Historias de Kantauri
El príncipe y el desheredado (y III)
Kantauri  | 27.08.2009 - 00:00h.
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Kantauri  | 27.08.2009 - 00:00h.


El príncipe. Planta inalterable. El Padrino. Control sobre “su” baloncesto italiano. Cesare Rubini, el testimonio de una época. Entre 1956 y 1972, siempre bajo mandato Rubini-Bogoncelli y con la marca Simmenthal como sponsor, Olimpia Milano logró 10 scudettos, la primera Copa de Europa de marca italiana, 2 recopas y un total de 322 victorias por 28 derrotas.


En los últimos años de Rubini como entrenador la figura de Sandro Gamba creció hasta el punto de mezclarse la figura del entrenador con la de su asistente. En 1973 la marca Simmenthal abandonó la sponsorización de la entidad milanesa debido a que el mito, la leyenda de las zapatillas rojas, se había comido a la marca de carne enlatada. La gente pensaba que aquellas latas tenían ese nombre en honor al equipo de baloncesto. Con ella se fue también Rubini. Joven, con 50 años, dejaba de entrenar. Una decisión que había tomado hacía tiempo siguiendo el consejo de un gran amigo, el pintor nacido en Monza Roberto Crippa, que toda la vida había afirmado que debía dejar el trabajo a esa edad:


– “Él me convenció para seguir su ejemplo. Había comprado un bello barco, juntos habríamos hecho un crucero por el Mediterráneo. Soñábamos viajes a Barcelona y Nápoles, donde él hubiese expuesto su obra. Algún mes antes, sin embargo, falleció. Una desgracia aérea, él era un loco de los vuelos y las acrobacias. Y puso rumbo definitivamente hacía el cielo”, explica Rubini.


El coloso de Trieste abandonaba su carrera deportiva, tan larga como exitosa, que le llevó a ser elegido en dos Salones de la Fama diferentes, en 1994 se convirtió en el primer italiano en entrar en el Hall of Fame de Springfield en lo referido al baloncesto, con agradecimiento de Bill Clinton merced a su amigo y exjugador Bill Bradley, en 2000 entró en el Salón de la Fama internacional de Fort Laurderdale en reconocimiento a su carrera en la piscina. El banquillo de la Olimpia Milán quedaba libre aunque el testigo se daba por seguro que iba a ser recogido por Sandro Gamba, el eterno asistente y el chico de la casa, nunca mejor dicho, nacido en aquella misma Vía Washington hacía más de 40 años.


Como jugador Gamba había logrado 9 scudettos, mientras que como asistente había formado parte de las plantillas campeonas de 3 ligas, 1 Copa de Europa y 2 Recopas. El curriculum era inmejorable, además de haber aprendido cada significado de cada letra que conforma el nombre de Olimpia bajo la tutela de Cesare y Adolfo. Pero el desencanto volvió a visitar la casa de los Gamba. Eran tiempos convulsos para la otrora dominadora y legendaria sociedad milanesa. Rubini había dejado el banquillo junto a la marca Simmenthal. Innocenti era el nuevo patrocinador, Adolfo estaba impactado por la situación que se había generado y la indeterminación y confusión provocó el nombramiento de Filippo Faina como entrenador. Sorprendente. El banquillo no era para Sandro. Desheredado. No sería el siguiente en el linaje que sustituyese al Príncipe. Apareció en escena Giancarlo Gualco, exjugador de Varese y ahora dirigente del ogro que se había creado a escasos kilómetros al Norte de Milán, procedente del boom y del milagro económico italiano. El imperio Borghi debía buscar un sustituto a Aza Nikolic y Gualco llevaba tiempo tratando con Gamba pero el milanés no iba a pronunciarse hasta que su sueño de entrenar a su Olimpia se mostrase imposible.


Y así fue, con el nombramiento de Faina en el banco milanés y la intervención de Giovanni Borghi para cerrar la operación, Gualco se llevó a Gamba rumbo Varese, el mejor sustituto posible para Nikolic. El nombramiento fue polémico ya que procedía del gran rival, Milano, tantas veces enemigo. Pero heredó un grupo sensacional de jugadores (Meneghin, Ossola, Dodo Rusconi, Bisson, Meneghin y los extranjeros Morse y Raga) así como un trabajo táctico y organizativo ejemplar llevado a cabo por Aza Nikolic. El preparador yugoslavo dio el impulso y orden necesario para que Varese confirmase su potencial y pudiese desbancar a la Olimpia del primer lugar en el baloncesto italiano. Gamba aceleró un poco el libreto habitual del genio balcánico, Varese seguía cosechando éxitos y el baloncesto desplegado era algo más veloz, menos rígido. La afición, quizás olvidando demasiado pronto el trabajo de Aza , no tardó ni seis meses en adoptar a Gamba como hijo pródigo, como él mismo explica:


- “Llegaba del gran enemigo que era la Simmenthal, pero todo ese murmullo en la grada cesó poco tiempo después, en cuanto la squadra engrasó la maquinaria. De hecho a los seis meses de mi llegada fui premiado por Camillo Faoro, presidente del Basket Club, uno de los jefes de la tifoseria. Me dijo que Varese no había jugado nunca así de bien y que el público no se había divertido nunca tanto como con mi basket. Y este es el recuerdo mas dulce que guardo de mi periodo bajo el Sacro Monte”.


La primera temporada se saldó con la consecución del scudetto y la derrota en la final de la Copa de Europa celebrada en Nantes ante el Real Madrid en un partido muy ajustado. La final donde Sandro Gamba reconoce haber cometido uno de los errores mas graves de su carrera en la dirección de un partido. Lo recuerda con amargura –“Lo de Nantes fue desastroso. Final de Copa de Europa contra el Real, estaba tan entusiasmado con la bravura de Raga que no le di descanso con Rusconi y terminamos perdiendo.”-


La segunda temporada supuso la llegada de Charlie Yelverton como extranjero de Copa sustituyendo a Raga. Fue un fichaje con la firma de Gamba. Yelverton era un jugador exterior formado en Fordham. Ingresó en la NBA pero tuvo que abandonarla inmerso en una polémica de tinte racial cuando jugaba en Pórtland. Yelverton, alejado ya del mundo NBA, probó fortuna en el campeonato griego, en las filas de Olympiacos. Acabó desencantado con Europa tras una dura eliminatoria de cuartos de final con peleas y árbitros vendidos. Retornó a New York donde compró un taxi para trabajar tras sus continuos entrenamientos, lejos de la disciplina de algún equipo. La fortuna quiso que Sandro Gamba en uno de sus múltiples viajes a New York se encontrase con el jugador trabajando como taxista, tiempo después y quizás no tan de casualidad, Yelverton llega a San Remo formando parte de un conjunto de jugadores estadounidenses que comenzaban un viaje por Europa para intentar encontrar equipo. Allí le esperaba Gamba. Charlie no dio mas vueltas por Europa. Varese le quería como extranjero de Copa, para la liga ya estaba Bob Morse. Gamba veía en su habilidad con el balón y sus dos potentes piernas el heredero de Raga. Acertó.


Aquel año Varese ganó la Copa de Europa al Real Madrid en Amberes, vengando la derrota de la temporada anterior. El cuadro varesino se sobrepuso a la fractura en mano derecha de Dino Meneghin y con un esplendido Bob Morse batió al cuadro blanco. Yelverton estuvo correcto, sin alardes. La noche anterior no había descansado aquejado de fiebre y su final estuvo marcada por las faltas personales. Sandro Gamba cerraría su periplo de cuatro años en Varese con 2 scudetto y 2 copas de Europa. La segunda la ganarían de forma consecutiva de nuevo ante el Real Madrid, esta vez con un poderoso Dino Meneghin bajo tableros y una defensa poderosa.



‘Gamba: Pasión por el juego’



Tras cerrar su periplo en Varese donde fue sustituido por Nico Messina, Gamba ficha por la Chinamartini Torino, posteriormente Grimaldi. La desgracia le precede. Sandro recoge en 1977 un equipo deshecho. Luciano Vendemini era un proyecto de pívot demoledor. Alto, coordinado y con cierta capacidad para anotar de fuera. Nacido en una pequeña localidad pronto llamó la atención por su estatura y pasó a formarse en Rimini, después en Cantú. Los inicios fueron difíciles, Luciano y el baloncesto eran dos galaxias distantes, pero aprendió a usar sus condiciones físicas, superdotado, empezó a enamorarse de cada lugar de la cancha. De Cantú pasó a Rieti en un traspaso record de 100 millones de liras y dada su mejora técnica y su crecimiento viene reclutado en 1976 por la ambiciosa Chinamartini Torino. Junto a Meneghin formó una pareja de pívot demoledora en la nazionale durante aquel verano, el futuro era suyo. Amargó a Cosic en el pre-olímpico de Edimburgo y una victoria por 84-79 ante aquella Yugoslavia con un gran partido de Vendemini sirvió para lograr el acceso a Montreal’76.


El destino le tenía preparado un quiebro atroz. El 20 de Febrero de 1977, un domingo al mediodía, Luciano se encontraba en el vestuario del pabellón Villa Romiti de Forli junto a sus compañeros, allí notó una sacudida, la muerte vino, cruel, temprana, a visitarle. El corazón le traicionó. Un pasaje así deja marcada a toda una ciudad, a todo un club. El club turinés descendió a A2 y Gamba llevó aquella transición hasta dejar al equipo en su último año en A1, de la mano de un anotador impenitente, Grochowalsky, autor de 27 puntos de media, solo superado por el de siempre, Bob Morse, que rozaba la treintena. Aquella temporada 1979-1980 fue especial para Gamba. Tras el Eurobasket de Torino en 1979, Giancarlo Primo y la Federación llegan a un acuerdo para que deje el cargo de seleccionador. Durante un europeo femenino que se disputaba en Messina el comité italiano se reunía para decidir quien debía ser el nuevo entrenador, Cesare Rubini viene designado como comisario de la nazionale y la elección no pudo ser otra: Sandro Gamba. Grata noticia, reconocimiento a la corta pero de extenso bagaje carrera como técnico principal del milanés. No sin antes la aparición del dolor. La historia de su vida. Lo relata el propio ya seleccionador italiano:


-“Estaba en el coche en la autopista Torino-Milano, para regresar a casa, y he comenzado a sentir un dolor fuerte en el testículo izquierdo. Seco, preciso, continuo. Cuando llegué a casa no solo no me había abandonado ese dolor sino que se había extendido por toda la parte izquierda de mi cuerpo. Me preocupé sobre todo porque sentía como las piernas se endurecían y los músculos parecían de granito. He pensado que sería curioso que Sandro Gamba sufra un infarto cuando acaba de ser elegido seleccionador nacional. Pero no era un infarto: era un cólico renal, un cálculo estaba pasando del riñón a la vejiga. No hubo precisamente fiesta para celebrar mi designación.”-.


Un gran dolor que inició otra etapa dorada en la carrera meteórica del entrenador. De la mano de su “fratello” Rubini guiaron a Italia a su cota mas alta, haciendo estallar un segundo boom del baloncesto italiano:


- “Compartir con Rubini la Nazionale es un cosa seguro bellísima para mi. La presencia de Rubini en el sector de la Nazionale ha sido uno de los componentes fundamentales para que diese el sí con convicción cuando se ha hablado de mi promoción a seleccionador. Rubini tiene 9 años mas que yo, somos prácticamente hermanos, conmigo siempre ha tenido una relación de máxima estima, también de confianza, no me mostraba nunca esa dura coraza que usaba con el resto”, apuntaba Gamba tras ser elegido seleccionador en 1979.


Plata en Moscú’80 donde solo Yugoslavia pudo vencerles. Oro en Nantes’83 tras salir airosos de la batalla de las tijeras y doblegar a España en la final. La época dorada de la selección italiana. Además Gamba trajo consigo un cambio y renovación en los métodos seguidos por su predecesor, Giancarlo Primo. Sobre todo el de no contar siempre con el mismo grupo de jugadores y usar la selección como si de un club se tratase. Se daban situaciones como que Romeo Sacchetti con 27 años aun no había participado en la absoluta italiana. Gamba cambió esta mentalidad. También entraron Solfrini y Generali en la convocatoria de Moscú. Así como el regreso de Della Fiori y Marzorati. De Torino a Moscú en un año seis cambios en la selección. Mas tarde llegaría también a la internacionalidad Roberto Premier. Una de las polémicas que le persiguió en aquellos primeros días como seleccionador fue la de su salario y si iba a doblar ingresos siendo entrenador de la Grimaldi Torino así como de la Nazionale. Sandro contestaba:


“¿Cuál es el doble ingreso? Hasta Abril me paga la Grimaldi, solo una vez llegada esa fecha recibiré el salario de la Federación. Por los partidos que la selección jugará en Diciembre y Febrero me darán una prima por presencia pero aun no he hablado de ello. Para mi el dinero es importante, como para todas las personas que durante tantos años han tenido muy poco, pero creo que gano lo justo vista mi dedicación Creo que me merezco este puesto de seleccionador si los méritos vienen medidos con la pasión, la seriedad y también con el sacrificio que pongo en este trabajo. Entrenando he aplicado la educación recibida en casa, el principio por el cual se debe meter dedicación en todo aquello que se hace, el principio por el cual se debe sudar cada lira que se gana. En este punto me viene en mente mi padre. Cuando dejé los estudios para escoger el deporte me dijo que no me arrepentiría de esta elección si daba lo mejor de mi en el trabajo, el 100 por 100, y yo lo he hecho así.”-


No obstante Gamba dejó tras esa temporada de entrenar a nivel de clubes. Su carrera en los banquillos iba a cerrarse como seleccionador, salvo un breve periodo de dos años, entre 1985 y 1987, donde se hizo cargo de la Virtus Bologna dejando la selección en manos de Valerio Bianchini. En su etapa boloñesa se ocupó de perfilar la educación de un joven Ettore Messina que aguardaba ya dar el salto como entrenador jefe. Precisamente fue el propio Messina quien relevase en el cargo de seleccionador a Sandro Gamba en 1992 tras un último éxito, la plata lograda en el Eurobasket de Roma de 1991, en plena época de cambios en el baloncesto italiano. Ettore era el candidato ideal, al igual que el joven Sandro en la Milán de los años 50 Messina había aprendido de las mejores pizarras posibles y desde las más variadas concepciones del juego, primero en la zona de Venecia y luego en la Virtus que haría suya.



’A Sandro Gamba le debo momentos de basket y todavía diría mas, momentos de vida, importantes. Nunca se lo he agradecido. Lo hago ahora y lo abrazo fuerte. Como un padre o un amigo’ (Ettore Messina)



Sandro Gamba abandonaba con 60 años su carrera deportiva, prolífica y esencial en los cambios acontecidos en el baloncesto italiano en la última mitad del siglo XX. Una carrera donde su aprendizaje fue constante y su empeño, tal como le recetó su padre, no cesó jamás. Con una vitalidad solo propia de aquel que creyó perder todo un duro mediodía del ya lejano 1945. Un hombre al que acompañaron las desdichas pero también los grandes hombres que le dieron forma y le pusieron en la senda adecuada. Algunos héroes silenciados, otros entre los más reconocidos del baloncesto italiano. Un hombre querido en Milán y Varese, con lo que ello significa. Un hombre que aprendió casi todo de un mito, de un espejo antagónico, como era Rubini. Escenificado en la diferencia entre Bartali y Coppi.


Aun queda un último matiz sobre Gamba. Su estrecha relación tras miles de viajes a Estados Unidos, un último homenaje, el viaje final. En 2006 Sandro Gamba, junto a Charles Barkley, Dominique Wilkins, Joe Dumars, Genio Auriemma y David Gavitt, entraba en el Salón de la Fama del baloncesto en Springfield. Ahora era Estados Unidos quien acogía en su seno a Alessandro Gamba. Daniel Stern se dirigió a él y le espetó: – “Quiero una foto contigo, así me convierto en famoso”; Lou Carnesseca dijo –“Es un gran honor y se lo merece todo. Cuando fui a Roma en 1965 vuestro baloncesto aun era un poco cuadrado”. “Se lo merece de verdad, le conozco desde hace mucho tiempo. Hemos hecho juntos muchos clinics, soy un admirador suyo, siempre ha tenido una gran pasión por este juego”, comenta un feliz Mike Fratello. Por último las palabras de Bill Bradley: “Él y Rubini son el top de la excelencia”. El recuerdo preferido de Gamba en tierras americanas también se pone de manifiesto: “Habíamos derrotado a la URSS en las semifinales de Moscú’80. Algunos meses después estaba en el Madison Square Garden, el speaker me anuncia como durante el partido como el entrenador que había batido a los soviéticos. Una ovación como aquella se la guarda uno por siempre”.


Desde Vía Washington hasta Springfield. Un largo viaje lleno de vivencias y fortuna buscada, acaso merecida. Los últimos pasos de aquel viaje que concedió la valentía con la que su ángel custodio le recogió del suelo malherido, por una senda estrecha hasta la puerta de la casa de sus sueños, la de su pasión y tantísimo trabajo derramado. En la puerta, esperándole, dos amigos, dos hombres clave en su carrera y los dos italianos ya presentes en el cielo escogido para las redes y los aros. Cesare Rubini y Dino Meneghin aguardan los últimos pasos de Sandro. Un último recuerdo para sus progenitores, los que salvaron su mano derecha, aquella que desató la más melodramática historia. Parece una partitura de Verdi, quien cuidó desde su pétrea imagen del joven Sandro en aquella clínica milanesa. Una historia merecedora de las magníficas líneas del libro de Flavio Suardi. La de un Príncipe y un desheredado. Dolor hasta en la gloria final, sin poderse explicar como pudo no entrenar nunca con plenos poderes a su Olimpia, aquella que le hizo caer rendido ante el baloncesto.



Fin de trayecto. Gracias por los recuerdos.





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Artículo publicado por Kantauri

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