Pero el comité creyó en Shaka Smart y sus chicos. Seguramente ni el más aventurado y optimista de los miembros del jurado imaginaba lo que vendría después. Seguramente sólo Coach Smart fuese capaz de imaginarlo. Un rival de cada conferencia high major, a excepción de la SEC, en cada ronda. Todos de vuelta a casa derrotados. USC (Pac10), Georgetown (Big East), Purdue (Big Ten), Florida State (ACC) y Kansas (Big 12). VCU no solamente demostraba a todos que eran un equipo de torneo nacional, sino que se convertía, junto a su futura compañera de batallas tejanas, Butler, en la abanderada de las mid-majors.


VCU ha conseguido llegar a la primera final Four de su historia con una seed 11. La misma con la que hace bien poco se convertía en uno de esos equipos al que todos los grandes quería evitar en primera ronda. Año si, año no, los Rams aparecían en el torneo y nadie quería verles cruzarse en el camino. Principalmente desde que el trío formado por Eric Maynor (Oklahoma City Thunder), B.A Walker (Kouvot, Finlandia) y Jesse Pellot Rosa (que pasó por los New York Jets de la NFL y hace poco se buscaba la vida en el baloncesto mexicano) tumbasen a Duke en la primera ronda del torneo de 2007 en un partido apasionante. En segunda ronda forzaban la prorroga frente a Pittsburgh pero no conseguían repetir proeza. En 2009, de nuevo Maynor, esta vez con Larry Sanders (Milwaukee Bucks), sembraba el pánico en el gran baile pero UCLA salía viva del asalto sobre la bocina. En 2011, ya conocemos la historia.





La figura del entrenador ha sido siempre fundamental en los escasos éxitos conseguidos por Virginia Commonwealth, un programa atlético donde el baseball es el otro deporte que suele dar alguna alegría de vez en cuando. La dirección desde el banquillo, la comunión entre técnico y jugadores, y la estrategia, sobre todo defensiva, son ya parte de la idiosincrasia del equipo de baloncesto de los Rams. Lo es desde la etapa de J.D. Barnett en el campus de Richmond (a pocos minutos de la Universidad de Richmond, por cierto). Con Barnett, maestro de Tubby Smith (ahora dirigiendo a Minnesota) entre otros, VCU vivía su, hasta ahora, época dorada con cinco apariciones en el torneo nacional en seis años en la primera mitad de la década de los ochenta, cuando VCU era aun parte de la Sun Belt Conference. Sonny Smith vivió la transición a la CAA, con paso previo y fugaz por la MAAC, con una participación en el baile de Marzo al debutar de forma victoriosa en la que ahora es su conferencia. Jeff Capel es considerado el tercer gran nombre en la historia del banquillo de los Rams, y su buen trabajo le guio hasta la dirección de Oklahoma, equipo del que ha sido, con polémica y cierto rechazo a la decisión, despedido recientemente.


El sucesor de Capel, Anthony Grant, fue el director de aquel temido equipo de los Maynor, Walker, Shuler (ahora en el Vichy francés) o Sanders del que ya hemos hablado. Alabama se fijó en él como el hombre que podía enderezar el rumbo del equipo de baloncesto, y ya hemos podido ver los primeros progresos esta misma temporada en Tuscaloosa. Grant había llegado a Richmond procedente de Florida, donde era asistente de Billy Donovan (lo fue en Gainesville y anteriormente en Clemson). Para su sustituto, la dirección deportiva de VCU volvió a buscar dentro del grupo de pupilos de Donovan. Llegaba el jovencisimo Shaka Smart.


Shaka, considerado por muchos como uno de los mejores entrenadores jóvenes del país, antes de esta Locura de Marzo, por cierto, es el gran responsable del éxito que está viviendo VCU. Por sus sistemas tácticos, por el manejo de su plantilla, por su visión del juego y capacidad de reacción, por su capacidad de previsión y estrategia, por su inteligencia, por sus formas, su liderazgo, por su fe inquebrantable en su grupo y sus premisas. Más de una vez hemos visto comenzar una retransmisión de un partido de los Rams con la imagen del vestuario del equipo y coach Smart apurando los últimos segundos de vestuario para arengar y motivas a sus jugadores. Un acto que poco tiene de ser un producto cara a la galería. Un éxito, este temprano éxito de Shaka, que nada tiene de casualidad.





Shaka Smart siempre fue un hombre brillante. Un excelente estudiante que rechazó las becas ofrecidas por universidades como Harvard o Yale para ir a Kenyon College, otro programa de alto nivel, a jugar, como base, a las ordenes de Billy Brown, su mentor. Ética de trabajo y afán de mejora inculcado desde muy pequeño, según comenta el propio Shaka, por su madre, que supo hacerle ver la importancia de aprender y mejorar cada día. Graduado magna cum laude en historia, Smart comenzó su carrera en los banquillos en la pequeña universidad de California of Pennsylvania. Tras dos cursos, Dayton le contrató como director de operaciones. Dos temporadas en las oficinas para volver de nuevo al banco primero en Akron, luego en Clemson (donde estaba al cobijo de Oliver Purnell, por si necesitaba aun otro “pelín” de intensidad y preferencia por sistemas de juego agresivos) y finalmente en Florida, trabajando durante un año con Billy Donovan.


La Virginia Commonwealth que hemos visto durante esta locura de marzo es la perfecta proyección en la pista de la forma de entender el juego de Shaka Smart. La defensa es, sin lugar a dudas, la base de todo. La primera parte de “La teoría del havoc”. Havoc es un vocablo anglosajón que hace referencia al pánico o el caos que se apodera de una entidad, grupo o sistema. Extender el pánico en el sistema y la mente del rival. La terriblemente intensa defensa presionante es el primer paso. Tras canasta propia, casi siempre, como respuesta (en busca del equilibrio y la constancia emocional) a un error, en ocasiones. Esta presión a toda pista (o a media cancha, como alternativa) surgió casi como respuesta a los problemas defensivos en estático que tanto daño hicieron al equipo al inicio de la era Smart. La idea era asfixiar al rival, agotarle física y mentalmente para hacer así menos ostensibles las diferencias en el cinco contra cinco. Pero según avanzaba esta temporada, y alcanzando su punto cumbre en el torneo final, el rendimiento defensivo en estático ha ido en aumento hasta borrar cualquier signo de debilidad pasado. Mucho trabajo de ayudas, rotaciones defensivas, agresividad e intensidad y el objetivo fijo de permitir el tiro más incomodo posible al rival. Un trabajo psicológico continuo que agobia al subir el balón y no te permite un momento de respiro.





La continua rotación de diez hombres (baile de cambios bien estudiado e interpretado por Smart) permite mantener el nivel físico. Smart usa un nucleo de seis hombres compuesto por Joey Rodriguez, Jamie Skeen (transfer de Wake Forest), Bradford Burgess, Ed Nixon, Brandon Rozzell y Rob Brandenberg. Un base, un ala-pivot y cuatro exteriores que pueden ocupar las posiciones de escolta o alero según la necesidad. El manejo de los secundarios, los Haley, Reddic, Theus o Veal, según las circunstancias y la disposición del rival, es lo que dota de verdadera profundidad al equipo. Este grupo de secundarios ha acabado comprendiendo la tremenda relevancia de su labor, incluso cuando se limita a dos o tres minutos de juego real. Tienen una función, salen a pista por un motivo, y cumplen con su misión. Sustento para la labor, más obvia y llamativa, de los seis principales.


En ataque encontramos la otra mitad, complementaria y necesaria, de esa que llamamos “Teoria del havoc”. No se deja descanso al rival cuando éste ataca. No se le permite alcanzar ritmo u orden en defensa. Smart confía en sus jugadores y les deja bastante “libertad creativa” a la hora de jugar las posiciones ofensivas. Tener un base como Joey Rodriguez, todo pasión y caos, ayuda mucho. El joven de origen puertorriqueño es tan valiente y descarado como acelerado y alocado. El motor de un desenfreno, con hombres abiertos y en continuo movimiento, que busca generar opciones de canasta en un equipo que no va sobrado de calidad individual. Trabajo en equipo representado dentro de un caos ordenado, de un frenesí planificado. Con Skeen como referencia interior y jugador más regular. Y Nixon, Burgess, Rozzell y Brandenberg pululando a alta velocidad. Bradford Burgess ha cumplido muy bien su papel de escudero de Skeen en casi todos los partidos del torneo y Brandon Rozzell, como comentábamos en la guía previa a la Madness, ha sido ese revulsivo y factor extra que elevase el nivel competitivo del equipo.





La ciudad de Richmond, de unos 200.000 habitantes, volverá el sábado a vivir otra noche de, en varios sentidos, bendita locura. Una ciudad que acoge, como decíamos, a las universidad de Virginia Commonwealth (la de mayor población estudiantil del estado de Virginia con unos 32.000) y Richmond. Ambas llegaron a Sweet 16. VCU siguió viviendo el sueño. Con su seed 11, como aquella George Mason de 2006, también de la CAA. Como si el guion estuviese ya escrito por el comité: de la nueva first round hasta la ansiada final Four. Brad Stevens vs. Shaka Smart, duelo de jóvenes entrenadores con un brillante y precoz presenta y una prometedora carrera por delante. VCU contra Butler.


Un nuevo capítulo, ya veremos si con el mismo resultado, de “The havoc theory”." />


Pero el comité creyó en Shaka Smart y sus chicos. Seguramente ni el más aventurado y optimista de los miembros del jurado imaginaba lo que vendría después. Seguramente sólo Coach Smart fuese capaz de imaginarlo. Un rival de cada conferencia high major, a excepción de la SEC, en cada ronda. Todos de vuelta a casa derrotados. USC (Pac10), Georgetown (Big East), Purdue (Big Ten), Florida State (ACC) y Kansas (Big 12). VCU no solamente demostraba a todos que eran un equipo de torneo nacional, sino que se convertía, junto a su futura compañera de batallas tejanas, Butler, en la abanderada de las mid-majors.


VCU ha conseguido llegar a la primera final Four de su historia con una seed 11. La misma con la que hace bien poco se convertía en uno de esos equipos al que todos los grandes quería evitar en primera ronda. Año si, año no, los Rams aparecían en el torneo y nadie quería verles cruzarse en el camino. Principalmente desde que el trío formado por Eric Maynor (Oklahoma City Thunder), B.A Walker (Kouvot, Finlandia) y Jesse Pellot Rosa (que pasó por los New York Jets de la NFL y hace poco se buscaba la vida en el baloncesto mexicano) tumbasen a Duke en la primera ronda del torneo de 2007 en un partido apasionante. En segunda ronda forzaban la prorroga frente a Pittsburgh pero no conseguían repetir proeza. En 2009, de nuevo Maynor, esta vez con Larry Sanders (Milwaukee Bucks), sembraba el pánico en el gran baile pero UCLA salía viva del asalto sobre la bocina. En 2011, ya conocemos la historia.





La figura del entrenador ha sido siempre fundamental en los escasos éxitos conseguidos por Virginia Commonwealth, un programa atlético donde el baseball es el otro deporte que suele dar alguna alegría de vez en cuando. La dirección desde el banquillo, la comunión entre técnico y jugadores, y la estrategia, sobre todo defensiva, son ya parte de la idiosincrasia del equipo de baloncesto de los Rams. Lo es desde la etapa de J.D. Barnett en el campus de Richmond (a pocos minutos de la Universidad de Richmond, por cierto). Con Barnett, maestro de Tubby Smith (ahora dirigiendo a Minnesota) entre otros, VCU vivía su, hasta ahora, época dorada con cinco apariciones en el torneo nacional en seis años en la primera mitad de la década de los ochenta, cuando VCU era aun parte de la Sun Belt Conference. Sonny Smith vivió la transición a la CAA, con paso previo y fugaz por la MAAC, con una participación en el baile de Marzo al debutar de forma victoriosa en la que ahora es su conferencia. Jeff Capel es considerado el tercer gran nombre en la historia del banquillo de los Rams, y su buen trabajo le guio hasta la dirección de Oklahoma, equipo del que ha sido, con polémica y cierto rechazo a la decisión, despedido recientemente.


El sucesor de Capel, Anthony Grant, fue el director de aquel temido equipo de los Maynor, Walker, Shuler (ahora en el Vichy francés) o Sanders del que ya hemos hablado. Alabama se fijó en él como el hombre que podía enderezar el rumbo del equipo de baloncesto, y ya hemos podido ver los primeros progresos esta misma temporada en Tuscaloosa. Grant había llegado a Richmond procedente de Florida, donde era asistente de Billy Donovan (lo fue en Gainesville y anteriormente en Clemson). Para su sustituto, la dirección deportiva de VCU volvió a buscar dentro del grupo de pupilos de Donovan. Llegaba el jovencisimo Shaka Smart.


Shaka, considerado por muchos como uno de los mejores entrenadores jóvenes del país, antes de esta Locura de Marzo, por cierto, es el gran responsable del éxito que está viviendo VCU. Por sus sistemas tácticos, por el manejo de su plantilla, por su visión del juego y capacidad de reacción, por su capacidad de previsión y estrategia, por su inteligencia, por sus formas, su liderazgo, por su fe inquebrantable en su grupo y sus premisas. Más de una vez hemos visto comenzar una retransmisión de un partido de los Rams con la imagen del vestuario del equipo y coach Smart apurando los últimos segundos de vestuario para arengar y motivas a sus jugadores. Un acto que poco tiene de ser un producto cara a la galería. Un éxito, este temprano éxito de Shaka, que nada tiene de casualidad.





Shaka Smart siempre fue un hombre brillante. Un excelente estudiante que rechazó las becas ofrecidas por universidades como Harvard o Yale para ir a Kenyon College, otro programa de alto nivel, a jugar, como base, a las ordenes de Billy Brown, su mentor. Ética de trabajo y afán de mejora inculcado desde muy pequeño, según comenta el propio Shaka, por su madre, que supo hacerle ver la importancia de aprender y mejorar cada día. Graduado magna cum laude en historia, Smart comenzó su carrera en los banquillos en la pequeña universidad de California of Pennsylvania. Tras dos cursos, Dayton le contrató como director de operaciones. Dos temporadas en las oficinas para volver de nuevo al banco primero en Akron, luego en Clemson (donde estaba al cobijo de Oliver Purnell, por si necesitaba aun otro “pelín” de intensidad y preferencia por sistemas de juego agresivos) y finalmente en Florida, trabajando durante un año con Billy Donovan.


La Virginia Commonwealth que hemos visto durante esta locura de marzo es la perfecta proyección en la pista de la forma de entender el juego de Shaka Smart. La defensa es, sin lugar a dudas, la base de todo. La primera parte de “La teoría del havoc”. Havoc es un vocablo anglosajón que hace referencia al pánico o el caos que se apodera de una entidad, grupo o sistema. Extender el pánico en el sistema y la mente del rival. La terriblemente intensa defensa presionante es el primer paso. Tras canasta propia, casi siempre, como respuesta (en busca del equilibrio y la constancia emocional) a un error, en ocasiones. Esta presión a toda pista (o a media cancha, como alternativa) surgió casi como respuesta a los problemas defensivos en estático que tanto daño hicieron al equipo al inicio de la era Smart. La idea era asfixiar al rival, agotarle física y mentalmente para hacer así menos ostensibles las diferencias en el cinco contra cinco. Pero según avanzaba esta temporada, y alcanzando su punto cumbre en el torneo final, el rendimiento defensivo en estático ha ido en aumento hasta borrar cualquier signo de debilidad pasado. Mucho trabajo de ayudas, rotaciones defensivas, agresividad e intensidad y el objetivo fijo de permitir el tiro más incomodo posible al rival. Un trabajo psicológico continuo que agobia al subir el balón y no te permite un momento de respiro.





La continua rotación de diez hombres (baile de cambios bien estudiado e interpretado por Smart) permite mantener el nivel físico. Smart usa un nucleo de seis hombres compuesto por Joey Rodriguez, Jamie Skeen (transfer de Wake Forest), Bradford Burgess, Ed Nixon, Brandon Rozzell y Rob Brandenberg. Un base, un ala-pivot y cuatro exteriores que pueden ocupar las posiciones de escolta o alero según la necesidad. El manejo de los secundarios, los Haley, Reddic, Theus o Veal, según las circunstancias y la disposición del rival, es lo que dota de verdadera profundidad al equipo. Este grupo de secundarios ha acabado comprendiendo la tremenda relevancia de su labor, incluso cuando se limita a dos o tres minutos de juego real. Tienen una función, salen a pista por un motivo, y cumplen con su misión. Sustento para la labor, más obvia y llamativa, de los seis principales.


En ataque encontramos la otra mitad, complementaria y necesaria, de esa que llamamos “Teoria del havoc”. No se deja descanso al rival cuando éste ataca. No se le permite alcanzar ritmo u orden en defensa. Smart confía en sus jugadores y les deja bastante “libertad creativa” a la hora de jugar las posiciones ofensivas. Tener un base como Joey Rodriguez, todo pasión y caos, ayuda mucho. El joven de origen puertorriqueño es tan valiente y descarado como acelerado y alocado. El motor de un desenfreno, con hombres abiertos y en continuo movimiento, que busca generar opciones de canasta en un equipo que no va sobrado de calidad individual. Trabajo en equipo representado dentro de un caos ordenado, de un frenesí planificado. Con Skeen como referencia interior y jugador más regular. Y Nixon, Burgess, Rozzell y Brandenberg pululando a alta velocidad. Bradford Burgess ha cumplido muy bien su papel de escudero de Skeen en casi todos los partidos del torneo y Brandon Rozzell, como comentábamos en la guía previa a la Madness, ha sido ese revulsivo y factor extra que elevase el nivel competitivo del equipo.





La ciudad de Richmond, de unos 200.000 habitantes, volverá el sábado a vivir otra noche de, en varios sentidos, bendita locura. Una ciudad que acoge, como decíamos, a las universidad de Virginia Commonwealth (la de mayor población estudiantil del estado de Virginia con unos 32.000) y Richmond. Ambas llegaron a Sweet 16. VCU siguió viviendo el sueño. Con su seed 11, como aquella George Mason de 2006, también de la CAA. Como si el guion estuviese ya escrito por el comité: de la nueva first round hasta la ansiada final Four. Brad Stevens vs. Shaka Smart, duelo de jóvenes entrenadores con un brillante y precoz presenta y una prometedora carrera por delante. VCU contra Butler.


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NCAA Final Four 2011 - VCU: 'The havoc theory'
Alejandro González  | 31.03.2011 - 01:37h.
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Hace algo más de 2 semanas, el domingo 13 de Marzo, muchos de los millones de aficionados que presenciaban el Selection Sunday se llevaban las manos a la cabeza al ver aparecer en pantalla al subcampeón de la CAA. El comité concedía una invitación a Virginia Commonwealth y le incluía en la flamante nueva primera ronda en la que pelearía con Southern California por la seed número 11 de la Región suroeste. Equipos como Virginia Tech, Colorado, Alabama o St. Mary’s se quedaban fuera para sorpresa, y enfado, de muchos.


La Colonial Athletic Association ya parecía una conferencia francamente fuerte, de las mejores entre el grupo de las mid-majors, con equipos como Old Dominion, George Mason, Hofstra, William & Mary (bien el curso pasado, decepcionante esta temporada) o la propia VCU. Pero pocos podían imaginar que serian tres sus representantes en el gran baile de Marzo. Los Rams sólo habían ganado a UCLA, por entonces fuera de rankings y pronósticos de postemporada y a una denostada Wake Forest, mientras que habían caído en sus otros duelos importantes ante Tennessee y Richmond. Cuartos en la temporada regular, parecía obligatorio ganar la conferencia para acceder al torneo nacional. Tras un gran rush final, llegaron a la final de la CAA pero cayeron en un duelo duro, en el que fueron siempre por detrás en el marcador, ante su gran rival, Old Dominion.





Pero el comité creyó en Shaka Smart y sus chicos. Seguramente ni el más aventurado y optimista de los miembros del jurado imaginaba lo que vendría después. Seguramente sólo Coach Smart fuese capaz de imaginarlo. Un rival de cada conferencia high major, a excepción de la SEC, en cada ronda. Todos de vuelta a casa derrotados. USC (Pac10), Georgetown (Big East), Purdue (Big Ten), Florida State (ACC) y Kansas (Big 12). VCU no solamente demostraba a todos que eran un equipo de torneo nacional, sino que se convertía, junto a su futura compañera de batallas tejanas, Butler, en la abanderada de las mid-majors.


VCU ha conseguido llegar a la primera final Four de su historia con una seed 11. La misma con la que hace bien poco se convertía en uno de esos equipos al que todos los grandes quería evitar en primera ronda. Año si, año no, los Rams aparecían en el torneo y nadie quería verles cruzarse en el camino. Principalmente desde que el trío formado por Eric Maynor (Oklahoma City Thunder), B.A Walker (Kouvot, Finlandia) y Jesse Pellot Rosa (que pasó por los New York Jets de la NFL y hace poco se buscaba la vida en el baloncesto mexicano) tumbasen a Duke en la primera ronda del torneo de 2007 en un partido apasionante. En segunda ronda forzaban la prorroga frente a Pittsburgh pero no conseguían repetir proeza. En 2009, de nuevo Maynor, esta vez con Larry Sanders (Milwaukee Bucks), sembraba el pánico en el gran baile pero UCLA salía viva del asalto sobre la bocina. En 2011, ya conocemos la historia.





La figura del entrenador ha sido siempre fundamental en los escasos éxitos conseguidos por Virginia Commonwealth, un programa atlético donde el baseball es el otro deporte que suele dar alguna alegría de vez en cuando. La dirección desde el banquillo, la comunión entre técnico y jugadores, y la estrategia, sobre todo defensiva, son ya parte de la idiosincrasia del equipo de baloncesto de los Rams. Lo es desde la etapa de J.D. Barnett en el campus de Richmond (a pocos minutos de la Universidad de Richmond, por cierto). Con Barnett, maestro de Tubby Smith (ahora dirigiendo a Minnesota) entre otros, VCU vivía su, hasta ahora, época dorada con cinco apariciones en el torneo nacional en seis años en la primera mitad de la década de los ochenta, cuando VCU era aun parte de la Sun Belt Conference. Sonny Smith vivió la transición a la CAA, con paso previo y fugaz por la MAAC, con una participación en el baile de Marzo al debutar de forma victoriosa en la que ahora es su conferencia. Jeff Capel es considerado el tercer gran nombre en la historia del banquillo de los Rams, y su buen trabajo le guio hasta la dirección de Oklahoma, equipo del que ha sido, con polémica y cierto rechazo a la decisión, despedido recientemente.


El sucesor de Capel, Anthony Grant, fue el director de aquel temido equipo de los Maynor, Walker, Shuler (ahora en el Vichy francés) o Sanders del que ya hemos hablado. Alabama se fijó en él como el hombre que podía enderezar el rumbo del equipo de baloncesto, y ya hemos podido ver los primeros progresos esta misma temporada en Tuscaloosa. Grant había llegado a Richmond procedente de Florida, donde era asistente de Billy Donovan (lo fue en Gainesville y anteriormente en Clemson). Para su sustituto, la dirección deportiva de VCU volvió a buscar dentro del grupo de pupilos de Donovan. Llegaba el jovencisimo Shaka Smart.


Shaka, considerado por muchos como uno de los mejores entrenadores jóvenes del país, antes de esta Locura de Marzo, por cierto, es el gran responsable del éxito que está viviendo VCU. Por sus sistemas tácticos, por el manejo de su plantilla, por su visión del juego y capacidad de reacción, por su capacidad de previsión y estrategia, por su inteligencia, por sus formas, su liderazgo, por su fe inquebrantable en su grupo y sus premisas. Más de una vez hemos visto comenzar una retransmisión de un partido de los Rams con la imagen del vestuario del equipo y coach Smart apurando los últimos segundos de vestuario para arengar y motivas a sus jugadores. Un acto que poco tiene de ser un producto cara a la galería. Un éxito, este temprano éxito de Shaka, que nada tiene de casualidad.





Shaka Smart siempre fue un hombre brillante. Un excelente estudiante que rechazó las becas ofrecidas por universidades como Harvard o Yale para ir a Kenyon College, otro programa de alto nivel, a jugar, como base, a las ordenes de Billy Brown, su mentor. Ética de trabajo y afán de mejora inculcado desde muy pequeño, según comenta el propio Shaka, por su madre, que supo hacerle ver la importancia de aprender y mejorar cada día. Graduado magna cum laude en historia, Smart comenzó su carrera en los banquillos en la pequeña universidad de California of Pennsylvania. Tras dos cursos, Dayton le contrató como director de operaciones. Dos temporadas en las oficinas para volver de nuevo al banco primero en Akron, luego en Clemson (donde estaba al cobijo de Oliver Purnell, por si necesitaba aun otro “pelín” de intensidad y preferencia por sistemas de juego agresivos) y finalmente en Florida, trabajando durante un año con Billy Donovan.


La Virginia Commonwealth que hemos visto durante esta locura de marzo es la perfecta proyección en la pista de la forma de entender el juego de Shaka Smart. La defensa es, sin lugar a dudas, la base de todo. La primera parte de “La teoría del havoc”. Havoc es un vocablo anglosajón que hace referencia al pánico o el caos que se apodera de una entidad, grupo o sistema. Extender el pánico en el sistema y la mente del rival. La terriblemente intensa defensa presionante es el primer paso. Tras canasta propia, casi siempre, como respuesta (en busca del equilibrio y la constancia emocional) a un error, en ocasiones. Esta presión a toda pista (o a media cancha, como alternativa) surgió casi como respuesta a los problemas defensivos en estático que tanto daño hicieron al equipo al inicio de la era Smart. La idea era asfixiar al rival, agotarle física y mentalmente para hacer así menos ostensibles las diferencias en el cinco contra cinco. Pero según avanzaba esta temporada, y alcanzando su punto cumbre en el torneo final, el rendimiento defensivo en estático ha ido en aumento hasta borrar cualquier signo de debilidad pasado. Mucho trabajo de ayudas, rotaciones defensivas, agresividad e intensidad y el objetivo fijo de permitir el tiro más incomodo posible al rival. Un trabajo psicológico continuo que agobia al subir el balón y no te permite un momento de respiro.





La continua rotación de diez hombres (baile de cambios bien estudiado e interpretado por Smart) permite mantener el nivel físico. Smart usa un nucleo de seis hombres compuesto por Joey Rodriguez, Jamie Skeen (transfer de Wake Forest), Bradford Burgess, Ed Nixon, Brandon Rozzell y Rob Brandenberg. Un base, un ala-pivot y cuatro exteriores que pueden ocupar las posiciones de escolta o alero según la necesidad. El manejo de los secundarios, los Haley, Reddic, Theus o Veal, según las circunstancias y la disposición del rival, es lo que dota de verdadera profundidad al equipo. Este grupo de secundarios ha acabado comprendiendo la tremenda relevancia de su labor, incluso cuando se limita a dos o tres minutos de juego real. Tienen una función, salen a pista por un motivo, y cumplen con su misión. Sustento para la labor, más obvia y llamativa, de los seis principales.


En ataque encontramos la otra mitad, complementaria y necesaria, de esa que llamamos “Teoria del havoc”. No se deja descanso al rival cuando éste ataca. No se le permite alcanzar ritmo u orden en defensa. Smart confía en sus jugadores y les deja bastante “libertad creativa” a la hora de jugar las posiciones ofensivas. Tener un base como Joey Rodriguez, todo pasión y caos, ayuda mucho. El joven de origen puertorriqueño es tan valiente y descarado como acelerado y alocado. El motor de un desenfreno, con hombres abiertos y en continuo movimiento, que busca generar opciones de canasta en un equipo que no va sobrado de calidad individual. Trabajo en equipo representado dentro de un caos ordenado, de un frenesí planificado. Con Skeen como referencia interior y jugador más regular. Y Nixon, Burgess, Rozzell y Brandenberg pululando a alta velocidad. Bradford Burgess ha cumplido muy bien su papel de escudero de Skeen en casi todos los partidos del torneo y Brandon Rozzell, como comentábamos en la guía previa a la Madness, ha sido ese revulsivo y factor extra que elevase el nivel competitivo del equipo.





La ciudad de Richmond, de unos 200.000 habitantes, volverá el sábado a vivir otra noche de, en varios sentidos, bendita locura. Una ciudad que acoge, como decíamos, a las universidad de Virginia Commonwealth (la de mayor población estudiantil del estado de Virginia con unos 32.000) y Richmond. Ambas llegaron a Sweet 16. VCU siguió viviendo el sueño. Con su seed 11, como aquella George Mason de 2006, también de la CAA. Como si el guion estuviese ya escrito por el comité: de la nueva first round hasta la ansiada final Four. Brad Stevens vs. Shaka Smart, duelo de jóvenes entrenadores con un brillante y precoz presenta y una prometedora carrera por delante. VCU contra Butler.


Un nuevo capítulo, ya veremos si con el mismo resultado, de “The havoc theory”.




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