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Los Knicks ochenteros (I): La era DeBusschere
Máximo Tobías  | 03.01.2017 - 00:13h.
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Máximo Tobías  | 03.01.2017 - 00:13h.

Cuando era joven y estúpido escribí algo sobre los Knicks ochenteros, inspirado por la lectura del 'Born to Coach' de Rick Pitino. Ahora que soy viejo y estúpido, e inspirado por su relectura, me apetecía revisar el tema desde otro punto de vista con un toque más intemporal: los enfrentamientos internos en aquellos Knicks, que desperdiciaron todas las opciones de conseguir una mejora permanente debido a las guerras intestinas entre los sucesivos General Managers y Head Coaches. Cada vez que parecía que estaban a punto de salir del hoyo, un nuevo choque frontal los devolvía a la casilla de salida.

Como todos sabemos, eso sólo fue una etapa y posteriormente los Knicks alcanzaron la estabilidad necesaria para mantener una racha consistente de éxitos y victorias. La última temporada de "Red" Holzman al frente del equipo en 1981-82 había sido un desastre absoluto resumido con la famosa frase de Michael Ray Richardson "the ship be sinking". Y eso que en principio la plantilla parecía tener mimbres suficientes para conseguir algo mucho mejor que ese récord de 33-49. Los puestos claves de base y pívot estaban ocupados por dos jugadores jóvenes con nivel all-star como Micheal Ray Richardson y Bill Cartwright, apoyados por veteranos contrastados como el escolta Randy Smith y el ala-pívot Maurice Lucas. Cuando el alero titular "Sly" Williams empezó a crear problemas disciplinarios, faltando a entrenamientos y partidos porque quería una mejora de contrato, el veterano "Campy" Russell (no relation to Cazzie) ocupó el puesto con garantías suficientes. Marvin Webster no se había recuperado de su lesión de rodilla, pero como suplente cumplía sobradamente, igual que el escolta Mike Newlin. Reggie Carter, una antigua estrella local de St. John’s, no se había adaptado bien al puesto de base suplente, pero tampoco importaba porque a mitad de temporada había llegado Paul Westphal a reforzar el perímetro.

No era una plantilla mala, pero la falta de disciplina e implicación defensiva los había hundido, en parte debido al talante conciliador de Holzman. Era un secreto a voces que la cocaína era la reina de ese vestuario, y al terminar la temporada el FBI inició una investigación debido al chivatazo de un confidente según el cual al menos tres jugadores de los Knicks (yo apuesto por Richardson, Williams y Webster) se habían dejado ganar en varios partidos para compensar sus deudas con varios apostadores profesionales. La investigación no llegó a nada, el rumor nunca tuvo demasiada base y todos los implicados lo negaron, pero reforzaba la percepción de que era necesario hacer una limpia en la plantilla y empezar de cero.

El elegido fue Dave DeBusschere, antigua estrella de los Knicks campeones y con experiencia en gestión de la ABA. Supongo que si necesitas bregar con jugadores indisciplinados con problemas de drogas, nada mejor que un General Manager con práctica en la ABA. DeBusschere se puso manos a la obra de inmediato: cortó a Mike Newlin, dejó irse como agente libre a Randy Smith y le ofreció a “Sly” Williams una renovación muy a la baja que el jugador rechazó. En su lugar llegó del draft el tirador Trent Tucker, que junto a Randy Breuer había llevado a Minneessoottaa al campeonato de la Big 10.

No era un mal comienzo, pero si sólo sabes una cosa de los Knicks que sea ésta: los comienzos siempre son buenos, pero no duran. La cosa se tuerce bien pronto.

Hubie Brown

 

En este caso, el problema fue la decisión de la gerencia de contratar a Hubie Brown como entrenador del equipo. En sí, no era una mala elección: un técnico que había triunfado en la ABA y que venía de sacar a los Hawks del pozo, donde había impuesto mano dura en una plantilla con problemas de drogas e indisciplina. Pero Dave DeBusschere pensaba que la decisión de elegir al entrenador le correspondía a él, y ya tenía un candidato en Dave Gavitt de Providence, uno de los arquitectos de la Big East y fallido seleccionador olímpico de Moscú 1980. DeBusschere no tenía una buena relación personal con Hubie Brown, y para colmo su contratación obligaba a desprenderse de Maurice Lucas, debido a un enfrentamiento personal entre ambos que venía de los tiempos de la ABA (Lucas fue enviado a los Suns a cambio del ala-pívot “Truck” Robinson).

Además de crear una rivalidad instantánea entre el GM y el entrenador que aquél no había elegido, Brown y DeBusschere tenían temperamentos radicalmente diferentes, y resultó imposible armonizar la calma que preconizaba el directivo con el temperamento volcánico del técnico. Los roces empezaron casi de inmediato con la excusa del culebrón Bernard King.

El puesto de “tres” era uno de los puntos flacos de los Knicks. Ya no confiaban en el problemático “Sly” Williams, y el efectivo “Campy” Russell, apodado “Mr Moves” durante su etapa en los Cavs, se lesionó de gravedad la rodilla jugando un partidillo en verano y sería baja para toda la temporada. Aún más, tal y como se temía esa lesión terminaría suponiendo el final de su carrera, y a corto plazo obligó a los Knicks a cambiar de planes y renovar a Williams.

Dave DeBusschere no sólo buscaba anclar la posición de alero, sino a un jugador que se convirtiera en la segunda estrella del equipo junto a Bill Cartwright. Micheal Ray Richardson, el jugador que en ese momento desempeñaba ese rol, había exigido un traspaso debido por una parte a que quería una mejora salarial y por otra a un enfrentamiento inmediato con el exigente Hubie Brown. Según algunos rumores, el auténtico motivo eran unas importantes deudas con los traficantes que le suministraban la droga, que le hacían temer por su vida si no ponía tierra de por medio a la voz de ya.

El primer candidato fue Terry Cummings, futuro novato del año con los Clippers, pero cuando demostró ser inviable la mejor opción pasó a ser Bernard King. King no había terminado de corregir sus problemas de conducta, pero parecía rehabilitado del tema alcohol-drogas y era un anotador superlativo que terminaba contrato y por tanto podía ser arrancado de las garras de unos Warriors en perpetua crisis económica. Ya habían tenido que vender a Robert Parish y antes a Jamaal Wilkes, seguro que no sería difícil conseguir a King.

Los Knicks empezaron por fichar a Ernie Grunfeld, su antiguo colega universitario del “Ernie & Bernie Show”, y luego ofrecieron un elevado contrato a Bernard King que levantó ampollas en la liga, con acusaciones a los de Nueva York de provocar una burbuja de inflación salarial con sus tácticas. Los Warriors igualaron la oferta, pero sólo era una maniobra negociadora y finalmente aceptaron traspasar a King a los Knicks a cambio de Micheal Ray Richardson.

Para Dave DeBusschere era un éxito en los dos sentidos, ya que de una tacada conseguía a su alero estrella y se libraba de su mayor problema antes de que se hicieran públicos sus problemas de drogas. Hubie Brown, en cambio, lo que veía es que acababa de quedarse con un único base en plantilla: Ed Sherod, antigua elección de cuarta ronda (mala señal) de los Nets (¡alerta roja! ¡alerta roja!) que se había proclamado MVP (bien) de la final (muy bien) de la CBA (¡mal! ¡muy mal!). Sherod le había arrebatado el puesto a Reggie Carter en pretemporada, pero entonces se suponía que ese puesto era de suplente de un all star, no de base titular de los New York Knicks.

Dave DeBusschere

 

Hubie Brown tenía su buena parte de razón. Se encontraba con un jugador marginal como único base de un equipo que había cambiado a más de la mitad de la plantilla de la campaña anterior, y que aún estaba incorporando jugadores cuando ya habían terminado la pretemporada (Bernard King y el alero suplente Louis Orr llegaron apenas cuatro días antes del primer partido oficial). Entrenador nuevo, plantilla nueva y base de la CBA: la receta perfecta para la absoluta falta de coordinación. Ed Sherod estaba tan asustado que los rivales le robaban el balón mientras miraba al banquillo, y a mitad de temporada Hubie Brown tuvo que tirar la toalla y colocar a Paul Westphal como base nominal, junto al novato Trent Tucker como escolta. Claro que eso no era solución, porque Tucker era un tirador unidimensional que no destacaba por su manejo de balón, así que las pérdidas y los problemas frente a las defensas presionantes fueron la norma durante la temporada. Los Knicks perdieron los primeros siete partidos, y en un momento dado llegaron a ir 5-14. El barco se había estampado contra el iceberg.

Y la respuesta de Hubie Brown era siempre la misma: no tenemos base, nos hace falta un base, si yo fuera el encargado de los fichajes ya habría traído a un base, preguntadle al que tendría que haber traído un base. Por fin, en febrero trajeron a Rory Sparrow, un base como dios manda, y el equipo remontó el vuelo. Para entonces el daño estaba hecho. La prensa se hacía eco del pulso entre Brown y DeBusschere, cada uno intentando aumentar su control a costa del otro, e incluso se especuló con la posible salida de Hubie Brown rumbo a los Nets cuando éstos cesaron a Larry Brown.

Eso le dio especial aliciente a la eliminatoria contra los Nets en primera ronda de playoffs, para la que se clasificaron en virtud de sus 44 victorias. No sólo eran los Nets el destino rumoreado de Hubie Brown, sino que salían de inicio con Micheal Ray Richardson, el espíritu de las navidades pasadas, y Albert King, el hermanísimo de Bernard King que intentaba trasladar a profesionales su inmensa fama en los playgrounds de Nueva York. Los Kings aplastaron a los Nets en dos partidos marcados por la extraordinaria actuación de Bernard en el primero, pero luego se dieron de bruces con los Sixers del “fo fo fo” y ahí se acabó la historia.

La temporada había sido un éxito indiscutible. Los Knicks ganaron 11 partidos más que el año anterior, entraron en playoffs y pasaron una ronda. Habían rejuvenecido la plantilla, y en el proceso habían descubierto una estrella y se habían librado de Micheal Ray Richardson justo a tiempo de evitar que les explotase en la cara. Pero las señales de peligro se multiplicaban. Hubie Brown y Dave DeBusschere estaban envueltos en una lucha de poder tan descarnada que incluso delante de la prensa sólo eran capaces de decir que su relación era “profesional”, el equivalente deportivo a “seguimos juntos por los niños”. El estilo de Hubie obtenía resultados, pero el precio era un desgaste constante de los jugadores debido a sus críticas sin pausa. Llamó “viejo y lento” a Paul Westphal (que terminó siendo elegido Comeback Player of the Year), en un partido sustituyó a Trent Tucker y le dijo que se sentara al final del banquillo “donde no tenga que verte”, y destruyó la confianza de “Truck” Robinson pidiéndole que dejara de tirar a canasta y se centrara en el rebote. Robinson venía de promediar casi 20 ppg con más del 50% en acierto, pero en los Knicks se quedó por debajo de los dobles dígitos con un 46% en tiros. Solamente la presencia de los veteranos Ernie Grunfeld y Louis Orr mantenía unido el vestuario.

Y entonces los Knicks decidieron ir a por Kevin McHale.

La complicación de esta historia es que hasta 1992 más o menos se aplica un artículo del convenio colectivo de la CBA que dice “cualquier anécdota de fichajes se redactará de forma que todo sea parte de un plan maestro de los Celtics en general y “Red” Auerbach en particular”. Así que no es sencillo saber en realidad quién tenía el plan de qué.

Los hechos son que los Knicks anunciaron el descarte de Paul Westphal a pesar de su buen rendimiento del año anterior, ya que mantenerlo en plantilla suponía garantizar su contrato por dos temporadas más y eso a su edad era demasiado riesgo. Con el espacio salarial liberado por la salida de Westphal, los Knicks anunciaron que estaban intentando estructurar una oferta atractiva para Kevin McHale, que terminaba contrato el verano de 1983. Los Celtics contraatacaron presentando ofertas a los tres agentes libres restringidos de los Knicks, que eran Rory Sparrow, “Sly” Williams y Marvin Webster. Si los Knicks igualaban esas ofertas, se quedarían sin espacio salarial para hacer una oferta a McHale. Si no igualaban, perderían a esos tres jugadores, y concretamente Sparrow era imprescindible ya que seguía siendo el único base del equipo. Y aun en ese caso, los Celtics tenían la opción de igualar la oferta a McHale, con lo que los Knicks se arriesgaban a perderlo todo.

La historia se supone que es que los Celtics tenían un plan maestro. Que con esas ofertas intentaban convencer a los Knicks de que no intentarían retener a McHale, y así tentarlos a no retener a esos tres jugadores. Los Celtics renovarían a McHale, conseguirían a un base joven como Sparrow y traspasarían a Webster y Williams por rondas de draft, algo que ya tenían apalabrado con terceros equipos.

A mí me parece hilar demasiado fino, sobre todo la última parte. Creo que simplemente pretendían obligar a los Knicks a igualar los contratos ofrecidos a sus tres agentes libres, y de esa manera no sólo los “castigarían” por la ofensa de rondar a McHale sino que los sacarían del mercado de fichajes para una larga temporada. Con esos contratos, más onerosos de lo que pretendían pagar los Knicks, no tendrían demasiado dinero para seguir haciendo ofertas a agentes libres en el futuro próximo.

En cualquier caso, eso es lo que pasó. Los Knicks igualaron las ofertas, y luego traspasaron a “Sly” Williams para quedarse solamente con Webster y Sparrow. Nunca he entendido por qué no se limitaron a igualar la oferta por Rory Sparrow, el único jugador al que realmente querían. Estaban hartos de “Sly” Williams, y el puesto de pívot suplente estaba cubierto con garantías gracias al fichaje del inmortal Eric Fernsten.

En fin, que mucho lío para seguir en el mismo sitio. Al final, los Knicks se limitaron a reforzar el perímetro eligiendo en el draft a un escolta anotador de Arkansas llamado Darrell Walker (preferían a Derek Harper o Byron Scott, pero ninguno de ellos se puso a tiro) y repescando en un traspaso a Ray Williams, un veterano que había jugado bien en su etapa anterior en Nueva York. Claro que ni siquiera entonces se libraron de la polémica, en este caso centrada en la cuantiosa oferta salarial que le hicieron a Walker y que provocó que otros jugadores elegidos antes que él en el draft amenazaran a sus clubes con no presentarse si no les ofrecían un sueldo más alto.

A primera vista podría parecer que la temporada no supuso un avance evidente con respecto de la anterior. Los Knicks ganaron 3 partidos más y volvieron a ser eliminados en segunda ronda de playoffs, Darrell Walker y Hubie Brown estuvieron a punto de llegar a las manos durante una reunión en diciembre, y Louis Orr intentó hablar repetidas veces con el técnico para que rebajase el tono de sus críticas a Walker, Robinson y Tucker. Sin éxito.

Bernard King

 

Pero como todos sabemos, la auténtica historia era muy distinta, y se centraba en el estallido anotador de Bernard King, que fue a más durante la temporada hasta terminar los playoffs como ganador moral del MVP. Ya había dado aviso en la fase regular con un par de partidos consecutivos de 50 puntos (uno de ellos contra los Mavs de Pat Cummings y Kurt Nimphius, pero no dejan de ser 50 puntos), y convirtió la eliminatoria contra los Detroit Pistons en un duelo anotador al máximo nivel con Isiah Thomas que no se resolvió hasta los últimos segundos de la prórroga del último partido. “Lo que nos hizo no lo había visto nunca. Nos lo encontramos en el medio de una racha de tres años en los que estaba jugando mejor que ningún otro alero en la historia”, recordaría Isiah. El precio de todas esas canastas era que sus compañeros quedaban fuera del ritmo de ataque, especialmente un Ray Williams casi desaparecido en playoffs, pero valía la pena. En cuatro de los cinco enfrentamientos Bernard King se fue a más de 40 puntos, lo que provocó la famosa respuesta de Cedric Maxwell de los Celtics: “He ain’t getting 40 on us. We’re going to stop the bitch.” No fue eso lo que pasó, sino algo muy diferente. Bernard King superó los 40 puntos en dos ocasiones y llevó a los Knicks al séptimo partido, pero entonces fue el turno de Larry Bird de irse a los 39 puntos y dar por terminada la serie.

Los Knicks habían seguido rejuveneciendo la plantilla, habían mejorado sus resultados y Bernard King era una estrella indiscutible. A pesar de los problemas que generaban los reproches constantes de Hubie Brown, nadie podía negar que su sistema funcionaba. Los Knicks parecían estar a punto de dar el salto a candidatos al anillo.

 ¿Cuántas veces hemos oído esta historia?

(...continuará)



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Artículo publicado por Máximo Tobías

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