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NCAA MM'10: Butler, historia de un upset (63-59)
Alejandro González  | 26.03.2010 - 18:00h.
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#1 Syracuse 59 – 63 Butler #5

BUT: Hayward 15 puntos; Mack 14 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias
SYR: Johnson 17 puntos y 9 rebotes


Who’s gonna stop the rain? Preguntaba la canción. Butler respondía. Los Bulldogs protagonizaron otra vuelta de tuerca más, otra apasionante historia que hará de éste un torneo memorable. Lo hicieron en dos tiempos. En dos actos que requerían valores bien distintos. Valores que Bulldogs atesoraba.

La primera parte de esta historia de upset se escenificaba en la primera parte del partido. El equipo de Brad Stevens (habrá quien siga pensando que Calipari debe ser el entrenador del año…) ofrecía una clase maestral de cómo jugar contra Syracuse. Primero en defensa, donde los jugadores aparecían por todas partes, las ayudas eran perfectas y la coordinación y el orden llegaban a resultar bellos. No para Cuse que, además de echar un cable con una buena torrija de inicio, se quedó atrapada en la maraña rival sin que Triche o Jardine fueran capaces siquiera de encontrar atisbo alguno de cómo plantear cada ofensiva. Y segundo, en ataque, donde Butler, algo a rachas eso sí, supo abordar la sempiterna zona de Boeheim. Hayward se movía por la línea de fondo, Howard trabajaba por dentro y salía a bloquear creando opciones tanto para él como sus compañeros y el perímetro cambiaba posiciones en cada ataque, moviendo el balón rápidamente y con sentido en cada posesión. En cada vuelta a su aro, los Orangemen encontraban un equipo “diferente” al que parar, algo muy significativo dada la facilidad con la que la zona de Cuse se descompone cuando ve que está siendo vulnerable. Y lo más importante, Butler casi no perdía balones, no dando opción a contragolpes y acabando siempre sus intentonas con un tiro. El espectáculo era magnifico. El resultado al descanso, para los Bulldogs, también (35-25).

Acabado el primer acto de esta batalla, era momento para la aparición del hasta entonces superado rival. Syracuse salía de los vestuarios encendida. Un leve periodo de incubación y la explosión ofensiva. Johnson se sentía libre, Rautins anotaba de tres y el equipo podía correr. Hasta Jardine tenía su momento. Cuse empataba. Butler se atenazaba. Matt Howard por dentro y Gordon Hayward exhibiendo talento sostenían a un equipo que estaba nervioso y había perdido los papeles. La defensa de los Bulldogs no era la de antes, y su ataque había olvidado el plan. Zack Hahn era una rémora, situándose demasiado lejos de la línea de tres, complicando la circulación de balón de los tres pequeños en el exterior. El escolta simbolizaba el miedo (lejos de las incesantes manos de los defensores, temeroso y desconcentrado) de su equipo.

Hasta entonces, y a pesar de la carga naranja, Syracuse sólo había conseguido ponerse por delante de forma fugaz (39-40). Gordon Hayward daba la cara y otorgó un pequeño respiro a Butler (48-43). Un trago de aire que supo a poco ante el empuje rival. Los Orangemen se sentían cómodos, pues el partido había tomado el ritmo con el que ellos disfrutaban. Y cuando eso pasa, las imágenes son las mismas. La sonrisa de Johnson y la muñeca de Rautins. Joseph machacaba la canasta (50-54) y el encuentro se tenía de naranja.

Comienza entonces el segundo acto de ésta, nuestra historia de un upset. Cuando estás al borde del KO, cuando la toalla ronda la lona, deja de ser una cuestión de calidad o de físico. Es un asunto de carácter. Sólo así se cambian las tornas. Y aparecieron Howard y Norel. Atacaba Syracuse, con menos de cuatro minutos por jugar, para ponerse a seis ante un equipo aparentemente roto. Pero Matt Howard robó el balón y al otro lado, tras una circulación torpe, Ronald Nored mostró ese carácter. Su triple (53-54) cambió el rumbo del partido para siempre. Scoop Jardine se desquiciaba (cuestión de carácter, decimos) y Butler sacaba golpes por todas partes. Howard bajo el aro, Veasley de tres o al rebote ofensivo y Hayward desde la línea de triple. Todo ello orquestado por un Shelvin Mack erigido en mariscal de campo, en director de operaciones. De nuevo, belleza sobre el parquet. Syracuse, que rozaba la victoria, encajó fatal la respuesta de Butler y se deshizo en pedazos. Rautins ya no acertaba, Johnson ni sonreía ni aparecía.

Gran parte de la grada y el banquillo de Butler eran una fiesta. Aficionados congratulados por el éxito conseguido y el desarrollo del mismo. Un nuevo #1 se iba a casa. Un nuevo golpe a la Big East. Un equipo modesto daba un paso adelante. Un entrenador joven y brillante escribía una nueva línea de prestigio en su curriculum. Butler se queda a 40 minutos de una Final Four que se juega en su casa.




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