marcelinho Huertas.


DETALLES Y CONFIANZA


Bajo un estilo a veces lento y en el que la defensa ha primado sobre el pretérito juego brasileño del descontrol y los tiros a tutiplén, los de Magnano quieren perfeccionar su juego y resolver los problemas que en los últimos tiempos los han dejado lejos de los puestos honoríficos, por mucho que los hayan ido rondando. Asimismo, el cansancio por los partidos acumulados y las molestias físicas sobrevenidas, o detalles como las buenas o malas decisiones de sus creadores de juego, así como el puro y simple acierto en los lanzamientos lejanos –la época de Oscar y Marcel, o el posterior Rogerio Klafke, pasaron a la historia, al menos por ahora– y los tiros libres –los pívots brasileños sufrieron horrores en los Juegos Olímpicos, con Tiago Splitter sufriendo un hack en toda regla ante los pívots argentinos–, serán elementos esenciales de vital gestión para que la selección de Brasil pueda aspirar a ser más que un buen sparring.

«Tras ganar la NBA con los Spurs ahora quiero el Mundial con Brasil», explicaba en recientes fechas Splitter. El pívot de Joinville añadía que «tenemos muchos equipos grandes delante nuestro y vamos a tener que jugar perfecto para ganarlo. El fútbol y el basket son dos cosas totalmente distintas, pero al menos esperemos a hacer una buena fase de grupos y ver qué podemos hacer en los cruces».

Al final, es cuestión de confianza y de detalles. «Sé que Brasil en su los cruces dará su nivel sí o sí», opina Rubén Magnano. «El grupo es duro, pero no tenemos miedo de nadie. Cada partido será una batalla y nos encantaría llegar lejos en la competición. Brasil va a ser un equipo muy competitivo», añadía un Nene Hilario que remataba diciendo que «El equipo perdió muchos partidos el año pasado y tuvo un campeonato decepcionante. Ahora debemos mirar adelante. Hemos conseguido grandes resultados en los anteriores años, incluyendo una quinta posición en los Juegos de Londres. Hay muchos jugadores talentosos y los entrenadores han hecho un gran papel. Además, la selección de Brasil es una de las mejores del mundo y ahora deberíamos ganar una medalla en las próximas competiciones».

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por ARNAITZ GORRIT" data-page-subject="true" />
 
 
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Copa del Mundo 2014: Análisis de Brasil, por Arnaitz Gorriti
BasketMe  | 29.08.2014 - 16:37h.
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«Queremos luchar por lo más alto, nuestro equipo tiene calidad». Por si no quedara claro, Marcelinho Huertas despejaba las dudas sobre las ambiciones de la verde amarela para el Mundial 2014. Pero lo cierto es que de no haber habido una invitación de la FIBA, Brasil no hubiera podido estar en la cita de España. Su Torneo de las Américas de 2013 resultó calamitoso, cosechando una sonrojante novena plaza, firmando sendas derrotas ante Puerto Rico, Canadá, Uruguay y Jamaica. La ausencia de jugadores como Splitter, Hilario, Barbosa o Varejao se notó en exceso. Sorprendió incluso que hombres como Huertas, habituados a asumir la responsabilidad, se mostraran en apariencia 'remolones', siendo un sorprendente Guilherme Giovannoni el único capaz de superar los diez puntos por partido.

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«Ingresamos en la historia negativa de esta selección. Se dio un aluvión de circunstancias negativas que no supimos revertir y terminó quebrando a la gente. De haber tenido algún resultado poditivo entre medias, creo que no se hubiera dado esta quiebra, pero no se dio», reconocía cabizbajo el seleccionador Rubén Magnano, consciente de que semejante descalabro bien podía haber costado el puesto, aunque en principio el técnico cordobés es el llamado a guiar a la verde amarela hasta los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero Magnano era bien consciente de que, si para bien el equipo lo es todo, lo es también para mal.

«La responsabilidad de esta situación, en un alto porcentual, es para este grupo, y luego soy yo. Igual que en Mar Del Plata me sentí muy responsable de lo que se consiguió –en referencia a la clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012–, ahora me siento muy responsable de lo que aconteció. Pero no por el trabajo realizado, sino por la incapacidad de convencer a los jugadores de estar presentes representando a su país». En resumen, que el preparador argentino enviaba una pequeña «bomba atómica» a los pesos pesados ausentes como Barbosa, Splitter, Nene y Varejao, poniendo en cuestión su compromiso, uan cuestión que en más de una ocasión ha traído de cabeza al seleccionado brasileño.

Pero con la invitación de la FIBA, llegaron los ausentes, conformándose así un núcleo duro que juega de memoria, y en el que Marcelinho Huertas, Leandro Barbosa, Álex García, Marcus Vieira, Nene Hilario, Tiago Splitter y Anderson Varejao formarán la columna vertebral del conjunto. A ese septeto Larry James Taylor le dará defensa y un poco de pausa, mientras que los «abuelos» Guilherme Giovannoni y Marcelinho Machado –aunque en principio abandonaba la selección tras los Juegos Olímpicos de Londres– saldrán para aportar puntos con sus tiros lejanos y de paso abrir los espacios para las penetraciones de Barbosa y Huertas y para que los pívots, que salvo Nene Hilario, prefieren vivir cerca del aro que abrirse, puedan moverse con mayor comodidad.

Raúl Neto y Rafael Hettsheimeir, incorporados tras su buen papel en el Campeonato Sudamericano del pasado julio, torneo en el que la selección brasileña B conquistaba la tercera plaza, completarán la rotación. Raúl Neto, en su paso de tres años por Gipuzkoa Basket, ha adquirido galones y madurez, pero lo cierto es que su juego recuerda en mucha medida al de Huertas –quizá el de Belo Horizonte sea mejor pasador que el paulista– y Rubén Magnano ha preferido hasta la fecha usar al estadounidense nacionalizado Taylor como contrapunto a su base titular, de forma que Neto, que poco a poco ya merece que se olviden de emplear el diminutivo Raulzinho –algo que al propio jugador no le hace demasiada gracia–, volverá a ser el tercer base, salvo que emplee la frescura de sus piernas para ofrecer un gran tono defensivo, hasta el punto de convencer a Magnano de que merece ser el segundo base.

Por contra, aunque carece de la movilidad precisa para jugar de ala-pívot «moderno», Rafael Hettsheimeir sí ofrece una muñeca más que aseada para poder suponer una amenaza incluso en el lanzamiento triple, a lo que se le suma que Guilherme Giovannoni llega muy justo debido a un esguince de tobillo que ha lastrado en buena medida su preparación. «Ser invitados nos exige y nos obliga a dar un poco más. Somos conscientes de dónde estamos parados y la zona que nos tocó pero tengo la certeza de que vamos a competir muy bien y luego observar hasta dónde podemos llegar», advierte Rubén Magnano.


FALTA DE OXÍGENO


Argentina fue la bestia negra de Brasil en el Mundial de Turquía 2010 y en los Juegos Olímpicos. Brasil armó un seleccionado que demostró ser capaz de competir cara a cara con los mejores –llegando a perder por 70-68 ante los Estados Unidos en Turquía, pero después de haber ido durante mucho rato por delante en el marcador, y con la opción de que Huertas forzara la prórroga en las última jugada; más aún, esa jugada final bien pudo haber terminado con un «dos más uno» típico del repertorio de juego del «armador» paulista–, pero incapaz de superar los cruces. La albiceleste batió a su némesis en ambas ocasiones, luego de partidos vibrantes, sobre todo el que se pudo ver en el Mundial, con un duelo anotador de niveles estratosféricos entre Scola –37 tantos– y Huertas –32–. La cuestión es que en ambos encuentros Argentina mostró una variedad de recursos mayor que el combinado brasileño, muy supeditado a lo que crearan Huertas y Barbosa.

Claro que, la idea argentina fue que el peso del juego de la verde amarela recayera en los dos citados exteriores. Ambos han mostrado durante toda su carrera una absoluta querencia por jugarse los balones más comprometidos, sin miedo ni culpa alguna, aunque no siempre han sabido templar ni tomar la mejor decisión. Para forzar a los citados a arriesgar más balones de la cuenta, Argentina no dudaba en colapsar su zona, e impedir que Varejao y Splitter, incluso Hilario, pudieran recibir el balón en las inmediaciones del aro en posición ventajosa. Como ejemplo más claro, en el pick'n roll central, los defensores argentinos tenían la orden de su técnico de pasar de cuarto sistemáticamente, invitando a los exteriores a jugarse un lanzamiento lejano, en detrimento de una continuación culminada en pase. La estructura del plantel brasileño, con unos pívots de parecido patrón de juego por altos, rápidos y coordinados, pero sin fiabilidad en el tiro de media distancia ni excesivo talento al poste bajo, y necesidad imperiosa de espacios, terminaba por colapsar la zona de su ataque, algo que, aparte de dificultar el juego de ataque de los hombres altos, dificultaba que Barbosa y Huertas, incluso Álex Garcia, pudieran jugar en penetración –su juego preferido– tanto para poder tirar como doblar el pase. Por contra, los jugadores que pudieran abrirles los espacios, sufren en defensa a cuenta de su edad y sus achaques físicos que limitan su movilidad.

En ese sentido, la capacidad de tiro de Hettsheimeir, que consiguió descolgar al pívot Cristiano Felicio gracias a su habilidad para jugar abierto, está siendo un arma que está experimentando el combinado brasileño. Por ejemplo, pese a caer por 95-78 ante los Estados Unidos, «Hetts» causó bastante daño con sus tiros abiertos, sumando 13 puntos para el cuadro sudamericano. «Creo que estamos en el camino correcto. Por mi parte, quiero continuar con el trabajo para poder llegar lejos en el Mundial de España», explicaba el pívot de Araçatuba.

Pero un grano no hace granero y esa «falta de oxígeno», y no sólo en referencia a los espacios, porque Brasil presenta un combinado con una media de edad de 31 años, con solo cuatro jugadores por debajo de la treintena –Splitter y Marquinhos Vieira tienen 29 años, 28 Hettsheimeir y 22 Raúl Neto—, es el principal rival de un Brasil que, sí, cuenta con savia nueva, pero una savia nueva que, por el momento, prefiere escuchar los cantos de sirena de la NBA. Salvo Vitor Faverani, que después de haberse amoldado mejor de lo esperado al juego de la NBA –en unos Boston Celtics de saldo, eso sí–, ha tenido que someterse a una artroscopia en la rodilla, jugadores como Lucas Nogueira o el recientemente drafteado Bruno Caboclo preferían inscribirse en las Ligas de Verano de la NBA para afrontar su primera campaña en la liga profesional estadounidense.

«Muchos jóvenes fueron convocados, pero no conseguimos tenerlos con nosotros para trabajar», se lamentaba Rubén Magnano, que matizaba que «el jugador –Caboclo– fue convocado para los entrenamientos del equipo que viajará al Sudamericano pero optó por quedarse en la Liga de Verano de los Estados Unidos, entonces pierde automáticamente la chance de ser considerado para la Copa del Mundo», mientras que sobre Nogueira también reconocía que «estaba convocado para el Sudamericano, pero no lo pusimos en la lista porque sabíamos que no iba a participar. Eso lo excluye directamente de la posibilidad de participar del equipo que va al Mundial». Estos dos jugadores, especialmente un Caboclo que puede alternar los puestos de alero y ala-pívot, hubieran podido venir muy bien al seleccionado de Rubén Magnano, tanto para rejuvenecer al plantel como para dotar de mayores alternativas al juego de la verde amarela.

Por ese motivo, el seleccionador brasileño deberá atinar muy mucho sus rotaciones para poder llegar a unos cruces asequibles pero sin que sus principales referentes acusen demasiado el cansancio. Lo cierto es que el calendario de los de Magnano no es nada sencillo, ya que desde el momento del debut, frente a la campeona de Europa, Francia –por mucho que el combinado galo sufra de varias ausencias–, la exigencia será máxima. El segundo partido de Brasil será frente a Irán, tal vez un rival más asequible, pero ya el 1 de septiembre se las tendrá que ver con la selección española, anfitriona del evento. Después del descanso del día 2, Brasil terminará la primera fase contra Serbia y Egipto, respectivamente.

«Aventurar una posición en el grupo A sería un poco tonto de mi parte», declaraba un prudente Magnano en una entrevista a un medio argentino. «Es muy complicado porque hay una paridad bastante manifiesta. Si bien está claro que estamos hablando del campeón y del vice campeón europeo, más Serbia con todo lo que eso significa. Sin embargo, estoy muy confiado en llegar a una posición que nos permita estar a nuestra altura», añadía.

Es de suponer que Brasil podrá colarse entre los cuatro primeros y meterse en la segunda fase, un duelo de octavos contra uno de los cuatro primeros del grupo B, un grupo en el que participan Argentina, Croacia, Puerto Rico, Grecia, Senegal y Filipinas. Diríase que la verde amarela reza para evitar cruzarse con Argentina, selección que hasta en los recientes amistosos está logrando batir a Brasil. «Pese a no tener a Ginóbili, posee un equipo con mucho talento», reconocía Marcelinho Huertas.


DETALLES Y CONFIANZA


Bajo un estilo a veces lento y en el que la defensa ha primado sobre el pretérito juego brasileño del descontrol y los tiros a tutiplén, los de Magnano quieren perfeccionar su juego y resolver los problemas que en los últimos tiempos los han dejado lejos de los puestos honoríficos, por mucho que los hayan ido rondando. Asimismo, el cansancio por los partidos acumulados y las molestias físicas sobrevenidas, o detalles como las buenas o malas decisiones de sus creadores de juego, así como el puro y simple acierto en los lanzamientos lejanos –la época de Oscar y Marcel, o el posterior Rogerio Klafke, pasaron a la historia, al menos por ahora– y los tiros libres –los pívots brasileños sufrieron horrores en los Juegos Olímpicos, con Tiago Splitter sufriendo un hack en toda regla ante los pívots argentinos–, serán elementos esenciales de vital gestión para que la selección de Brasil pueda aspirar a ser más que un buen sparring.

«Tras ganar la NBA con los Spurs ahora quiero el Mundial con Brasil», explicaba en recientes fechas Splitter. El pívot de Joinville añadía que «tenemos muchos equipos grandes delante nuestro y vamos a tener que jugar perfecto para ganarlo. El fútbol y el basket son dos cosas totalmente distintas, pero al menos esperemos a hacer una buena fase de grupos y ver qué podemos hacer en los cruces».

Al final, es cuestión de confianza y de detalles. «Sé que Brasil en su los cruces dará su nivel sí o sí», opina Rubén Magnano. «El grupo es duro, pero no tenemos miedo de nadie. Cada partido será una batalla y nos encantaría llegar lejos en la competición. Brasil va a ser un equipo muy competitivo», añadía un Nene Hilario que remataba diciendo que «El equipo perdió muchos partidos el año pasado y tuvo un campeonato decepcionante. Ahora debemos mirar adelante. Hemos conseguido grandes resultados en los anteriores años, incluyendo una quinta posición en los Juegos de Londres. Hay muchos jugadores talentosos y los entrenadores han hecho un gran papel. Además, la selección de Brasil es una de las mejores del mundo y ahora deberíamos ganar una medalla en las próximas competiciones».

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por ARNAITZ GORRITI




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