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El contraataque: Lo que te hace grande, por Juan Carlos Sánchez
Juan Carlos Sánchez  | 15.09.2019 - 19:03h.
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Escribo esto mientras celebro la victoria de hoy con la sensación de que cada una de las ideas que me vienen a la mente podría haberlas escrito igualmente antes de empezar el partido, y una derrota no les habría restado un ápice de validez. Es más, en cierto modo creo que sirven igualmente para describir a Argentina y a un eterno Luis Scola, al que llevamos disfrutando (y yo, particularmente, padeciendo) muchos años.

Han llovido trece años desde aquel Mundial de Japón que bien recordarán Rudy y Marc, convertidos entonces en estrellas en ciernes de un grupo de jugadores que ha dejado una huella indeleble en el devenir de nuestro deporte. El aro escupió entonces aquel triple de Nocioni al mismo tiempo que las lágrimas de impotencia de Pau Gasol alimentaban al resto de compañeros en una de las mayores muestras de solidaridad colectiva y mentalidad ganadora que recuerdo, y que arrolló a una selección griega incapaz de hacer frente a tal respuesta.


Años exitosos que han dado paso a un siempre difícil cambio de piel, sin aquel extenso derroche de talento individual, pero sin perder un ápice de esa esencia basada en el compromiso, el carácter y la mentalidad ganadora, convertidas ya en señas de identidad que fácilmente se contagian a quienes se presentas dispuestos a impregnarse de ellas.



Trece años después, esta vez en China, donde se consiguió una plata olímpica de un mérito extraordinario, nuestro baloncesto ha vuelto a regalarnos un campeonato del mundo pero, sobre todo, a refrescarnos la lección, cimentar la enseñanza y poner de nuevo en valor algo que va más allá de lo deportivo. Porque lo de hoy, lo de este Mundial, lo de esta selección a lo largo de estos años no va sólo de baloncesto. El baloncesto, al final, se convierte en una excusa deportiva perfecta para, como decía hoy Pau Gasol (el emblema de todo esto), presentarnos una forma de vida, una lección de vida.


Por eso, permitidme que hoy no hable de pick and roll, de la defensa sobre Scola, de lo bien que se ha cerrado el rebote, del enorme esfuerzo para salir indemne de la presión argentina tras el desgaste de las dos prórrogas contra Australia. Permitidme, igualmente, que tampoco me extienda en la maestría táctica y psicológica de Sergio Scariolo y sus ayudantes, ni en cómo ha preparado al equipo para cada partido del torneo.



De verdad que hoy eso da igual. Hoy no jugaban la final las dos selecciones más talentosas de la competición (ofensivamente hablando), pero sí las que más y mejor han trabajado. Hoy se han ganado la solidaridad, el trabajo, el esfuerzo, la confianza, la fortaleza mental ante las críticas menos constructivas, la generosidad, la humildad y el sacrificio de todos. Porque esta selección es, sobre todo, eso. Y eso nos alegra, nos reconforta, nos ilusiona, nos enseña y nos acerca un poco más al triunfo a quienes pensamos que ese es el único camino, la única receta posible para alcanzar el éxito. Por eso, no me cansaré de agradecer este particular regalo a los campeones que ya fueron, a cada uno de los que hoy también lo son, y también a los que estuvieron en las polémicas "ventanas" haciendo posible lo de hoy.


Termino con unas palabras del propio seleccionador Sergio Scariolo: sólo con el corazón no ganas. Hay que añadir la cabeza. El legado que queremos dejar es esto; que se puede competir y hay que buscar la forma de hacerlo, y que sentir el amor por lo que haces te lleva a superar barreras, montañas, que parecían insuperables.


Y en esto somos campeones del mundo.





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Noticia publicada por Juan Carlos Sánchez

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