La Opinión
La Hora de los Mindundis: Brad Holland
Meej  | 25.05.2007 - 13:09h.
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En el sexto partido de la final del 80, “Magic” no fue el único rookie al que se le pidió que reemplazara a un compañero.




El 14 de Mayo de 1980 los Lakers vencieron a los Sixers en el 5º partido de la final de la NBA para tomar una ventaja 3-2, pero a costa de perder a su MVP Kareem Abdul-Jabbar por una lesión de tobillo. Planteando el sexto (y, a la postre, último) partido de la serie, el entrenador de Lakers Paul Westhead se dirigió a uno de sus jugadores, un rookie héroe local elegido en primera ronda, y le advirtió de que estuviera especialmente preparado ya que su concurso sería más necesario que otras veces. El rookie jugó su mejor partido de la temporada y quizás de su carrera, y en parte gracias a ello los Lakers conquistaron el título de campeones de la NBA temporada 79-80.




Me refiero a Brad Holland.




La legendaria historia de “Magic” Johnson saliendo de “cinco” para sustituir al lesionado Jabbar se ha hecho tan famosa que ha llevado al olvido otros detalles de aquel día. Incluso detalles que en su día fueron muy conocidos, como el descenso a los infiernos de Spencer Haywood.




Si “Magic” tuvo que ocupar una plaza en el frontcourt (al menos nominalmente, ya que su juego fue más parecido al habitual), no se debió solamente a la lesión de Kareem. Inicialmente, los Lakers habían planteado la temporada con un juego interior formado por Abdul-Jabbar, Jim Chones (antigua estrella universitaria fichada a precio de oro por la ABA que no llegó a cuajar del todo en profesionales, pero que era un complemento sobrio y efectivo) y Spencer Haywood, que venía a llenar ese agujero al “cuatro” como compañero de Jabbar que no habían logrado cubrir los Lakers y que había llegado en un traspaso a cambio del joven anotador Adrian Dantley. Sin embargo, Haywood ya arrastraba una fama un tanto equívoca desde su etapa en los Knicks, cuando se enganchó a la cocaína. Aunque pareció recuperarse en los Jazz, la llegada a Los Ángeles reactivó su adicción a niveles más altos que nunca. Los 20-10 iniciales devinieron en 15-7, luego en 7-4 y finalmente al fondo del banquillo como cuarto pívot después de que los Lakers se olieran el percal y trajeran a mitad de temporada al sobrio Mark Landsberger (sujeto pasivo de miles de fotos y pósters) para completar la rotación interior. Esto enfureció a Haywood, que acusó a Westhead de usar “mentiras” para justificar el descenso de sus minutos de juego; una noche de drogas y excesos llegó a plantearse contratar a un asesino a sueldo para que matara a su entrenador.




Todo esto culminó tras el segundo partido de la final. Los Sixers habían vencido en Los Ángeles, robando el factor cancha, y el vestuario Laker culpó a Haywood de la derrota por las constantes distracciones que causaba. Apenas había podido participar testimonialmente en la final (cinco minutos en dos partidos), y tras presentarse después de 24 horas ininterrumpidas de cuelgue, se quedó dormido durante los estiramientos antes del partido. Precisamente Brad Holland se encaró con él, y en el vestuario después del partido llegaron a las manos. Paul Westhead había tenido bastante y lo suspendió para el resto de la serie por “conducta negativa para el equipo”. Tras la victoria, la plantilla votó en contra de darle su anillo y su parte correspondiente de la prima por el título (años después, cuando ya rehabilitado se las entregaron, los “pesos pesados” del vestuario le dijeron que habían temido que usara el dinero de la prima para drogarse hasta la muerte).




Bien. Con Spencer Haywood en desgracia y Kareem lesionado, Westhead optó por sacar a “Magic” de falso interior y meter en su puesto como titular a un jugador de perímetro como Michael Cooper en vez de la solución convencional que hubiera sido recurrir a Landsberger. Westhead pensaba que necesitaba mantener un interior de rotación que sacar desde el banquillo, y Landsberger era el único que tenían. Sin embargo, eso nos llevaba a otro problema: ¿quién sería la rotación exterior? Los Lakers habían estado jugando la final con siete jugadores, Nixon – Johnson – Wilkes – Chones – Jabbar, más Cooper y Landsberger. Con Haywood suspendido, Jabbar lesionado y Cooper titular, sólo quedaban tres jugadores más en activo: el alero Marty Byrnes, el base Butch Lee, y el escolta Brad Holland.




Butch Lee, una estrella universitaria con Marquette que estuvo a punto de derrotar a la selección estadounidense jugando con Puerto Rico, hubiera sido la elección obvia ya que era un jugador de nivel más que notable. Desgraciadamente, sus días de jugador habían terminado casi antes de empezar: una lesión de rodilla con los Cavs lo dejaron inútil, y el intento de resucitar con los Lakers no había funcionado. Su papel en la final se limitaría a recibir el abrazo de “Magic” en la famosa foto tras el partido, así que sólo quedaba Holland.




Hoy, Brad Holland bromea sobre ello: “soy la respuesta a una pregunta de Trivial, ¿a qué otro jugador eligieron los Lakers en primera ronda el año de Magic?”. Holland, último jugador seleccionado por el legendario John Wooden, se había convertido en héroe local con UCLA tras promediar en su año senior más de 17 ppg con un porcentaje de tiro superior al 56%. Se trataba de un tipo de jugador que floreció en la NCAA en esa época, anotadores exteriores blanquitos sin estatura, ni velocidad, ni salto. En su mayoría se estrellaron en la NBA, como Steve Alford, Billy Donovan o Rick Carlisle: incapaces de crearse su tiro, faltos de capacidad atlética para jugar de escoltas y con poco manejo de balón y dirección para jugar de bases. Brad Holland apenas jugó en Lakers donde sólo su celebridad local lo mantuvo en plantilla, y tras ser enviado a Bullets dentro del traspaso de Mitch Kupchak tardó media hora en salir rebotado de la NBA (una lesión de rodilla, dijeron compasivamente). Posteriormente ha tenido una larga carrera como entrenador universitario, y acaba de ser despedido por la Universidad de San Diego después de 13 temporadas como entrenador jefe.




En 1980, Holland apenas había sumado 4 minutos de juego en toda la final, pero ese día Paul Westhead le dijo que estuviera preparado: podrían necesitarle. Y así fue. Durante casi todo el partido, Westhead intentó usar a “Magic” como comodín, alternando usar a un sólo hombre alto o a los dos, pero tal y como preveía tuvo que tirar de Brad Holland en ciertos momentos.




Holland salió en el segundo cuarto metido en la dinámica del partido: colapsar la defensa a la pintura para impedir las penetraciones y los pases interiores, y apoyar al rebote, y luego salir con velocidad, buscar el contraataque y no dudar en los tiros claros. Cuando el balón llegó a Darryl Dawkins en la zona, Holland no vaciló en engancharse al brazo buscando el robo o al menos proteger de faltas a los escasos hombres altos del equipo. Con el partido muy igualado, Brad Holland anotó su primera canasta de palomero, cuando salió a puntear y continuó hacia adelante para recibir el pase largo de Magic y anotar la bandeja a lo Iturriaga. Perdió un balón difícil, pero también anotó una suspensión cómoda desde el perímetro como en sus días de UCLA, y luego dos tiritos libres antes de volver al banquillo habiendo mantenido la intensidad en sus minutos. Tuvo que volver en la angustia del último cuarto cuando Dawkins volteó a Michael Cooper, para fallar un tiro pero también anotar una suspensión larguísima pegada a la línea de fondo, una canasta vital cuando los Sixers habían remontado para ponerse en el balancín de los dos puntos.




No se resiste al chiste clásico: “Magic y yo sumamos 50 puntos en ese partido”. En total, 8 puntos y 2 robos en 9 minutos, todos ellos importantes. Además de dar un respiro en el segundo cuarto con el partido aún empatado, tuvo que volver a salir cuando Cooper se pegó tremenda costalada a mitad del último cuarto con los Sixers a dos puntos, y volvió a cumplir en defensa y ataque. Hoy pocos recuerdan que Brad Holland estuvo en esa final mientras que “Magic” es una celebridad local, pero esa noche ambos colaboraron cada uno según su capacidad en pos de un mismo trofeo, y a los dos les dieron un anillo igual. También sirven los mindundis.




Old men forget: yet all shall be forgot, But he'll remember with advantages What feats he did that day...


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