En el último día de clases, previo al examen final, Jaume Ponsarnau viajó hasta el corazón del alumnado y lo hizo desde el vehículo de la autenticidad, desde una propia experiencia muy cercana, en los orígenes, a todos ellos.

ontuvieron la respiración y muchos tuvieron que disimular la emoción mientras se proyectaban las imágenes de los Castellers de Salt subiendo las escaleras de la catedral de Girona en un pilar de cuatro, viendo como se desmoronaba y, entre el impulso de la gente, volvía a levantarse para acabar consiguiendo el objetivo. Imágenes repletas de sentimiento y simbolismo. La vida está llena de proyectos que se derrumban y se vuelven a construir desde la unión, desde la fuerza del corazón. Ponsarnau tocó ese corazón a los alumnos del Curso Superior 2013, agotados tras dos semanas de esfuerzo, de trabajo en equipo, de momentos de ilusión y desánimo. Alumnos que afrontan el desafío final, ese último reto, término que en el bloque de Dirección se ha cambiado por el de oportunidad.

Ponsarnau sigue siendo “uno de los nuestros”, esa definición que acerca a los entrenadores conocidos a esos miles de “invisibles” que se preparan para, cuando aparezca la oportunidad, estar capacitados para afrontarla, para aprovecharla. Su mensaje, basado una parte en el método y otra muy importante en el sentimiento, caló hondo entre los asistentes y seguro que acompañará a todos los alumnos en el resto de sus vidas como entrenadores. Aportó argumentos apoyado en el humor de Eugenio… “saben aquel que…” en el Método aprendido en Cursos o Clínics, en la experiencia adquirida de maestros como Ricard Casas, en los refuerzos emocionales y, finalmente en la imagen proyectada de sus tres hijos, razón fundamental de vida, de esfuerzo por volver a levantar esa torre y alcanzar el objetivo. Grande, muy grande Jaume.