La Opinión
CAI Zaragoza 2010-2011: El club de Stevenson
Luis Blanco  | 22.05.2011 - 00:58h.
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Es una maldición para la humanidad, pensaba, que estas dos
incongruentes mitades se encuentren ligadas así, que estos dos
gemelos enemigos tengan que seguir luchando en el fondo de
una sola y angustiosa conciencia.



Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Robert Louis Stevenson)



El primer año después de un ascenso es difícil de digerir. La experiencia que arrastra el CAI así lo demuestra. Por eso, los dirigentes del club apostaron por la continuidad necesaria y establecieron sus primeros contactos para conformar una plantilla ilusionante, capaz de estabilizar los deseos de permanencia.


Tras finalizar la fase regular, el objetivo se ha logrado, pero quizá a un precio demasiado alto. Es cierto que el equipo aragonés ha concluido la campaña en décimo lugar, coqueteando en algunos momentos más con el play-off que con el vértigo del descenso, con algunos momentos realmente sobresalientes en el Príncipe Felipe aupado por el acierto exterior, pero la sensación de equipo se ha resquebrajado por varias circunstancias.


La primera de ellas, la escasa competitividad que ha demostrado fuera de casa, a pesar de la histórica victoria en el Palau. El CAI a domicilio ha sido una sombra sin alma, sin corazón, y muchas veces sin estrategia. Ha deambulado de manera grotesca por las canchas de la ACB como un boxeador sonado, con la única necesidad de que acabara cuanto antes el partido para regresar al confort del hogar, con la pasión amortiguada y tediosa del oficinista.


La segunda tiene que ver con el banquillo. No voy a negar el éxito cosechado por José Luis Abós tanto por el ascenso como por la permanencia. Pero esta plantilla tenía mimbres suficientes para trasmitir más ambición a sus integrantes, para ilusionar a la fiel y constante afición rojilla, para dar un paso decisivo en la estabilidad del club. Junto a estas carencias psicológicas, Abós nos ha vuelto a ofrecer su limitado catálogo táctico, la sensación de equipo poco trabajado desde la estrategia, la externalización de sus errores hacia los jugadores, las ruedas de prensa victimistas, las defensas basadas en la permisividad ante el triple, la parálisis desde el banquillo. Rasgos que generan muchas dudas sobre su capacidad para dirigir con solvencia un proyecto a medio y largo plazo.





Por último, ha habido demasiados momentos de conflictos internos e interesados nunca aclarados. Los roces entre Cabezas y Miso, el latente enfrentamiento entre Quinteros y Miso con Abós, o la aparente falta de química entre algunos jugadores han sido ejemplos de esos momentos de zozobra e inestabilidad que estallaron en la última jornada de la liga regular, cuando buena parte de la grada se decantó por Quinteros, virtualmente fuera del equipo la próxima temporada, para señalar como responsable al entrenador de su marcha. Probablemente no sepamos nunca las causas de ese conflicto, ni el grado de responsabilidad contraído por cada uno de los protagonistas, pero lo que es evidente es cierto resquebrajamiento de la confianza de la afición en su renovado coach, y si se confirma, la pérdida de uno de los jugadores con mayor talento y que mejor ha encarnado las señas de identidad del club en los últimos años. La ambivalencia forma parte de la naturaleza humana, y es quizá la que le dota de su esencia final. Pero un club que pretende instalarse de forma definitiva en la elite del baloncesto español no puede resignarse a mostrar dos caras tan terriblemente opuestas, sino que debe aspirar a mantener una línea de constancia y regularidad independientemente del lugar donde se encuentre. Más allá de ganar o perder, recordemos que el baloncesto no es más que un juego, está la percepción de un colectivo que cree y pugna por alcanzar sus objetivos, pero no sólo al calor del hogar.


Estamos en junio, época de calificaciones y de urgencias académicas. No vamos a ser nosotros menos, por lo que pasamos a ofrecer nuestras valoraciones.


En primer lugar, la directiva. Reynaldo Benito parece haber logrado cierta estabilidad después de su errático comportamiento al poner el club en las manos de Chápuli, y se ha rodeado de Pedro Enériz como gerente y Willy Villar como director deportivo como pilares de su nuevo proyecto ACB. El primero ha gestionado con solvencia un difícil año presidido por la crisis económica y las dificultades de numerosos equipos, muchos de ellos inmersos en la ley concursal o candidatos a la misma, mientras que el segundo logró confeccionar una plantilla atractiva e ilusionante, con jugadores nacionales de nivel y hábiles negociaciones que dieron como fruto la llegada de Miso, Aguilar y posteriormente todo un campeón del mundo como Carlos Cabezas. Quizá su único déficit ha sido la lógica apuesta, teniendo en cuenta los antecedentes, por Abós en el banquillo y el no del todo fructífero fichaje de Chubb para ser el complemento en el 5 de Hettsheimer. El asunto Quinteros aún es por ahora mero pábulo de especulaciones periodísticas, por lo que no es posible calificar su actuación.


En el puesto de base debemos destacar la sorpresa que supone el belga Van Rossom. Aunque ya sonó en su tiempo para el Real Madrid, su temporada ha resultado magnífica en líneas generales. Buena dirección de juego, potencia física, aplicación defensiva y buen tiro exterior han sido sus credenciales. El equipo daba un gran salto de calidad cuando asumía los galones de mando.





La ilusionante llegada de Carlos Cabezas ha quedado eclipsada un tanto por sus lesiones. En algunos partidos dio muestras de su calidad y poso para jugar los momentos calientes, pero abusó del agotamiento de las posesiones y del bote constante que cortocircuitaba los ataques del colectivo.


Joan Riera por su parte ha arrastrado continuos problemas musculares e incluso accidentes de coche yendo a un encuentro, pero ha adolecido de los mismos vicios que manifestaba en la LEB: escasa predisposición defensiva y dificultades cuando no es él quien asume la responsabilidad de los ataques.


En la posición de escolta hemos asistido a probablemente la mejor temporada de Paolo Quinteros desde que llegó a España. Abandonando su rol de anotador compulsivo, se ha convertido en un jugador más polivalente, más global, dinamizador de sus compañeros, pero sin descuidar ese instinto de killer que se le presupone. Todo parece indicar que ha sido su última temporada vistiendo la elástica rojilla.


El madrileño Andres Miso por su parte ha firmado una temporada de altibajos, con partidos excelsos y otros en los que su polivalencia y cierta tendencia al caos han terminado por desequilibrarle. Es un jugador de una enorme calidad, que no rehuye la responsabilidad, pero que arrastra una fama de conflictivo que no le beneficia. Ha sido capaz de redondear un partido enorme contra Cajasol con una factura de tibia con estrés y de enfrentarse a Cabezas y Abós en otros choques.


En cuanto a los aleros, el americano con pasaporte alemán Chad Toppert ha sido una de las sorpresas de la temporada, que ha finalizado siendo el mejor triplista de la década de la ACB en porcentajes. Consumado especialista en el tiro exterior, ha ido adquiriendo paulatinamente un rol más importante en el equipo. Arma el brazo con suma rapidez, aunque debe mejorar su actitud defensiva. Además tiene fascinado al Príncipe Felipe por su entrega y actitud.





El australiano David Barlow ha realizado una campaña paradójica y en cierto sentido presidida por el misterio. Llegó a ser MVP de la jornada, pero un extraño bajón en su rendimiento, atribuible según él a problemas físicos, le condenó a valoraciones ínfimas durante buena parte de la temporada. Sin embargo, es un alero alto de gran intensidad, buen reboteador, y con aceptables porcentajes de tiro a pesar de una mecánica poco ortodoxa, que contribuye a consolidar el concepto de equipo.


Jorge Cano, el único zaragozano de la plantilla, ha tenido una presencia meramente testimonial, aunque llegó a debutar en la ACB.


El de pívot ha sido quizá el puesto menos productivo. Pablo Aguilar ha estado condicionado demasiado tiempo por sus problemas físicos, que le impidieron rendir al máximo nivel a principios de temporada. Poco a poco ha ido cogiendo la forma, realizando buenos partidos en los que sin embargo mantiene la tendencia a confiar más en su buen tiro de tres que en su enorme potencialidad física. Jugando más cerca del aro su ascendencia sobre el juego del equipo sería mucho mayor.





Darren Phillip, el capitán, también ha adolecido de numerosas molestias que al final aconsejaron su entrada en el quirófano. Su entrega y profesionalidad son evidentes, pero las exigencias de una liga tan competitiva como la ACB parecieron superarle en algunos compases.


El brasileño Rafael Hettsheimer también ha estado determinado por cierta irregularidad en sus prestaciones. Soberbios encuentros como frente al Barça en el Palau o el DKV Joventut en el Príncipe Felipe, han dejado paso a otros mucho más grises. Es un jugador en crecimiento constante, muy potente, gran reboteador e intimidador, con buen tiro, pero con tendencia a la desconexión y al ofuscamiento en algunas acciones.


Adam Chubb procedía de la liga alemana, y ha ido de menos a más. Jugador de equipo, interpreta perfectamente el pick and roll y tiene buenos movimientos en la zona, pero comete demasiadas faltas y desconecta con facilidad de los partidos. Eso sí, ha dejado algunas de las jugadas más espectaculares de la temporada, como sus mates ante el Assignia Manresa y frente al madridista D’Or Fisher, que le han convertido en asiduo del Top Five de la ACB.


La temporada que viene debe ser la de la confirmación definitiva del club zaragozano en la elite del baloncesto español. En estos momentos, sólo es segura la continuidad de Abós, Hettsheimer y Toppert en el club, aunque se está trabajando en los despachos para dotar al proyecto de la mayor continuidad posible. Faltan muchos meses hasta que la competición oficial regrese al Príncipe Felipe. Esperemos que sea tiempo suficiente para configurar una buena plantilla.


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Artículo publicado por Luis Blanco

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