La Pizarra del Entrenador
Trabajando el 4c4: cortes, bloqueos y fintas
Eduardo Burgos  | 18.03.2009 - 00:00h.
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Eduardo Burgos  | 18.03.2009 - 00:00h.

Siguiendo con la operación rescate de viejos VHS, hoy he recuperado los dos primeros partidos de la Argentina de 1996, y recupero este texto escrito para los Juegos de Londres 2012, pero muy al pelo para estos partidos.

Aunque tirar del tópico gardeliano para hablar de Argentina raya lo indecente, en esta ocasión la efeméride podría estar justificada. Tratar de trazar la línea que define una generación es siempre una tarea compleja y hablar de un equipo en términos como orgullo, trabajo, casta, corazón... suele ser otro ejercicio vano de topiquismo. Sin embargo, hablar de la selección argentina obliga a detenerse en su más que merecido nombre de "Generación dorada", así como a no pasar por alto como junto al innegable talento de su núcleo de jugadores en torno a una idea de compromiso se ha creado la base de una de las tres mejores selecciones del mundo en la última década.

Se podría establecer un trabajo de arqueología emocional que llevara a la figura de Leon Najnudel (incluso a la de Ranko Zeravica) y a la creación de la Liga nacional. Hablar de aquella fatídica semifinal del Mundial U22 de 1997 ante Australia o de cómo, poco a poco, muchos de aquellos jugadores que empezaban a despuntar fueron dando el salto a Europa para crecer desde abajo: Ginobili y Montechia en Reggio, Nocioni en Manresa, Scola y Jasen en Gijón, Prigioni en Fuenlabrada… ya fuera en cesiones o en primeras oportunidades, muchos de ellos siguieron la ruta menos cómoda pero a la vez la más provechosa para conocer las dos caras del éxito baloncestistico.

Pero sea como fuere, no cabe duda de que la primera gran confirmación llegaba en el Torneo de las américas de Nuequen en aquel agosto de 2001 donde, con una exhibición del juego de pase y un baloncesto tan atractivo como eficaz, una Argentina liderada por Manu Ginobili se colgaba la medalla de oro y con ello se garantizaba la participación en un Mundial de Indianápolis en el que definitivamente entraría en la historia con su inapelable victoria sobre la selección anfitriona. La plata del Mundial, el oro olímpico en Atenas y un sinfín de resultados unidos a una imagen reconocible y única definían a un cuadro que en aquel 2001 como local comenzaba a forjar su leyenda. De aquella selección permanecían rumbo a Río 2016 hasta tres jugadores: Ginobili, Nocioni y Scola...

Tres jugadores que curiosamente debutaban 20 temporadas antes. Y es que, aunque de edades distintas, en aquella 1995/96 Ferrocarril, Andino y Racing daban la primera oportunidad "profesional" a Luis, Manu y Andrés. Esa misma 1995/96 terminaba con los Juegos de Atlanta, a los que Argenina regresaba tras 44 años de ausencia. Al frente de aquella selección figuraba un Guillermo Vechio tachado de loco por hablar abiertamente de que a corto plazo Argentina pelearía por las medallas. No le faltaba razón, aunque no fuera en Atlanta... y eso que alli, 20 años antes de Rio, Argentina ya dio sus primeros zarpazos.

En aquel grupo estaban dos jóvenes, Fabricio Oberto y Ruben Wolkowysky, e incluso entre los asistentes de Vechio se hallaba Rubén Magnano. No obstante los referentes eran otros, en especial Espil (cuarto máximo anotador de esos Juegos), Nicola y el gran Milanesio. Argentina debutaba en los Juegos ante la anfitriona USA, que conservaba cinco jugadores del Dream Team original: el dúo de los Jazz John Stockton & Karl Malone, David Robinson, Charles Barkley y Scottie Pippen, a los que se habían sumado a Shaquille O´Neal, Hakeem Olajuwon, Gary Payton o Reggie Miller, entre otros. Un equipo llamado a arrasar, como acabaría haciendo, pero que en el debut habría de sufrir la "humillación" de pedir hasta dos tiempos muertos. Y es que en aquel debut que se tuvo que jugar a media luz tras un apagón, Argentina lograba llegar al descanso cediendo por un exiguo 46-44.

Un día después, el cuadro de Vechio doblaba la apuesta derrotando a la Lituania de Marciulionis y Sabonis, vigente plata europea y bronce olímpica... aunque a un coste muy duro: las lesiones de Nicola y Wolkowysky. Esas lesiones serían el punto de inflexión negativo de un equipo que caía eliminado, pero que durante unos días había asombrado a propios extraños. A fuerza de ser iluso, no es difícil imaginar a los tres chavales que habían debutado ese año soñar con seguir esa senda.

Un año más tarde, dos de ellos, Scola y Ginobili, acompañados de Pepe Sánchez, Oberto, Palladino, Leo Gutiérrez, Victoriano o Gabi Fernández, sufrirían la agónica derrota en las semifinales del Mundial U22 ante la anfitriona Australia, pero la semilla ya estaba plantada... tanto que esos ocho jugadores citados serían sólo cinco años más tarde subcampeones del mundo acompañados por Montechia, Sconochini, el propio Nocioni y Magnano o Wolkowysky, cómo no. De aquellos ocho, seis estarían en el oro olímpico de 2004 y aún en 2016 dos de ellos (Manu y Luisfa) acompañados de otros dos oros como Chapu o Delfino irían camino de otros Juegos...



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Artículo publicado por Eduardo Burgos

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