La Opinión
Mi par de horas
Antonio Alcaraz  | 29.11.2011 - 00:47h.
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El todoterreno sortea socavones y baches como si estuviera driblando contrincantes, flanqueado de un centenar de ruidosos y entusiasmados críos -todos vestidos con la indumentaria suplente del equipo del Estado, el nuestro- que me dan la bienvenida a la que fuera su casa, una tierra maltratada por la naturaleza hasta límites obscenos. Al mal panorama, buena cara. Bajo la ventanilla y saludo:


- Hola, campeones.


Los pequeños campeones, con cintas púrpura en el pelo y falsos bigotes (como los que yo luzco cuando estoy en la cancha), me llevan en volandas hasta lo queda de la plaza de la alcaldía. Allí están esperándome las autoridades para recompensarme por mis cuantiosas donaciones con una simbólica y dorada llave de la localidad. Surgen en mi coco unas cuantas preguntas del estilo:


- ¿Qué puerta va a abrir esta llave si no queda ni una de pie?.


Después de un rápido recorrido por las principales y devastadas avenidas, el pueblo entero, en fiel comitiva y animada peregrinación, me lleva hasta una improvisada cancha con canasta incluida. Los nenes y los mayores están entusiasmados con la idea de que exhiba mis habilidades en este arte conocido por el nombre de baloncesto.


- ¡Enséñame cómo haces el gancho con la mano izquierda!.


Me pide una rubita con coleta y sin vergüenza. Otros están más interesados por los misterios de la naturaleza, de mi naturaleza:


- Oye, y tú, siendo tan alto, ¿cómo te apañas para correr tanto y tan bien?.


No digo que no me haga gracia el ansia por aprender que muestran los enanos y las ganas que le echan, pero por esta cabecita rondan otras ideas e intenciones. Mi jefa de prensa, siempre tan lúcida y perspicaz, me conoce como si me hubiera engendrado y calma mis deseos al instante. Sus tranquilizadoras palabras en mis oídos:


- No te preocupes y haz que disfruten los críos porque hay tiempo de sobra. Más tarde podrás ir con los mayores y ayudarles a reconstruir su ciudad. Aunque sólo sea durante un par de horas.


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Artículo publicado por Antonio Alcaraz

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