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Rio 2016 (B): Análisis de Argentina, por Iván Fernández
BasketMe  | 07.08.2016 - 14:12h.
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Aunque tirar del tópico gardeliano para hablar de Argentina raya lo indecente, en esta ocasión la efeméride podría estar justificada. Trazar la línea que define una generación es siempre una tarea compleja. Hablar de un equipo en términos como orgullo, trabajo, casta, corazón… suele ser un ejercicio vano de topiquismo. Sin embargo, hablar de la actual selección argentina obliga a detenerse en su más que merecido nombre de generación dorada, así como a no pasar por alto, junto al innegable talento de su núcleo de jugadores, la creación en torno a una idea de compromiso de una de las tres mejores selecciones del mundo en la última década.

 


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Se podría establecer un trabajo de arqueología emocional que llevara a la figura de Leon Najnudel (incluso a la de Ranko Zeravica) y a la creación de la liga nacional. Hablar de aquella fatídica semifinal del Mundial sub22 de 1997 ante Australia, o de cómo poco a poco muchos de aquellos jugadores que empezaban a despuntar fueron dando el salto a Europa para crecer desde abajo: Ginobili y Montechia en Reggio, Nocioni en Manresa, Scola y Jasen en Gijón, Prigioni en Fuenlabrada… ya fuera en forma de cesiones o de primeras oportunidades, muchos de ellos siguieron la ruta menos cómoda, pero a la vez la más provechosa para conocer las dos caras del éxito baloncestístico.


Pero sea como fuere, no cabe duda de que la primera gran confirmación llegaba en el Torneo de las Américas de Nuequen en aquel agosto de 2001, donde con una exhibición del juego de pase y un baloncesto tan atractivo como eficaz, Argentina, liderada por Manu Ginobili, se colgaba la medalla de oro y con ello se garantizaba la participación en un Mundial de Indianápolis en el que definitivamente entraría en la historia con su inapelable victoria sobre la selección anfitriona.


La plata del Mundial, el oro olímpico en Atenas y un sinfín de resultados unidos a una imagen reconocible y única definían a un cuadro que en aquel 2001 como local comenzaba a forjar su leyenda. De aquella selección, permanecen hoy rumbo a Río tres jugadores: Ginobili, Nocioni y Scola. Tres jugadores que curiosamente debutaban hace 20 temporadas.


Y es que, aunque de edades distintas, en aquella 1995/96 Ferrocarril, Andino y Racing daban la primera oportunidad “profesional” a Luis, Manu y Andrés. Esa misma campaña terminaba con los Juegos de Atlanta, a los que Argenina regresaba tras 44 años de ausencia. Al frente de aquella selección figuraba un Guillermo Vechio tachado de loco por hablar abiertamente de que a corto plazo Argentina pelearía por las medallas. No le faltaba razón… aunque no fuera en Atlanta, y eso que allí, hace 20 años, Argentina ya dio sus primeros zarpazos.


En aquel grupo estaban dos jóvenes, Fabricio Oberto y Rubén Wolkowyski, e incluso entre los asistentes de Vechio se hallaba Rubén Magnano. No obstante los referentes eran otros, en especial Espil (cuarto máximo anotador de esos Juegos) Nicola y el gran Milanesio. Argentina debutaba en los Juegos ante la anfitriona USA, que contaba con cinco jugadores del Dream Team original (el dúo de los Jazz Stockton-Malone, Robinson, Barkley y Pippen), a los que se habían sumado Shaquille O’Neal, Hakeem Olajuwon, Gary Payton o Reggie Miller entre otros. Un equipo llamado a arrasar como acabaría haciendo, pero que en el debut habría de sufrir la “humillación” de pedir hasta dos tiempos muertos. Y es que en aquel debut, en el partido que se tuvo que jugar a media luz tras un apagón, Argentina lograba llegar al descanso cediendo por un exiguo 46-44.


Un día después, el cuadro de Vechio doblaba la apuesta derrotando a la Lituania de Marciulionis y Sabonis, vigente plata europea y bronce olímpico… aunque a un coste muy duro: las lesiones de Nicola y Wolkowyski. Esas lesiones serían el punto de inflexión negativo de un equipo que caía eliminado pero que durante unos días había asombrado a propios y extraños. A fuerza de ser iluso, no es difícil imaginar a los tres chavales que habían debutado ese año soñando con seguir esa senda.


Un año más tarde, dos de ellos, Scola y Ginobili (acompañados de Pepe Sánchez, Oberto, Palladino, Leo Gutiérrez, Victoriano o Gabi Fernández) sufrirían la agónica derrota en las semifinales del Mundial sub 22 ante la anfitriona Australia, pero la semilla ya estaba plantada... tanto que esos ocho jugadores citados serían sólo cinco años más tarde subcampeones del mundo acompañados de Montechia, Schonochini, del propio Nocioni y de Magnano o Wolkowyski, cómo no. De aquellos ocho, seis estarían en el oro olímpico de 2004 y aún hoy dos de ellos (Ginobili y Scola), acompañados de otros dos oros como Chapu o Delfino van camino  de otros Juegos.


 


El equipo


Cantaba Le Punk aquello de “No se puede vivir del recuerdo, ni vivir sin recordar”, y algo así parece afrontar la nueva selección de baloncesto de Argentina. Una Argentina feliz con la vuelta de Manu Ginobili y sorprendida con el regreso, tres años después de su último partido, de Carlos Delfino para completar un póker de campeones olímpicos con los incombustibles Nocioni y Scola. Una Argentina también de presente encarnada en Campazzo o Laprovittola, que mira más allá con Brussino, Deck o Garino como máximos exponentes y donde en la recámara aguardan apellidos como Vildoza, Vaulet o Fjellerup.


Con esos mimbres, el “Alma” llega a Brasil con su tradicional hambre y una idea de juego bien definida. Con Ginobili como jefe y Scola como referencia  interior, el cuadro albiceleste presenta un conjunto definido de roles en el que la gran duda vuelve a ser la respuesta del juego interior. El buen nivel defensivo de Delia debe ser de ayuda, así como los posibles minutos en el puesto de cuatro de Nocioni a la espera de que alguna rotación extra pueda aliviar las previsibles minutadas de Scola. Mejorado en defensa y rebote, pero aún con necesidad de dar un paso más en ataque, el papel de Delia pasa por ser clave para un mayor equilibrio en la precaria pintura. Y es que si bien en momentos puntuales no será raro ver a los cuatros miembros de la generación dorada en pista, la configuración hacía el small ball con el ‘Chapu’ Nocioni de 4 y Scola de 5 deja serias dudas defensivas.


Por fuera, con la solvencia asegurada en los bases y con la ascendencia de Ginobili dirigiendo el juego, la solidez de Garino parece asegurar nivel defensivo y equilibrio en el  juego, a la espera del nivel real de Delfino o de la esperada explosión de Brussino.


Tras una preparación muy exigente en cuanto a los rivales pero no tanto en las intenciones, el cuadro de Hernández llega a Río con una idea clara que gira en torno a la necesidad de ajustar las rotaciones, protegiendo las piernas de los históricos y la exigencia de los nuevos. Encuadrada en un grupo extremadamente duro, Argentina tiene argumentos, historia y jugadores para buscar no sólo el pase a cuartos sino un cruce benévolo que permita optar a su cuarta semifinal consecutiva. De la capacidad para gestionar los ritmos y el nivel defensivo dependerán buena parte de las aspiraciones de un equipo obstinado en seguir haciendo historia cueste lo que cueste.


 


La plantilla


Ciclotímico por momentos pero en gran forma en la preparación, Nicolas Laprovittola llega a los Juegos muy asentado en su rol tras un año complicado a caballo entre Vilnius y Madrid. Con mucho margen de mejora en defensa pero con la baza de mezclar a la perfección con Ginobili, su capacidad de buscar el aro, sus rachas de triples y su capacidad de aparecer en los momentos clave han de ser fundamentales en Río.


Relanzado tras un gran año en Murcia, Facundo Campazzo deberá adaptarse a dos velocidades distintas en la nueva configuración de la selección.  Veloz, creativo y valiente, su sentido del riesgo y del ritmo pueden ser fundamentales en los momentos de atasco, pero a la par, la vuelta de Ginobili y la ascendencia del de los Spurs en el estático obligan a ‘Facu’ a asumir ritmos menos propicios a su estilo y a su tendencia de manejar el balón. Importante seguro en la primera de las tesituras, una buena adaptación a la segunda sería una excelsa noticia para los intereses albicelestes. 


De regreso tras cuatro años de ausencia, la vuelta a la selección de Manu Ginobili eleva al instante las posibilidades de una Argentina que tendrá en el de los Spurs a algo más que un líder. Tras confirmar su continuidad por, al menos, una temporada más en San Antonio, Ginobili se centra ahora en llevar a Argentina a la que podría ser su cuarta semifinal consecutiva en unos Juegos. Lejos de la exuberancia física de sus inicios cuando atacaba el aro con poética violencia, el de Bahía Blanca ha ido modulando su juego logrando dibujar un tramo final de carrera aún notable. Cómodo dirigiendo el estático, creando desde el pick and roll o ejerciendo tan pronto de “padre” como de referente anotador, Ginobili deberá dosificar su respuesta física, pero a poco que lo consiga a buen seguro volverá a ser una de las sensaciones del torneo y sin duda uno de sus pocos jugadores genuinamente diferentes y capaces de seguir sorprendiendo. 


Tras tres años sin jugar el estado físico en competición de Carlos Delfino es una de las grandes incógnitas del plantel argentino. Entrando en dinámica poco a poco en la preparación, no parece que se pueda esperar la exuberancia de antaño, pero aún así, la facilidad para levantarse desde el triple, la experiencia y la elegancia en el juego parecen aseguradas.


Recién firmado por los Dallas Mavericks, Nicolás Brussino es otra de las grandes esperanzas para encarar el relevo de la generación dorada. Con problemas para defender a exteriores pequeños, a Brussino aún le quedan un montón de cosas que asentar en su juego, pero a cambio tiene casi todo lo demás: clase para aburrir, visión de juego, tiro… Poco acostumbrado a este nivel de exigencia y más cómodo cuando manda y genera desde el centro, este verano aún deberá conformarse con un rol más encaminado al tiro exterior.


Alternando los puestos de escolta o alero, Patricio Garino  está llamado a ser un jugador clave, como ya lo fuera en el pasado Torneo de las Américas. Muy mejorado en su tiro exterior, al menos a pies parados, Garino destaca por su enorme capacidad defensiva, su facilidad para atravesar la pista y su sexto sentido para aparecer en los momentos oportunos. Capaz de minimizar los errores, su presencia ha de ser el termómetro atrás de una selección necesitada en ese costado.


Partiendo como tres titular, pero con previsibles minutos como cuatro (donde a nivel de club se ha instalado definitivamente), Andrés Nocioni pasa por ser otro de los focos de atención de Argentina. Cada día mejor tirador, el ‘Chapu’ conserva la competitividad y el instinto para aparecer en el momento justo, pero debe dosificar sus momentos de impacto y su tendencia a salirse del partido. Mucho menos protegido que en el Madrid, cuando actúe como cuatro va a necesitar altas dosis de concentración.


Con capacidad para jugar como alero o falso cuatro, Gabriel Deck sigue quemando etapas en su ascensión a la élite albiceleste. Mejorado en el tiro, su versatilidad le da opciones que se suman a su facilidad para impactar en períodos cortos de tiempo gracias a su fuerza y a su carácter decidido.


Dada la configuración argentina, Luis Scola pasa por ser probablemente el jugador más importante de la plantilla de Sergio Hernández. Exteriorizado en los Raptors hasta el punto de convertirse casi en un jugador puramente abierto, con la albiceleste todo parece indicar que volveremos a disfrutar de su garra, su clase y su excelso repertorio ofensivo. Fiel verano tras verano, su gran papel el año pasado en el FIBA Américas invita al optimismo al menos en la parcela atacante. Presumiblemente llamado a disfrutar de auténticas minutadas, queda ver la respuesta en los minutos en los que tenga que ejercer como center.  


Cuestionable, cuanto menos, en defensa o en el rebote, Leo Mainoldi parte con una clara  misión: tiro exterior, generar espacios y poco más. Su experiencia en otros baloncestos puede ayudar en momentos puntuales, aunque aún no ha acabado de completar un buen torneo con la selección.


Notable en defensa, Marcos Delia ha ganado recursos en el poste bajo y carga con solvencia el rebote ofensivo a base de movilidad.  Fundamental para el equilibrio interior, Delia debe cuidar las faltas y tener paciencia ante jugadores de más tallas y mucho más recorrido internacional. Con dudas en cuanto a su continuidad en el juego, referentes como el de la defensa el verano pasado a Gustavo Ayón en el partido decisivo para la clasificación olímpica deberían reforzar su autoconvencimiento.


Tras imponerse a Galizzi en la lucha por la última plaza interior, Roberto Acuña parte, en principio, con un rol limitado pero con cierto impacto ofensivo. Buenas manos y sentido para explotar el pick and roll pasan por ser sus principales virtudes, a las que en la preparación ha unido capacidad de intimidación.


 


El entrenador


En su segunda etapa al frente de la selección, y tras una nueva alternancia con Julio Lamas, Sergio Hernández mantiene la llama de la generación dorada mientras dirige un relevo menos traumático de lo esperado. Bronce en los Juegos de Pekin 2008, no llega al instinto de Magnano pero tiene las ideas claras y goza del respeto de la plantilla.


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