La Opinión
CAI Zaragoza: largo viaje, final previsible
Luis Blanco  | 19.05.2012 - 16:55h.
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El largo viaje acabó con un final tan previsible como frustrante. Los mensajes de principio de temporada, plenos de ambición y buenas intenciones, quedaron pronto eclipsados por el convencimiento de que lo importante era mantenerse en la categoría. Y cuando se logró el objetivo, el equipo entró en una espiral marcada por la inercia y el aburguesamiento. El binomio marca de la casa: fortaleza interior, resignación fuera del Príncipe Felipe se convirtió en una constante, como prueba el hecho de que sólo se obtuvieran tres victorias fuera de casa, escaso botín para un conjunto que pretende dar un salto de calidad.


El CAI ha alternado partidos espléndidos (Caja Laboral, FIATC Joventut), con espectáculos de vergüenza ajena (UCAM Murcia, Estudiantes en Madrid), sin que existiera una explicación plausible más allá de algunas peregrinas declaraciones desde el cuerpo técnico. Las claves de la temporada han sido:


Una plantilla desequilibrada desde el principio, con notables carencias en el 3 gracias al fiasco del cambio de Barlow por Burtschi, experimento fallido a pesar del empecinamiento desde la directiva por mantenerlo; la decepción de Archibald en el 5, vendido con la coartada de la experiencia pero cuyas notables carencias físicas y a veces de aptitud han lastrado mucho al equipo y el rocambolesco fichaje de Rhodes, separado del equipo por sus constantes muestras de indisciplina y escaso interés por integrarse según el club.





En los bases, Cabezas, con una notable temporada, se ha situado en el escaparate de grandes clubes de Europa, e incluso puede probar en equipos NBA. Su participación ha sido decisiva en muchos de los triunfos, asumiendo la responsabilidad de los momentos calientes con notable solidez. Van Rossom sin embargo ha sufrido altibajos, quizá determinado por la actuación del base malagueño, que le ha relegado a un segundo plano. A veces precipitado, y con más pérdidas de las habituales, ha perdido un poco de su rol de base cerebral y eficaz directo de juego.


En cuanto a los escoltas, Bracey Wright ha sido uno de los mejores jugadores de la plantilla. Letal en el tiro, silencioso y poco mediático, el tejano ha protagonizado gran parte de los triunfos merced a la enorme capacidad para generar sus propios tiros y a su gran calidad individual, puesto que no parece que hubiera un diseño de jugadas específicas capaces de aprovechar ese talento. Los carretones en busca de un bloqueo salvador han sido constantes. Parecen existir problemas económicos para garantizar su continuidad, lo que dejaría huérfano un puesto muy importante desde el punto de vista de la idea de juego del entrenador.


Jon Steffanson ha tenido que adaptarse al puesto de alero por las carencias de la plantilla durante buena parte de la temporada, situación resuelta con solvencia a base de grandes dosis de entrega y profesionalidad. Jugador básico para cualquier equipo, parece haberse ganado la renovación. Intermitente en el tiro, ha intentado dotar de equilibrio al conjunto.


En el puesto de alero, Chad Toppert ha atravesado durante buena parte de la temporada su particular travesía del desierto. En parte porque ya no es la sorpresa del pasado año y el scouting del resto de los equipos atenazaba buena parte de su juego, en parte porque no ha logrado superar el complejo de especialista que le acompaña, sólo al final ha sido capaz de brillar gracias a su espectacular muñeca.


Pablo Almazán es otro jugador unidireccional, con grandes prestaciones en defensa pero escasos recursos en ataque a pesar de sus buenas intenciones. Clave en algunos encuentros como Manresa por su arrojo, debería dar un salto de calidad en ataque para convertirse en un jugador de mayor impronta.





Los pívots. Pablo Aguilar, jugador franquicia del equipo, ha intentando con cuentagotas salir de su obsesión por el triple como único argumento. Dotado de unas magníficas cualidades físicas, buena parte del éxito del segundo tercio de la temporada se debe tanto a su ascendencia sobre el equipo como a la preocupación que genera en los contrarios. Los problemas físicos han mermado su papel y han colapsado el juego del equipo durante algunas jornadas limitando las escasas alternativas.


Rafa Hettsheimer ha ido de más a menos. Colosal e imperial a principios de temporada, se ha ido contagiando de la manía perimetral del conjunto, hasta el punto de lanzar con no malos porcentajes desde más allá de 6,75. Con una buena mano a media distancia y una enorme facilidad para capturar rebotes y leer el pick and roll, sufre en exceso con pívots más altos que él, y tiene una ligera tendencia a tener lagunas de concentración que le pasan factura en forma de faltas personales o pérdidas de balón. Los problemas de su rodilla y los cantos de sirena llegados desde Israel han ido minando su ascendencia sobre el equipo.


Robert Archibald vino como arquetipo del jugador experimentado y rocoso que permitiría al equipo dar un salto de calidad en ambas zonas. Buen reboteador y magnífico bloqueador, es capaz de leer el juego con facilidad y aplicarse en tareas defensivas, pero sus constantes lesiones y una sensación de estar escasamente comprometido con el proyecto le han convertido en un jugador residual y prácticamente testimonial.


Albert Fontet llegó como cupo y con aromas de júnior, pero pronto sobrepasó al escocés en la rotación. La acusación de falta de intensidad se ha ido diluyendo en algunas fases en las que ha mostrado ambición, facilidad para taponar y rebotear, y sobre todo correr el contraataque de forma fulminante, como muestra el impagable mate que realizó ante el Caja Laboral.


Una inexplicable ausencia de sistemas de juego, la incapacidad para imponer una quinta marcha o de modificar desde el banquillo el desarrollo de los encuentros, la sensación de anquilosamiento y rigidez en las estructuras sobre las que se sustenta la plantilla o la escasez de motivación en el último tramo de la temporada, en el que parecían competir por algún imperativo legal o el mero cumplimiento formal de una jornada laboral son algunos de los rasgos que caracterizan el transitar del CAI durante el curso 2011-2012. Los retos de la siguiente son enormes. El contexto económico recesivo en el que nos desenvolvemos en primer lugar implica enormes dificultades para mantener a las estrellas, y obliga a realizar planteamientos audaces en los fichajes, lo que exige el perfecto conocimiento del mercado, precisamente uno de los aspectos más sobresalientes, salvo excepciones, de la gestión de Villar.


Es posible que el objetivo se haya cumplido. Que incluso desde una óptica resultadista la renovación de José Luis Abós sea obligada. Pero con la plantilla de que disponía, con una mejor capacidad de gestión técnica, el CAI podría haber disputado los Playoffs por el título. La enorme masa social de club, la pasión por el baloncesto que vive Zaragoza merece no estar condenada al imperio del gris. Conseguir estabilizarse en la ACB es un gran objetivo, pero sería mucho mejor si se acompañara de las suficientes dosis de seducción como para atrapar a los espectadores del Príncipe Felipe.


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Artículo publicado por Luis Blanco

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