La Opinión
La Esquina de Sunara: 30 años junto a Argentina
Iván Fernández  | 18.08.2016 - 16:04h.
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Mi primer recuerdo de Argentina en basquetbol data de hace 30 años. Fue el día que Rory Gallagher tocó en Gijón, aunque eso lo sé ahora.

 

 

Yo tenía 10 años y me gustaba el baloncesto, pero apenas lo entendía. Tuve la suerte de que la fase semifinal del Mundial fuera en Oviedo y me llevaron a algunos partidos. En el segundo de ellos Argentina ganó a Estados Unidos y Milanesio me hizo un regalo. El primer torneo que ya seguí con detenimiento y devorando las revistas fue el Mundial de Argentina. Hace 20 años, trasnoché para ver el inicio de los Juegos y vibré con los primeros 20 minutos que aquella Argentina le aguantó a USA y chillé al día siguiente con el triunfo ante Lituania. Ese año habían debutado en la liga tres chavales de distinta edad: Ginobili, Nocioni y Scola. De eso me enteré muchos años más tarde, como tampoco supe de la traumática derrota en semifinales del Mundial U22 ante Australia un año después con un grupo que luego recitaría de memoria.

 

 

En el Mundial 1998 apenas ví a Argentina en sus dos partidos ante España, pero me flipé con Ginobili, y como por entonces intercambiaba partidos vía correo con dos chavales italianos el año siguiente hice por conseguir todo lo que pude de Reggio. Ese mismo verano nos aterrizó Luis Scola en Gijón. Era el extranjero más joven de la historia. La primera vez que le vimos fue un amistoso en un pueblo de la cuenca minera, en el que sólo metió 6 puntos. Fueron dos triples, no anotaría ninguno más en todo el año pero dibujó una temporada acojonante y el equipo ascendió con Luisfa anotando 9/9 en tiros de campo en el partido decisivo. Hasta llegamos a jugar una pachanga con él. Ese verano ya seguí a Argentina y sin ver los partidos me jodió que no se metieran en los Juegos de Sidney.

 

El segundo año de Scola fue aún mejor; llegó también Jasen y Ginobili explotaba definitivamente. El Torneo de las Américas de 2001 sí que se pasó por aquí y ahí llegó el enganche definitivo. Nunca había vibrado con una selección así: con aquella circulación de balón, aquel uso de los espacios y aquella determinación. El resto es historia: Indianapolis con la victoria ante USA en una noche memorable, el partido de 2003 también ante USA, el delirio de 2004 o la semifinal de 2006 en el único partido que entonces quise que perdiera España.

 

 

Hoy parece que se cierra esa puerta, pero joder, gracias por todo. Gracias a Luisfa, a Manu, al Chapu (¡ay aquel partido en Treviso!) al Lancha, a la zurda de Pepe, a los triples del Puma, a la solidez de Fabri, al colorado, al torito y a la clase de Magnano...

 

Empezaba este año el análisis en la Guía BasketMe con una frase de una canción de Le Punk: "No se puede vivir del recuerdo, ni vivir sin recordar". Dejadme terminar el periplo con el inicio de esa misma canción:

 

En este mundo de mierda donde todo se compra,
en este mundo de mierda donde todo está en venta.

 

No hay moneda que me pague
ni uno sólo de los ratos
que contigo compartí.

 



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Artículo publicado por Iván Fernández

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