La Opinión
Efectos secundarios
Antonio Alcaraz  | 13.10.2011 - 14:15h.
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Señor, siempre he sido una persona disciplinada y comprometida. Por eso no pegué la espantada en la Universidad cuando recibí algún que otro canto de sirena procedente de la NBA. Terminé mi ciclo, lo que sirvió para sacarme la licenciatura en antropología y ayudar como jugador de último año a que el equipo llegase a la “Locura de Marzo”. Lástima que una canasta sobre la bocina no nos permitiera acceder a la “Final a Cuatro” pero ya sabrá lo que dice la canción sobre ese extraño fenómeno que es la vida: “estás arriba en abril y abajo en mayo”.


- Le entiendo.


En esta carpeta, señor, traigo toda la documentación que prueba lo que le estoy contando. Y desde los principios de mis principios, cuando me quedé sin padres y, al carecer de familia, hube de pasar por unas cuantas casas de acogida lo que me hizo madurar prematuramente y ser consciente de la dureza del día a día. Es más, durante mi periplo como estudiante he trabajado para poder sufragarme la estancia universitaria y no se me han caído los anillos. Si he tenido que lavar platos, los he lavado; sí he tenido que servir hamburguesas, lo he hecho.


- Le entiendo, perfectamente.


Y ésto, señor, ésto ha repercutido en mi manera de entender el baloncesto, en cómo juego: rudo pero noble, trabajo el rebote defensivo y ofensivo como si me fuera la existencia; mi físico trabajado y atlético -mi presencia lo hace más que evidente- me permite defender a “cincos” puros y “cuatro” exteriores; tengo buen trato con el balón y soy generoso en el pase, pues éste es un juego de equipo; además mi tiro de cuatro y cinco metros es fiable. He aquí, mis estadísticas. Señor, échele un vistazo y comprobará que he ido mejorando año a año desde “high school”.


- No hace falta, sé quién es usted.


Entonces sabrá que he sido elegido en primera ronda por los Kings de Sacramento que, precisamente, buscaban un jugador de mis características. Éste es el precontrato y la cifra que me van a pagar es un tanto escandalosa para alguien como yo que ha visto tan poco dinero en su vida, estando dispuesto a depositarla futuramente en su entidad.


- Me lo imagino.


Pero como comprenderá, señor, hasta que no se solucione el cierre patronal no voy a ver un dólar y tampoco puedo trabajar no vaya a ser que sufra una lesión inesperada; así que aquí estoy, señor, en su banco con el fin de que me concedan un crédito para poder ir tirando.


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Artículo publicado por Antonio Alcaraz

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