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Mundial 2019: Filipinas 1978, por Iván Fernández
Iván Fernández  | 26.08.2019 - 15:36h.
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Nuestro especialista Iván Fernández repasa la historia del Mundial de baloncesto ofreciéndonos un interesante recorrido desde los orígenes de la competición hasta la última edición en 2014.

LA PRIMERA FINAL


Quince años después de lo previsto y superada, al fin, su sanción, Filipinas albergaba el último Mundial de la década de los 70 y lo hacía con una considerable innovación en el sistema de competición: la implantación de finales, de tal manera que al acabar la segunda liguilla el primer clasificado se enfrentaría al segundo en una final por el oro, el tercero con el cuarto por el bronce… y así sucesivamente hasta completar el cuadro final. 
Más allá del sistema de competición, el torneo resultó un éxito tanto de organización como de nivel de juego, todo ello aderezado por un magnifico ambiente, como no podía ser de otra manera dada la pasión con la que se vive el baloncesto en Filipinas.


Pese a estar jaleada por un público fiel y entregado, la selección anfitriona fue una de las grandes decepciones del torneo, al no lograr estrenar su casillero de victorias pese a las expectativas creadas. El otro gran damnificado del torneo fue la selección de Estados Unidos, relegada al quinto puesto, aunque en el caso de los norteamericanos el resultado parecía más lógico ya que dadas las fechas en las que se disputó el Mundial (octubre) optaron por llevar a un equipo de Atletas en Acción.


Cosic, Belov y Helio


Con estas perspectivas y pese al buen nivel de Italia o Brasil, Yugoslavia y la URSS dominaron al liguilla con comodidad, logrando los plavi el primer puesto tras imponerse a los soviéticos por 105-92, en un encuentro en el que la pareja Dalipagic-Kikanovic sumaba 71 puntos. De esta manera, la era de las finales se inauguraba con un Yugoslavia-URSS que debía ir precedido de la lucha por la medalla de bronce entre italianos y brasileños.


Dobles campeones europeos y poseedores a su vez de dos platas olímpicas, los italianos no han conseguido sin embargo nunca una medalla en un Mundial, arrastrando una suerte de maldición que en Manila vivió uno de sus más llamativos casos: apoyada en la solvencia de los Bariviera, Meneghin o Marzorati, la escuadra italiana se afrentaba a una Brasil donde el gran Ubiratan ya gozaba de una presencia testimonial a favor de dos de los nuevos valores emergentes, un Marcel de Souza que ya había estado en Puerto Rico y un por entonces rizoso Oscar Schmidt que ya se erigía en el máximo anotador de su selección.



Tras una primera parte de dominio carioca, los italianos conseguían darle la vuelta al partido e incluso entraban en el último minuto con 3 puntos de ventaja, pero una canasta de Wilson y una pérdida de Bonamico dejaban el último balón en manos de un Marcel que, justo sobre la bocina, anotaba un tiro de 7 metros que situaba el definitivo 86-85 para los brasileños. Con el regusto de la emoción en el ambiente, la gran final no se quedaría atrás, hasta tal punto que yugoslavos y soviéticos habrían de necesitar una prórroga para decidir el vencedor.


Mirza Delibasic


Tras un partido de alternativas e igualdad extrema, Yugoslavia, por medio de Kikanovic, establecía el 73-71 a falta de poco más de 30 segundos, pero en una acción de coraje Myshkin establecía la igualada aprovechando un rebote ofensivo. La última bola era para los de Nikolic, pero Delibasic se jugaba una media vuelta muy forzada y su tiro no encontraba ni siquiera el aro, dando paso a una prórroga.



El tiempo extra comenzaba presidido por la igualdad, pero pasados los primeros instantes Yugoslavia tomaba la delantera, colocándose, gracias a dos tiros libres de Dalipagic tras una controvertida personal, a falta de poco más de un minuto con un 82-77 que parecía definitivo. Por si fuera poco, los soviéticos desaprovechaban su siguiente ataque… todo parecía decidido, pero una pérdida de Radovanovic y una entrada fallida, y muy precipitada, de Kikanovic, propiciaban dos canastas cómodas de un Sergei Belov que colocaba el 82-81 en el marcador a falta de unos segundos… aunque ya sin tiempo, pues una falta sobre Slavnic y el consiguiente saque de banda certificaban el segundo oro de una Yugoslavia que habría de esperar otros 12 años para alcanzar el siguiente.




De esa manera tan espectacular se cerraba un campeonato que había supuesto un salto cualitativo tanto en el nivel de juego como en el físico (como curiosidad resaltar que hasta cinco jugadores superaban los 2.15 de altura).


VÍDEO: FINAL YUGOSLAVIA - URSS






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