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Realmente me encuentro más cómodo escribiendo artículos en los que se analicen temas en profundidad que explicando anécdotas, pero como algunos de vosotros lo habéis solicitado, contaré también alguna “batallita”. Corría la temporada 1991-92, mi segunda en el FC Barcelona, donde en aquel momento ocupaba el cargo de Coordinador del Basket Base. Los sábados, día en el que se jugaban los partidos de las categorías cadete, infantil y mini-basket, yo solía ver un promedio de 20 partidos en la búsqueda de nuevos talentos. No los veía íntegramente, en la mayoría de ocasiones para detectar al jugador con posibilidades bastaba con ver la rueda de calentamiento (incluso diría que con algunos entrenadores “ganadores” era la única forma de asegurarte que verías al jugador). Además, y ese ha sido un factor que también me ha ayudado mucho cuando me he dedicado a ver jugadores profesionales, la opinión que me hago de un jugador cuando le he visto 10 minutos suele ser muy parecida a la que tengo de él cuando ya le he visto 10 partidos. Era la primera hora de la tarde de uno de esos sábados y el cielo plomizo amenazaba con suspender todos los partidos que se disputaban en pista descubierta. Aparecí yo por las instalaciones del CB Santfeliuenc, donde se estaban celebrando simultáneamente diversos partidos, cuando me encontré con el matrimonio Navarro-Feijoo. Yo conocía a los padres de Juan Carlos desde hacía tiempo, ya que su hermano Ricard (generación 1973) había sido un ala-pivot notable en los equipos cadetes y juvenil del Barça. Así que mientras saludaba al Sr. Navarro, éste me señala la pista donde se jugaba un partido de infantiles y me dice: - “¿Has visto al Juancarlillos?” Yo miré hacia la cancha esperando ver algún chico más alto que el resto (Ricard, su hermano, medía casi 2 metros), pero no vi ninguno que sobresaliese. - “Es ese de ahí” dijo el padre de Juan Carlos. “Aunque tiene 2 años menos que el resto, es el que mete más puntos”. Ahora si que pude identificar a un elemento, que pese a que no destacaba por la altura, se movía habilidosamente por la pista. Realmente, de no haber sido por la información que me dio su padre probablemente me hubiera pasado inadvertido. Pero considerando la desventaja que significan 2 años en esas edades (¡Juan Carlos era todavía mini-basket!), resultaba todo un descubrimiento. Evidentemente le respondí que Juancarlillos estaba invitado a venir a los entrenamientos de los chicos de su edad. Allí le confirmamos que contábamos con él para el primer equipo de la categoría pre-infantil que el FC Barcelona iba a tener en su historia. Así fue como, con todavía 11 años, el menor de la saga Navarro fue fichado para el club donde se ha convertido en una auténtica leyenda del baloncesto español. Probablemente eso fue lo único que ha sido casualidad en el éxito de Juan Carlos. El resto se debe a su tremenda pasión por el baloncesto, sus extraordinarias cualidades físicas, su increíble puntería y su carácter alegre pero tenaz. Su instinto anotador es algo incomparable, ya que no solo anota puntos en cantidad sino que también los consigue de calidad. Cuando el rival flojea o el partido está apretado seguro que aparece Navarro como el tiburón que huele la sangre de la víctima. Su paso por los equipos base barcelonistas dejó innumerables registros, además de valerle para ganarse el apodo de “La Bomba”, por su explosividad en la pista. Progresivamente fue adaptando su juego al basket profesional, sin perder la frescura y la osadía que le hacen un jugador especial. Mejoró todas sus debilidades, incluyendo la defensa, que siempre había sido su punto menos fuerte. No todo ha sido fácil para él, por ejemplo en la temporada 2000-01 pasó de ser titular a perder todo protagonismo, llegando a no disputar ni un minuto en los 3 partidos de la Copa del Rey que el equipo conquistó en Málaga. No se desanimó y consiguió ser seleccionado para el Eurobasket’01 de Turquía, en el cual clasificó a la Selección para cuartos de final con aquella genial canasta in extremis contra Israel. Juan Carlos (JC o “yeisi” como le llamaba Jeff Weltman, entonces scout de LA Clippers) ha tenido siempre un alto nivel de identificación con el Barça. Tanto él como su agente Miquel Solà han prescindido de actitudes especulativas y el tiempo creo que les ha recompensado su comportamiento. Su nivel de compromiso le llevó a jugar en la temporada 03/04 durante un mes con un hueso de la mano roto, sabiendo el importante riesgo que corría pero asumiéndolo en beneficio de su club. El éxito y la fama no han cambiado lo esencial de aquel chico de Sant Feliu de Llobregat, que sigue manteniendo su naturalidad de siempre. Importante, sin duda, ha sido tener gente a su lado que le ha apoyado y le ha dado estabilidad, como sus padres, su novia de toda la vida (y ahora esposa) Vanesa o sus entrenadores de categorías inferiores, de entre los que destacaría su relación con Miguel López Abril. Como seguidor de la Liga ACB me llevé una tremenda alegría cuando supe que retornaba el verano pasado. Más allá de ser fan de un determinado equipo, la presencia de Juan Carlos es un importante aliciente para ver cualquier partido que dispute. Y es que poder disfrutar de su juego, ¡si que es una suerte!
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