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La Esquina de Sunara (Día 3, I): Sevdah para yonkis, misántropos y otros genios
Iván Fernández  | 08.09.2015 - 00:29h.
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Doce partidos diarios, el Torneo de las Américas... estos primeros días de septiembre pueden ser un auténtico paraíso para el paladar del buen freak de 'hesto'. Un servidor está incluso más cercano a la figura del yonki, y no sólo por su querencia por los opiáceos sino por días en los que como hoy al ver en la parrilla tan sólo seis partidos siente cierta sensación de desilusión. Una sensación acrecentada al confirmarse en las primeras horas la seriedad de la lesión de un Luigi Datome que deja aún más huérfana a Italia.

 


Sin embargo, lo que comenzaba como un día casi de transición ha acabado derivando en una jornada memorable de las que por sí solas ayudan a marcar lo que es un torneo. Una jornada de remontadas, de triunfos humildes y de nombres propios...


El primer acto de la jornada nos traía un Bélgica-Lituania que pronto confirmaba las señas de identidad recientes de ambas selecciones. Duros, serios y competitivos los belgas y con las mismas credenciales y más dosis de aburrimiento la gris Lituania. A estas horas ya conocerá el lector (esperemos que el singular se quede en figura retórica) el desenlace de un encuentro que Bélgica manejaba durante buena parte, jugando por conceptos encontrando sorpresas en el tiro exterior de Mwema y apoyándose en unos notables Van Rossom y Lojeski. Ya en el último acto Lituania viraba y comenzaba a explotar la debilidad interior de los de Casteels, con un Valanciunas literalmente imparable. Con seis arriba para los de Kazlauskas, un triple de Tabu y robo posterior para nuevo triple dinamitaban el partido. El resto es historia, por enésima vez Kalnietis elegía mal en un final de partido y Lojeski palmeaba una bandeja de Van Rossom para sentenciar instant replay mediante. Casí cinco minutos de deliberación y la sensación de que no había toma correcta no empañaban el premio a una selección de leones y a un tipo como Lojeski,impasible en el triunfo como impasible había estado al dibujar un partido casi perfecto.


Aunque es imposible quedarse con un sólo rincón de Praga, “Toda la belleza del mundo” que diría Seifert, seguro que pocos son tan especiales como la calle que sube desde Mala Strana hasta el castillo. La arteria, tan empinada y vertical como bella y evocadora, lleva por nombre Nerudova en honor a Jan Neruda. A diferencia de compatriotas como Rilke o Kafka, Neruda fue una de las principales personalidades culturales en atreverse a escribir en checo en un tiempo en el que el alemán era poco menos que omnipresente. Pero más allá de su valor cultural, la obra poética del escritor praguense no debería tomarse a la ligera sirviendo, como prueba de su valor, la enorme influencia que llegó a tener en las generaciones venideras. Del porqué el poeta chileno, Neftalí Ricardo Reyes optó por tomar como nombre artístico Pablo Neruda existen las más diversas teorías, hasta el punto de que incluso puede leerse un entretenido y curioso pastiche holmesiano al respecto (“La pista Sarasate”). Pero en cualquier caso lo que sí parece seguro es que el autor de “20 poemas de amor…” tomó su apellido en honor al escritor checo.


Poeta, dramaturgo e incluso notable escritor de viajes, Jan Neruda es recordado hoy principalmente por su libro de relatos “Cuentos de la Mala Strana”. Publicado en 1870 pero de sorprendente modernidad al ser contemplado con ojos contemporáneos, los relatos que componen el volumen poseen como principal punto común su ambientación en el barrio que da título al libro. De entre ellos destaca sin duda alguna “El doctor Misántropo”(Doktor Kazisvet). Breve pero genial, narra la peripecia del doctor Heribert, quien tras heredar la próspera consulta de su padre opta por aislarse del mundo dedicando sus días a la lectura y a los paseos aparentemente ajeno al mundo que le rodea. Un buen día, al cruzarse con el entierro de un noble local, Heribert descubre que el presunto finado no sufre sino un ataque de catalepsia, rescatándolo así. Pese a su renovada celebridad, el Doctor Misántropo vuelve a su vieja vida sin ánimo alguno de aprovechar su repentina fama.



Situada en el estado de Winsconsin, no parece que la ciudad de Racine guarde muchas similitudes con Praga. Cuna del gran Ben Sidran o de jugadores como Jim Mcllvaine o Alex Scales, Racine vio nacer el 24 de julio de 1985 a Matt Lojeski. Formado en ese entorno local, Lojeski daría sus siguientes pasos en la Universidad de Hawaii para sólo dos años después comenzar su aventura profesional en Bélgica en las filas del Okapi Aalstar. Serio, eficaz y callado, el alero estadounidense se convertía en una de las sensaciones de la liga dando el salto tras dos años a un Oostende donde habría de permanecer otras cuatro temporadas más, ganando dos Ligas y dos Copas y asomándose tímidamente a Europa de manera escalonada. Eurochallenge, Eurocup, previa de Euroliga... y al fondo un pasaporte belga que le convertía en una pieza mucho más apetecible. Desconocido para muchos, Lojeski aterrizaba así el curso pasado en un Olympiacos donde pronto se granjeaba el favor de compañeros y público, sin un sólo ruido pero con una regularidad pasmosa, despejando cualquier duda en torno a su fichaje.


Claramente deudora de joyas como Forbrydelsen o State of Play, la serie belga “Deadline” incluía en su desenlace un lugar para un encuentro de esa liga belga entre el Antwerp y el Oostende. Como el Doctor Heribert, Lojeski heredaba de ese Oostende una tradición que desde el club ha catapultado a Europa a jugadores como J.R. Holden, Mirza Teletovic, Kullamae, Giedraitis, Rashad Wright, Cota, Kaukenas, Kecman, Paunic o Eddie Gill... Como Heribert, el ahora internacional -debutó a muy buen nivel en el pasado Preeuropeo- deambula por la pista ajeno al ruido, al halago gratuito y a todo lo vano que rodea el juego. Lo hace fiel a su manera de ser, al estilo de juego que le ha traído hasta aquí y que probablemente aún le reserve nuevas metas. Consciente del estrellazgo en el Olympiacos de Spanoulis o Printezis. Como Heribert, Lojeski pasea y lee. Lee, los partidos como pocos jugadores y lo hace sin atisbo de ausencia. Y así, cuando tocan a funeral, cuando todo lo demás falla y el club del Pireo o Bélgica lucen propicios para el funeral, el Doctor Lojeski alza la voz, ataca el aro o eleva una de sus suspensiones. Y el enfermo respira, y una vez que lo hace, el bueno de Heribert, el bueno de Lojeski, vuelve a su particular Mala Strana...


Mientras, en Montpellier Finlandia sumaba su primer triunfo en el Europeo gracias a una canasta final de un Koponen que antes había perdonado hasta en cuatro ocasíones en dos ataques llamados a ser vitales. Desaparecido en la primera parte, antes de esos fallos el finlandés había resurgido con 10 tantos para recordar al jugador que tan excelsa temporada había dibujado en el Khimki. Por un momento daba la impresión que esos fallos retrotraían a Bilbao y al partido ante Turquía, pero esa suspensión final tan característica como precisa y preciosa hacía justicia a uno de los jugadores más especiales de esta pobre Europa. Antes, el partido había dejado momentos tremendos con Fridzon encadenando rachas extraordinarias antes de marrar la bola decisiva, hoy merecida por su actuación pese a estar en una selección con cluth players de la talla de Monya o Khostov, que por cierto había cerrado el tercer acto con uno de esos triples tan suyos. Premio para los suomis, sus aficionados, pero también para un buen Salin y para un notable Murphy que a buen seguro en su debut europeo causará sensación en Besiktas... bien arropado por un Dettman al que es imposible querer más y que ahora desprende más aún que cuando fue capaz de llevar a Alemania a una medalla mundialista. Incluso a título personal, esos cinco puntos en el último cuarto de Kaunisto no podían por menos que sacar una sonrisa a quienes le vimos pulular por el pequeño Pabellón de Pumarin.


Carente de una palabra propiamente similar en castellano, el termino bosnio “Sevdah” abarca distintos significados: Amor no correspondido, nostalgia casí abstracta, melancolía, añoranza... En torno a ese sentimiento, “Sevdalinke” son las canciones que lo narran, conformando un género musical que bien podría emparentarse con el Fado, el Tango o incluso el Blues del Delta. No resulta difícil imaginarse estos días al aficionado baloncestístico bosnio entonando alguna de sus piezas, y es que, una vez más Bosnia llega a una gran cita envuelta en un mar de problemas y en un cruce de pensamientos entre lo que pudo haber sido (¡Ay Mirza, Jusuf, Nihad) y lo que vendrá si los Atic, Musa y compañía cristalizan. Con dos derrotas en los dos primeros partidos, el duelo ante la invicta Israel parecía la enésima frustración, con sensaciones de impotencia y desventajas de 16 puntos. Pero Dusko supo insuflar ese aura tan suyo de demente que cree que siempre se puede dar más, Gordic le compró el mensaje y reventó el partido, incluyendo ese pase suicida que recogía Kikanovic para anotar el triple que mandaba el partido a la prórroga. Un tiempo extra que el propio Kikanovic volvería a definir con sus buenas manos, con su naturalidad, con su tacto en el último suspiro tras una gran asístencia de Renfroe. Queda en el aire el desconsuelo hebreo por no haber hecho la falta, pero queda, sobre todo, la imagen de la felicidad encarnada en esa carrera de Marko Sutalo tras el triple. Curiosidades del basket, en toda su carrera Kikanovic sólo había anotado un triple con la selección y la víctima anterior había sido la propia Israel.


Tras Lituania e Israel, el tercer invicto en caer era una República Checa seria de inicio pero incapaz luego de frenar el caudal de juego mostrado por Strelnieks. ¿Alguién se quejaba del Grupo D? Pues cuádruple empate en cabeza con 2-1...


La última franja tuvo menos brillantez pero no por ello menos interés. Con una suspensión en la media distancia marca de la casa, Tony Parker superaba en el inicio de partido a Nikos Gallis como máximo anotador de la historia del torneo. Un Gallis al que probablemente mañana también supere Nowitzki en una prueba más de que vivimos historia en directo. Por lo demás ganó Francia, sufriendo y sin alarde alguno más allá de destellos de clase de De Colo y de dominio de Gobert. Tuvo incluso Polonia opción de mandar el partido a la prórroga con un triple de Gortat en una jugada cuanto menos cuestionable. Con todo, los de Taylor, con un gran Wasczynski de nuevo, volvían a dejar poso de equipo serio. Y mientras Estonia sumaba su primera victoria en una fase final 22 años después. Con Arbet y Veideman de protagonistas y con Sten Sokk poniendo la puntilla tras haber fallado sus 5 triples anteriores.






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