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Incluso para algunos jugadores, el baloncesto es sólo un negocio, y si por ejemplo les dan una prima por ganar un torneo, se la llevan a un paraíso fiscal para no tributar en sus países, o se borran de un partido decisivo porque su club les debe un par de cheques. En mi opinión es bastante triste, porque los jugadores son precisamente los que deben llevar lo mejor del deporte corriendo por sus venas.

Para otros el baloncesto es exclusivamente una bandera, un sentimiento que muchas veces es puro pero que en algunos casos es pura política. Política en la peor de sus acepciones: es exclusión, es intolerancia. Un arma arrojadiza. Por ejemplo, algunas de estas personas son las que se alegran de las derrotas del eterno rival o del país que les cae mal, incluso cuando dicho país es el mismo que figura en su DNI. En mi opinión, es bastante triste, porque el baloncesto en particular y el deporte en general son una herramienta que puede servir para ampliar miras, para conocer ciudades y países y aficiones. Para confraternizar.

Y para otros el baloncesto es exclusivamente un balón botando, un deporte, una suma de números y técnicas y tácticas que admirar por su belleza estética o por su valor como agradable pasatiempo. No vibran más con las canastas de unos equipos o de unos jugadores que con las de otros, todas pueden aplaudirlas por igual. No han de saltar de sus asientos porque nada les va en la batalla deportiva, si acaso el disfrute del juego por el juego o de la contabilización de datos que luego compartir con otros o digerir en solitario.

Las tres posturas descritas, dentro de un mínimo sentido de la mesura, son lícitas y respetables. El baloncesto es esas tres cosas juntas y muchas más. Es un negocio porque las personas tienen que vivir de algo, y los jugadores, y los técnicos, y los que trabajan en el mantenimiento de las instalaciones o en la gestión de los clubes o en los periódicos deportivos, tienen que llevar comida a sus mesas. No hay nada de malo en ello.

El baloncesto también es un sentimiento y una bandera, porque esas son las cosas que disparan al corazón más que a la cabeza, y sin algo de irracionalidad la sangre no se bombea; simplemente avanza por nuestras venas porque no tiene otro remedio.

Y el baloncesto también es un deporte de una belleza y una plasticidad difícilmente igualables, y genera un torrente inabarcable de datos y matices. Tanto “el rival” como nuestro propio equipo nos pueden dar jugadas maravillosas. Un partido de baloncesto, sea el que sea, de infantiles o de un Mundial, da para muchas, muchas lecturas.

Acabo de nombrar el Mundial, al fin, en un artículo sobre el Mundial de España 2014. El Mundobasket une chequeras, banderas y balones: los mejores jugadores profesionales del planeta se citan en un país y ponen en danza un gran aparato de hacer dinero, un gran negocio mediático, social y publicitario. A la vez, los sentimientos de muchas personas les arropan con sus banderas y sus colores pintados en la cara, mostrando el amor por los suyos y en ocasiones también la animadversión por los otros. Y se botan muchos balones, y se elaboran jugadas increíbles y se disfruta del baloncesto por el baloncesto.

Metemos en una coctelera las chequeras, las banderas y los balones, y tenemos un acontecimiento digno de ver. Yo no me gano la vida con el baloncesto, no tengo esa suerte, pero vivo con pasión los partidos del equipo de mi país y también disfruto del juego por el juego, de las jugadas de los demás. Quiero pasármelo bien y quiero que España gane el oro, y creo que puede ganarlo, pero no me rasgaría las vestiduras si lo ganara otro que haya jugado mejor ni hablaría de fin de ciclo ni enterraría a nadie.

Si España juega como sabe y lo da todo en el campo, me daré por satisfecho aunque pierda. Y si España gana y sus jugadores declaran sus ganancias en nuestro país, y contribuyen de ese modo a pagar la sanidad y la educación públicas, me sentiré más satisfecho aún. Probablemente llore de la alegría.

El baloncesto no es sólo chequeras, banderas ni balones. Ni siquiera un tenderete como el Mundial. Es todo eso y mucho más.

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por PEDRO SERRAN" /> DESCARGA GRATIS LA GUÍA BASKETME COPA DEL MUNDO 2014

Incluso para algunos jugadores, el baloncesto es sólo un negocio, y si por ejemplo les dan una prima por ganar un torneo, se la llevan a un paraíso fiscal para no tributar en sus países, o se borran de un partido decisivo porque su club les debe un par de cheques. En mi opinión es bastante triste, porque los jugadores son precisamente los que deben llevar lo mejor del deporte corriendo por sus venas.

Para otros el baloncesto es exclusivamente una bandera, un sentimiento que muchas veces es puro pero que en algunos casos es pura política. Política en la peor de sus acepciones: es exclusión, es intolerancia. Un arma arrojadiza. Por ejemplo, algunas de estas personas son las que se alegran de las derrotas del eterno rival o del país que les cae mal, incluso cuando dicho país es el mismo que figura en su DNI. En mi opinión, es bastante triste, porque el baloncesto en particular y el deporte en general son una herramienta que puede servir para ampliar miras, para conocer ciudades y países y aficiones. Para confraternizar.

Y para otros el baloncesto es exclusivamente un balón botando, un deporte, una suma de números y técnicas y tácticas que admirar por su belleza estética o por su valor como agradable pasatiempo. No vibran más con las canastas de unos equipos o de unos jugadores que con las de otros, todas pueden aplaudirlas por igual. No han de saltar de sus asientos porque nada les va en la batalla deportiva, si acaso el disfrute del juego por el juego o de la contabilización de datos que luego compartir con otros o digerir en solitario.

Las tres posturas descritas, dentro de un mínimo sentido de la mesura, son lícitas y respetables. El baloncesto es esas tres cosas juntas y muchas más. Es un negocio porque las personas tienen que vivir de algo, y los jugadores, y los técnicos, y los que trabajan en el mantenimiento de las instalaciones o en la gestión de los clubes o en los periódicos deportivos, tienen que llevar comida a sus mesas. No hay nada de malo en ello.

El baloncesto también es un sentimiento y una bandera, porque esas son las cosas que disparan al corazón más que a la cabeza, y sin algo de irracionalidad la sangre no se bombea; simplemente avanza por nuestras venas porque no tiene otro remedio.

Y el baloncesto también es un deporte de una belleza y una plasticidad difícilmente igualables, y genera un torrente inabarcable de datos y matices. Tanto “el rival” como nuestro propio equipo nos pueden dar jugadas maravillosas. Un partido de baloncesto, sea el que sea, de infantiles o de un Mundial, da para muchas, muchas lecturas.

Acabo de nombrar el Mundial, al fin, en un artículo sobre el Mundial de España 2014. El Mundobasket une chequeras, banderas y balones: los mejores jugadores profesionales del planeta se citan en un país y ponen en danza un gran aparato de hacer dinero, un gran negocio mediático, social y publicitario. A la vez, los sentimientos de muchas personas les arropan con sus banderas y sus colores pintados en la cara, mostrando el amor por los suyos y en ocasiones también la animadversión por los otros. Y se botan muchos balones, y se elaboran jugadas increíbles y se disfruta del baloncesto por el baloncesto.

Metemos en una coctelera las chequeras, las banderas y los balones, y tenemos un acontecimiento digno de ver. Yo no me gano la vida con el baloncesto, no tengo esa suerte, pero vivo con pasión los partidos del equipo de mi país y también disfruto del juego por el juego, de las jugadas de los demás. Quiero pasármelo bien y quiero que España gane el oro, y creo que puede ganarlo, pero no me rasgaría las vestiduras si lo ganara otro que haya jugado mejor ni hablaría de fin de ciclo ni enterraría a nadie.

Si España juega como sabe y lo da todo en el campo, me daré por satisfecho aunque pierda. Y si España gana y sus jugadores declaran sus ganancias en nuestro país, y contribuyen de ese modo a pagar la sanidad y la educación públicas, me sentiré más satisfecho aún. Probablemente llore de la alegría.

El baloncesto no es sólo chequeras, banderas ni balones. Ni siquiera un tenderete como el Mundial. Es todo eso y mucho más.

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Copa del Mundo 2014: De chequeras, banderas y balones, por Pedro Serrano
BasketMe  | 29.08.2014 - 18:47h.
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Para algunos el baloncesto es exclusivamente un negocio. Sucede en mayor medida, como es lógico, con los que viven de él. Verlo sólo como un negocio implica que lo que importa es el negocio y que todo lo demás da igual; que mientras haya un buen contrato publicitario, una buena comisión que echarse al bolsillo o una competición que organizar y con la que sacarse buenos billetes, lo de la pelota y el aro es más que secundario; es terciario.

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Para otros el baloncesto es exclusivamente una bandera, un sentimiento que muchas veces es puro pero que en algunos casos es pura política. Política en la peor de sus acepciones: es exclusión, es intolerancia. Un arma arrojadiza. Por ejemplo, algunas de estas personas son las que se alegran de las derrotas del eterno rival o del país que les cae mal, incluso cuando dicho país es el mismo que figura en su DNI. En mi opinión, es bastante triste, porque el baloncesto en particular y el deporte en general son una herramienta que puede servir para ampliar miras, para conocer ciudades y países y aficiones. Para confraternizar.

Y para otros el baloncesto es exclusivamente un balón botando, un deporte, una suma de números y técnicas y tácticas que admirar por su belleza estética o por su valor como agradable pasatiempo. No vibran más con las canastas de unos equipos o de unos jugadores que con las de otros, todas pueden aplaudirlas por igual. No han de saltar de sus asientos porque nada les va en la batalla deportiva, si acaso el disfrute del juego por el juego o de la contabilización de datos que luego compartir con otros o digerir en solitario.

Las tres posturas descritas, dentro de un mínimo sentido de la mesura, son lícitas y respetables. El baloncesto es esas tres cosas juntas y muchas más. Es un negocio porque las personas tienen que vivir de algo, y los jugadores, y los técnicos, y los que trabajan en el mantenimiento de las instalaciones o en la gestión de los clubes o en los periódicos deportivos, tienen que llevar comida a sus mesas. No hay nada de malo en ello.

El baloncesto también es un sentimiento y una bandera, porque esas son las cosas que disparan al corazón más que a la cabeza, y sin algo de irracionalidad la sangre no se bombea; simplemente avanza por nuestras venas porque no tiene otro remedio.

Y el baloncesto también es un deporte de una belleza y una plasticidad difícilmente igualables, y genera un torrente inabarcable de datos y matices. Tanto “el rival” como nuestro propio equipo nos pueden dar jugadas maravillosas. Un partido de baloncesto, sea el que sea, de infantiles o de un Mundial, da para muchas, muchas lecturas.

Acabo de nombrar el Mundial, al fin, en un artículo sobre el Mundial de España 2014. El Mundobasket une chequeras, banderas y balones: los mejores jugadores profesionales del planeta se citan en un país y ponen en danza un gran aparato de hacer dinero, un gran negocio mediático, social y publicitario. A la vez, los sentimientos de muchas personas les arropan con sus banderas y sus colores pintados en la cara, mostrando el amor por los suyos y en ocasiones también la animadversión por los otros. Y se botan muchos balones, y se elaboran jugadas increíbles y se disfruta del baloncesto por el baloncesto.

Metemos en una coctelera las chequeras, las banderas y los balones, y tenemos un acontecimiento digno de ver. Yo no me gano la vida con el baloncesto, no tengo esa suerte, pero vivo con pasión los partidos del equipo de mi país y también disfruto del juego por el juego, de las jugadas de los demás. Quiero pasármelo bien y quiero que España gane el oro, y creo que puede ganarlo, pero no me rasgaría las vestiduras si lo ganara otro que haya jugado mejor ni hablaría de fin de ciclo ni enterraría a nadie.

Si España juega como sabe y lo da todo en el campo, me daré por satisfecho aunque pierda. Y si España gana y sus jugadores declaran sus ganancias en nuestro país, y contribuyen de ese modo a pagar la sanidad y la educación públicas, me sentiré más satisfecho aún. Probablemente llore de la alegría.

El baloncesto no es sólo chequeras, banderas ni balones. Ni siquiera un tenderete como el Mundial. Es todo eso y mucho más.

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