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RetroNBA: Cuando el base estrella de los Lakers se llamaba Sedale Threatt
Máximo Tobías  | 09.11.2012 - 18:43h.
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Máximo Tobías  | 09.11.2012 - 18:43h.


Los Lakers sabían que habían perdido la final de la NBA de 1991 en el perímetro. No podían contener a Michael Jordan ni competir con la versatilidad de Scottie Pippen, y en el colmo del descaro hasta un secundario como John Paxson se había permitido cerrar el quinto y último partido con sus infalibles lanzamientos de media distancia. Enfrente, “Magic” Johnson había sufrido ante la defensa de Pippen, y ninguno de sus compañeros había acudido en su ayuda: Byron Scott había emborronado unos brillantes playoffs desfondándose en la final, Terry Teagle (venido para ocupar el puesto de Michael Cooper) había supuesto un absoluto fracaso, y resultaba evidente que el veterano Larry Drew tenía que hacer oficial su paso a los banquillos porque ya no estaba en condiciones de saltar a la pista. La única buena noticia era la presencia del joven escolta Tony Smith de Marquette, que no era ninguna estrella en ciernes pero en sus escasos minutos había mostrado frescura y desparpajo.


Sin poder controlar el juego y el balón, los Lakers no habían podido explotar su poderío interior y habían dado una pobre imagen como equipo lento y envejecido frente a la pujanza de los Bulls. Y ni siquiera podían soñar con el draft como remedio, ya que habían traspasado su elección de primera ronda para traer al desvalido Teagle. No contaban con Jerry West. El legendario ejecutivo de los Lakers completó otro de sus certeros traspasos y a cambio de tres futuras elecciones de segunda ronda trajo de los Seattle SuperSonics al base Sedale Threatt.


A día de hoy, Sedale Threatt sigue ostentando el honor de ser el único jugador procedente de la universidad West Virginia Tech en haber conseguido dar el salto a la NBA, después de ser elegido tres veces en el equipo ideal de la NAIA. Como era habitual en los jugadores procedentes de la NAIA, cayó hasta la sexta ronda del draft de 1983, cuando los Philadelphia 76ers decidieron apiadarse de él (esta circunstancia le permitiría ser en ocasiones el jugador activo de la NBA elegido en la posición más baja, en dura pugna con Mario Elie). Los Sixers venían de ganar el campeonato con una rotación exterior ya establecida, pero las capacidades atléticas de Threatt y su aplicación defensiva durante las ligas de verano le permitieron conseguir uno de los últimos puestos de la plantilla. Durante la temporada pudo jugar algunos minutos debido a una plaga de lesiones, pero no terminaban de confiar en él: primero ficharon temporalmente a otro base, y luego escogieron en primera ronda del draft de 1984 a nuestro viejo conocido Leon Wood, olímpico y líder en asistencias de la NCAA dos años antes.


Sedale Threatt no se amilanó, y consiguió mantener su puesto como cuarto exterior de la rotación. Wood sólo fue noticia por sus disputas contractuales (llegó a denunciar ante los tribunales el tope salarial de la NBA), y su escasa aportación parecía aún más pobre cuando los Sixers recordaban que le habían firmado para cuatro temporadas por más de un millón de dólares en total. Al año siguiente se lo quitaron de encima enviándolo a Washington, y abriendo la oportunidad de que Threatt tuviera su mejor temporada en Philadelphia: Andrew Toney estaba de baja con las fracturas en los pies que terminarían provocando su retirada, y Julius Erving no terminaba de adaptarse al puesto de escolta. Sedale Threatt quedó como primer suplente del perímetro y llegó a jugar bastantes partidos de titular aprovechando su velocidad y su capacidad para ocupar las dos posiciones exteriores. A pesar de ello, su irregularidad ofensiva y sus limitaciones como director de juego hicieron que los Sixers lo traspasaran a Chicago el año siguiente, a cambio de un base más “puro” como el exótico Steve Colter.





Jerry Krause, el General Manager de los Bulls, llevaba dos años intentando ficharlo, pero sólo una temporada después decidió traspasarlo a toda prisa. Pronto se supo que el motivo no era deportivo: Sedale Threatt era un juerguista de marca mayor, hasta el punto de llamar la atención en una liga plagada de fiesteros como la NBA. Su físico privilegiado le permitía pasar las noches de farra sin que afectara a su rendimiento, pero se había hecho muy amigo de las jóvenes promesas de la franquicia, Scottie Pippen y Horace Grant, y Krause temía que los arrastrase a su vida desordenada de libertino y tarambana. La situación se repetiría en su nuevo equipo, los Seattle SuperSonics, donde su buen juego se veía ensombrecido por sus historias de excesos y descontrol, como por ejemplo su costumbre de quedarse dormido de madrugada dentro del coche de su compañero Gary Payton, para que éste lo llevara al entrenamiento al día siguiente sin despertarlo. Al final, los Sonics decidieron que la amistad de Threatt no era recomendable para su joven estrella, y aceptaron la oferta de los Lakers.





No es que en Los Angeles cambiase su ritmo de vida (años después, los empleados del Forum seguían contando historias de sus juergas y aventuras), sino que a la gerencia no le preocupaba. Los Lakers eran un equipo veterano con un liderazgo claro, y no había miedo de que inculcase malos hábitos a sus compañeros. Además, era justo lo que buscaban, un base suplente capaz de aportar velocidad, defensa y tiro exterior – o para ser más precisos tiro de media distancia, ya que como buen ochentero Sedale Threatt no terminaba de dominar el lanzamiento de tres y prefería iniciar una media penetración culminada con una suspensión desde la línea del tiro libre (lo que los veteranos llamaban “the nail”). Lo más importante era que Jerry West había conseguido traerlo sin perder a ninguno de los jugadores que habían llevado a los Lakers a la final.


La inesperada retirada de “Magic” Johnson debido al VIH nos privó de ver si ese equipo podría haber vuelto a pelear por un anillo. Sin tiempo para más, los Lakers ascendieron a Sedale Threatt al puesto de titular mientras buscaban algo mejor. El problema era que el precio de ese “algo mejor” era AC Green, el mejor reboteador de un equipo que no destacaba por su fuerza bajo los tableros, y eso significaba desnudar a un santo para vestir a otro. Al final, el sacrificado fue Sam Perkins, enviado a Seattle a cambio del escolta Doug Christie en un traspaso que resultaría ser uno de los pocos errores de Jerry West. Durante los años oscuros que precedieron a la llegada de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant, Sedale Threatt se convirtió en el líder veterano del perímetro de los Lakers, acompañado por jóvenes como Tony Smith, Anthony Peeler o George Lynch, hasta ser sustituido por el eléctrico Nick Van Exel. Fue una época agridulce, de luchar por entrar en playoffs de la mano de Cedric Ceballos y Elden Campbell, que el tiempo y los éxitos posteriores ha revalorizado a los ojos de los aficionados angelinos.


La temporada 92-93 fue un ejemplo de la mezcla de impotencia y lucha que marcó esos años. Los Lakers se habían clasificado de carambola para playoffs con menos del 50% de victorias, el entrenador tenía un pie en la calle y la prensa insistía en que jugadores como Vlade Divac o Sedale Threatt no tenían nivel para ser titulares en un equipo con aspiraciones. Enfrente estaban los Phoenix Suns, el equipo con más victorias gracias a su flamante MVP, Charles Barkley. Los pronósticos daban tan pocas posibilidades a los Lakers que los Suns se permitieron el lujo de dar descanso a su base titular, Kevin Johnson, lesionado ligeramente durante la celebración de la última victoria de la fase regular. Cabe imaginar la sorpresa de todos los aficionados cuando los Lakers ganaron los dos primeros partidos en Phoenix, dejando a los Suns al borde de la eliminación.





El primero de esos partidos fue el momento de gloria de Sedale Threatt en los Lakers. Enfrentado a Negele Knight, un base suplente muy parecido a él y que también había dejado destellos de potencial, Threatt anotó 35 puntos con 17 canastas de 24 intentos, hundiendo para siempre la carrera de Knight. A su lado, Byron Scott anotó 22 puntos incluyendo dos tiros libres decisivos a pocos segundos del final, mientras que los escoltas de los Suns Dan Majerle y Danny Ainge firmaban un desolador 1/11 en triples. Para los Lakers fue una fiesta, la inversión de lo sucedido en 1991: no habían podido frenar a Charles Barkley, pero habían impuesto su juego exterior y se habían llevado la victoria. Sedale Threatt ya había tenido otras buenas actuaciones en playoffs con Sixers y Sonics, pero los Suns se olvidaron de defenderle y lo pagaron con esos 35 puntos, 7 asistencias y 3 robos de balón. Después del partido Threatt se dedicó a bromear con la prensa, recordando sus tiempos de compañero de habitación de Barkley y cómo le había hecho pasar esas pequeñas novatadas que tiene que aguantar todo “rookie”, aunque sea una estrella y el veterano no más que un suplente.


En el segundo partido los Suns tuvieron que poner en cancha a Kevin Johnson durante 44 minutos, pero entonces fue la pareja interior Campbell-Divac la que dio la victoria a los Lakers. Ahí se terminó el sueño angelino, a pesar de un par de triples de Sedale Threatt para meterle el miedo en el cuerpo a los Suns en el tercer partido. Phoenix ganó los tres partidos seguidos y pasó a segunda ronda, pero los Lakers habían logrado mostrar al mundo los puntos débiles del mejor equipo de la temporada regular (como que a Barkley se lo podía defender sin ayudas, o que los Suns dependían de Johnson en exceso). Los Lakers siguieron a lo suyo, remando contra corriente hasta 1996, cuando volvió la época de vacas gordas que Sedale Threatt no llegó a conocer. Empezó un vagabundeo por varios países hasta establecerse varios años en Australia, huyendo de las manutenciones que le reclamaban los catorce hijos que, según algunas noticias, había tenido con diferentes mujeres. Y que su prodigiosa genética le impedía negar, ya que varios de ellos se han convertido en deportistas de élite.


Hoy sólo se acuerdan de ello los fans más irredentos, los que no han olvidado la época en que Cedric Ceballos hacía mates y Elden Campbell estaba delgado. Ellos saben que por una noche, en medio de la mediocridad y la rutina, Sedale Threatt nos recordó que el olimpo viste púrpura y oro.




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Artículo publicado por Máximo Tobías

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