La Opinión
Viaje al Portsmouth Invitational Tournament 2013
Alejandro González  | 23.04.2013 - 01:40h.
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El Portsmouth Invitational Tournament, que reúne a sesenta y cuatro seniors de NCAA durante cuatro días, cumplía este año su 61ª edición. El evento, con gran tradición en Estados Unidos, puede no decir gran cosa al espectador casual o más centrado en el seguimiento de la NBA y/o las ligas europeas (sin prestar especial atención a lo que llegará a ellas en breve). Sin embargo, desde muchas otras perspectivas, el PIT es un evento muy relevante y, en algunos casos, esencial.


Para las franquicias NBA es una gran oportunidad de evaluar parte del talento recién salido de college. Si bien es cierto que los mejores seniors suelen optar por preservarse de posibles lesiones o una mala imagen que afecte a la reputación que se han forjado cara al draft durante toda su carrera universitaria (este mismo año Plumlee, Withey, Muscala, Green, Canaan, Hill, McCollum, Mbakwe, Howell…), siempre aparecen por Portsmouth jugadores con potencial NBA, bien sea para “drafteo” inmediato como para incluirles en esas listas de monitorización continúa que manejan las franquicias. Sin ir más lejos, seis de los sesenta y cuatro participantes del año pasado han jugado ya esta temporada en la NBA. Kim English (el 44, por Detroit), Kevin Murphy (el 47, por Utah) y el MVP del PIT 2012, Kyle O´Quinn (el 49, por Orlando) fueron seleccionados en el draft. Además, Kent Bazemore (Golden State), Chris Johnson (Memphis) y Henry Sims (New Orleans) ya han cumplido su sueño de jugar en la mejor liga del mundo. En esta edición de 2013 han sido varios los jugadores que han llamado seriamente a las puertas de la NBA desde la pista de los Churchland Truckers, el instituto que acogía el evento. Sería extraño, salvo que algo les pase en los workouts previos, que no oigamos nombres como los de James Ennis y Brandon Davies en esa noche del 27 de Junio.


Para los directores deportivos de equipos europeos, el PIT es un escenario perfecto para evaluar futuros jugadores (propios y rivales) en directo, compartir ideas y opiniones con otros directores deportivos del viejo continente, charlar y negociar con agentes, relacionarse con scouts en busca de nuevos puntos de vista o servicios a contratar, etc. En el caso de la liga española, este torneo, y en general la NCAA, está tomando una connotación bien diferente en los últimos años. Con la actual situación económica, son varios los equipos que comienzan a plantearse la opción (o ya lo hacen) de fichar jugadores procedentes directamente de la universidad, en lugar de esperar a verles rendir en equipos de ligas menores por toda Europa. La necesidad aprieta y el riesgo del jugador novato es menos pesado cuando jugadores asentados y “apuestas algo más seguras”, de mayor caché en el mercado, se quedan fuera de presupuesto. Y, también, cuando el rédito económico y deportivo que ofrece acertar con el novato adecuado a bajo precio se convierte en toda una bendición. Esta temporada hemos visto en ACB a hasta cinco recién graduados: Matt Gatens y Joe Ragland en Murcia, Robbie Hummel y William Buford en Obradoiro y Kyle Kuric en Estudiantes, al que se suma algún que otro intento de fichaje que no llegó a concretarse. Gatens y Kuric estuvieron el PIT de 2012, así como Nick Barbour (Ourense), Greg Mangano (Lleida), Ashton Gibbs (Ourense) y Braydon Hobbs (Cáceres), en competiciones LEB. En la edición de este año estuvieron presentes cuatro directores deportivos de equipos ACB, si es que quien aquí escribe no se dejó a nadie por saludar entre tanto revuelo.


Es de esperar que esta tendencia, la creciente llegada de novatos a la liga española, se mantenga en los próximos años. De todas formas, todavía son y seguirán siendo las ligas italiana (sobre todo LegaDue pero también mucho protagonismo de la Lega), israelí, turca, alemana, griega y otras menores (belga o chipriota) las que apuesten más fuerte por el desembarco NCAA de primeras. Del PIT del año pasado, diez jugadores firmaron en Italia (contando Lega y LegaDue), seis en Israel, seis en Turquía, cuatro en Bélgica, tres en Ucrania, uno en Alemania… Apuestas (obligadas la mayoría) que pueden acabar muy bien, como han sido los casos de Eli Holman en Eliat, Jordan Theodore en Antalya, Jason Clark en Aalstar, Earving Walker en Veroli o Charlie Westbrook en Verona, por mencionar sólo unos pocos nombres. Todo ello sin contar a los seniors que llegaron directamente a Europa y no estuvieron en Portsmouth. Este año vimos en el evento a directores deportivos y scouts italianos, israelíes, alemanes y franceses, entre otros.


El PIT tiene un segundo terreno de juego. Una “pista” donde el ritmo es frenético y la competición puede ser intensa. Las gradas del pequeño pabellón donde se disputa el torneo, así como los alrededores del mismo, las recepciones de los (pocos) hoteles de Portsmouth y Norfolk y los restaurantes y bares de la zona se convierten en un avispero de agentes en busca de nuevos clientes, contactos y negociaciones. Alrededor de cada jugador que participa en el torneo, así como otros que por allí rondaban, aún sin jugar en partido alguno, aparecen familiares, entrenadores y agentes que charlan y negocian. Las agencias de representación quieren atar a posibles jugadores NBA, o chicos que acabarán teniendo una larga y próspera carrera en el baloncesto profesional “overseas”. Los jugadores y sus familiares y mentores buscan al agente o agencia que mejor pueda llevarles por el (mejor, más seguro, más económicamente productivo, eso ya depende de cada uno…) camino.


En mi caso, el torneo me permitía evaluar en persona, cuidadosamente, a jugadores que he tenido durante cuatro (o dos, o tres, depende) años en mi base de datos y ahora aparecen en el servicio de scouting de seniors NCAA con el que proveo a mis clientes. Mientras franquicias NBA y un servicio como el mío vamos a Portsmouth a “rematar” las evaluaciones con las últimas notas e impresiones, los equipos europeos suelen ir casi (o totalmente) a ciegas, ya que, lógicamente, la falta de tiempo y recursos les impide poder seguir el baloncesto universitario, en toda su inmensidad, lo suficiente como para controlar a sus principales figuras. De esa interacción entre los que vemos por enésima vez a los jugadores y los que los ven por primera vez surgen interacciones y un intercambio de opiniones muy productivos para ambas partes.


Y, por no mentiros, para mí un torneo como el PIT siempre llega a ese rinconcito del alma en el que guardo a aquel “friki” que se enamoró hace muchos años del baloncesto NCAA, y que todavía disfruta como un enano el selection day, las rivalry weeks, o cada palabra que escribo en algunas de las publicaciones que hemos sacado un grupo de redactores y un servidor en los últimos años sobre la temporada de college basketball y la locura de Marzo.





Para aprovechar al máximo el torneo es necesario, o al menos muy conveniente, como ocurre en muchos otros viajes de este tipo, organizar con cuidado y acierto dos asuntos: el viaje hasta la sede del torneo y el material previo que vas a llevar. Aquí, como imaginareis, cada maestrillo tiene su librillo, que diría aquel. Para llegar a Portsmouth había dos opciones principales: aterrizar directamente en el aeropuerto de Norfolk conectando desde algún aeropuerto principal estadounidense; o llegar a Washington D.C. y conducir las tres horas de carretera hasta Portsmouth. Para curiosos, puedo deciros que yo opté por la segunda opción, ahorrándome así otra conexión de vuelo (con las más de once horas del Málaga-París-Washington ya tuve suficiente, sprint con obstáculos incluido en el Charles de Gaulle para el transfer) y permitiéndome llegar el día anterior con más calma y así estar más fresco el primer día del evento. El torneo comenzó un miércoles a las siete de la tarde, que para mi cerebro, que había despegado de España (a las siete de la mañana) y ya se enzarzaba en una cerrada lucha contra el jet lag, venía a ser la una de la madrugada. El segundo (y definitivo partido de la primera jornada) era a las nueve de la noche (tres de la mañana). Teniendo esto presente, y el consecuente riesgo de no enterarme de nada de lo que ocurría ante mis ojos el primer día, opté por la opción D.C. con pernoctación previa.


Si esta parte de la presentación es importante, la segunda puede serlo más aún. El PIT presenta a sesenta y cuatro jugadores a lo largo de cuatro días en los que se juegan dos, tres, tres y cuatro partidos respectivamente. Los partidos suelen disputarse con mucho ritmo y sin apenas parones (para gozo de aquellos que solemos soportar los interminables parones de las retransmisiones televisivas de baloncesto universitario, con cuatro tiempos muertos de televisión por mitad más los cinco tiempos de los que dispone cada entrenador), los jugadores rotan constantemente y a veces puede ser difícil seguirles la pista de primeras. Llevar un buen dossier que te ayude a identificar a los jugadores, repasar datos previos importantes y organizar de la mejor manera posible tus notas es importantísimo.


A partir de ahí, el trabajo de evaluación es más o menos el mismo que el desarrollado en cada torneo al que solemos ir. Cada uno, obviamente, evaluando desde un punto de vista (necesidades del equipo, nivel competitivo, etc.) muy particular. Descubres o repasas detalles físicos y atléticos (más allá de obtener las mediciones oficiales – reales – con las marcadas diferencias de siempre con respecto a las que se tenían como oficiales desde las diversas universidades), buscas patrones en el juego de cada jugador, habilidades destacadas (mecánicas de tiro, visión de juego, creatividad y recursos en tráfico, juego sin balón, colocación al rebote, instintos…), puntos débiles evidentes (bases que agachan la cabeza en un pick and roll, problemas de juego de pies en diversas acciones, margen de mejora limitado, escasez de recursos ofensivos más allá de la habilidad principal, etc.) e intentas proyectar a cada individuo una carrera profesional (inminente o a largo plazo), colocándole una etiqueta (potencial NBA, “liga media europea y seguir evaluando”,” jugador ACB”…) que después irás modificando según dispongas de nuevas ocasiones para evaluarle. En general no haciendo demasiado caso a las estadísticas de los jugadores durante el evento, o a qué equipo gana y cual pierde, quedándose con lo visto en cada acción en pista mirando fundamentos técnicos y potencial atlético. Siempre teniendo en cuenta que algunos jugadores operaban en roles diferentes a los que estás acostumbrados (hemos visto a escoltas jugando de cuatro, a tiradores de alto volumen jugando sin balón como un secundario…), que el rendimiento y la rotación de algún equipo modulaba la oportunidad de enseñar su talento de algún jugador concreto y detalles de ese estilo. En general, casi todos los jugadores son conscientes de lo que se están jugando en esos cuatro días y aparecen intensos y entregados en cada partido, con los nervios jugando algunas malas pasadas en algunos casos. Se han visto actuaciones memorables de un solo día (como la de Nick Minnerath en su primer partido, dando un espectáculo impresionante muy por encima del nivel medio mostrado durante su estancia en Detroit), grandísimos anotadores con números discretos (Colt Ryan, por ejemplo), tiradores a los que nos les entraba nada (Scott Wood) o guerreros que han seguido brillando con su energía y dureza a pesar de estar fuera de su entorno natural (Cooley, Hall, Daniel…).


Desde esos apuntes, que se quedan bien guardados en el archivo de los directores deportivos, se trabaja para posibles fichajes en el futuro (cercano o lejano). Sólo en la ACB vemos, o hemos visto recientemente, participantes en el PIT como John Holland, Corey Fisher, Marquez Haynes, John Scheyer, Jimmy Baron, Ryan Toolson, Ahmad Nivins, Jeff Adrien, Michael Bramos o Micah Downs. Parece relativamente probable que veamos el año que viene a alguno de los participantes en el PIT 2013 en una cancha ACB. Han sido varios los que han mostrado nivel de sobra para tener una oportunidad en España la próxima temporada.


En mi caso particular, tras el torneo llega el momento de completar con las últimas notas los informes completos (con evaluación atlética y técnica y notas sobre historial de lesiones, la personalidad de los jugadores y su comportamiento fuera de la cancha) de los sesenta y cuatro participantes en el PIT, así como rematar los informes definitivos (con la misma estructura antes mencionada) del resto de seniors NCAA que enviaré en unos días a mis clientes como parte del servicio de scouting y consultoría que tengo con ellos. Como pasa siempre, los días posteriores a un torneo son de un trabajo frenético. Esos informes pasarán a formar parte de la base de datos de cada cliente, con los que mantendré un contacto continuo durante la temporada y en años futuros, ya sea para fichar a uno de esos jugadores, controlar el mercado, conocer a rivales, etc.





Como comentaba antes, el torneo se disputa en las instalaciones del instituto Churchland, a unos 10 minutos en coche del centro de Portsmouth, una pequeña localidad de Virginia. Los asistentes nos repartíamos entre Portsmouth y Norfolk, una ciudad más grande y con un downtown que merece la pena visitar. El PIT es un torneo bastante agradecido para los scouts, muchos acostumbrados a las maratonianas sesiones de algunos NIJT o campeonatos veraniegos. Sin partidos por la mañana, aprovechábamos el tiempo para recopilar notas, desarrollar reuniones, descansar, pasear por las inmediaciones de nuestros hoteles, salir a correr o de compras, o visitar alguna localidad cercana. El jueves y el viernes había partido a las 15:15, a las 19:00 y a las 21:00, por lo que el hueco entre el primer y el segundo encuentro era aprovechado para muchos para reunirse con compañeros o clientes o relajarse un poco antes de la sesión de la noche. Se agradece mucho tener tiempo para desconectar y descansar, llegando fresco y con todos los sentidos al cien por cien hasta el final del último partido del día. Al acabar la jornada, para los que teníamos el hotel en Portsmouth era casi cita ineludible ir a cenar al restaurante más grande del pueblo, un lugar con infinidad de pantallas con retransmisiones deportivas y en el que nos reuníamos ante enormes platos de comida (ya sabéis, eso del super size americano) scouts, directores deportivos, agentes, jugadores, general managers NBA, etc., engarzados en largas charlas con el baloncesto siempre presente. El sábado es el último día de partidos, el único en el que participan todos los equipos y cuando se disputa la final. Muchos scouts y agentes pusieron rumbo a Nueva York para presencia el Jordan Brand Classic ese mismo día, por cierto.


El trofeo se lo llevó el equipo patrocinado por K&D Roundscaping (cada equipo estaba patrocinado por una empresa local), que desde el principio pareció con diferencia el mejor conjunto, dentro de las peculiaridades que un campeonato como este entraña. Se proclamaron campeones Elijah Johnson (Kansas), Ian Clark (Belmont), Mark Lyons (Arizona), D.J. Seeley (Cal State Fullerton), Ryan Broekhoff (Valparaiso), Brandon Davies (BYU), Keith Clanton (Central Florida) y Mouphtaou Yarou (Villanova).


El All-tournament team oficial, el elegido por la organización, estuvo compuesto por: Brandon Davies (BYU, nombrado MVP del torneo), Keith Clanton (Central Florida), Ian Clark (Belmont), Carl Hall (Wichita State), Ramon Galloway (La Salle), Jamelle Hagins (Delaware), Tyler Brown (Illinois State), Dwayne Davis (Southern Miss), Robert Covington (Tennessee State), Durand Scott (Miami FL), Ed Daniel (Murray State) y Jack Colley (Notre Dame).


Esos fueron, como digo, los jugadores que la organización designó como los mejores durante el torneo, por su rendimiento en el evento y no por su potencial o nivel técnico. Las listas con los mejores jugadores a ojos de scouts y directores deportivos han quedado a buen resguardo en nuestros cuadernos de notas.


* Alejandro González es Director de scouting de A+ Basketball Scouting Services


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Artículo publicado por Alejandro González

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