Es normal, aunque no deja de ser alarmante. El ser humano sufre la patología social de añorar y magnificar el pasado en lugar de disfrutar el presente y/o planificar un futuro mejor. Más aun con un ayer lleno de grandezas y partidos que difícilmente se podrán olvidar de nuestra memoria. Es por tanto que desde el inicio de la convocatoria los focos iluminasen con más intensidad las sillas vacías de gente como Pau, Ibaka, Felipe o Navarro que aquellas con inquilinos nuevos como Aguilar o Rey. Pero entre las ausencias y las novedades se ha colado un cromo que vuelve a la colección con más silencio que ruido y que cuya aportación se antoja vital para la consecución del oro.

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Por todos es sabido que Alex Mumbrú es mucho más que anotación exterior, rebote y polivalencia. Fuera del glamour que otorga ser un "Junior de Oro", su carácter en la pista le llevó a ser un referente del equipo en las medallas cosechadas desde 2006 y también a erigirse junto al gran Jorge Garbajosa como uno de los mandamases de una selección llena de estrellas FIBA y NBA. Esa jerarquía dentro y fuera de la cancha llevó, desde que anunciara su intención de descansar en verano, a una búsqueda infructuosa de un relevo de garantías para el barcelonés. A Carlos Suárez, señalado por todos, le quedó demasiado grande el rol de ser ese tres alto capaz de anotar desde 8 metros y postear a aleros y ala-pívots. Y Víctor Claver tampoco tiene esa sangre fría para decidir e imprimir la mala leche necesaria en los momentos calientes de los partidos.

Porque Mumbrú trasciende de la estadística. Es el pegamento del equipo, el primero que saldrá a defender al compañero, el primero que abroncará, que apremiará y que alentará si las cosas se tuercen. Si bien cuando dejó la selección ya estaba curtido en mil batallas, tras una de las temporadas más complicadas de su carrera, su mensaje e integridad se han visto reforzados no sólo en Bilbao (por cierto, con su gesto de renovación pasa a ser vasco sine die) sino también en la selección, siendo todo un ejemplo de capitán para las próximas generaciones de jugadores.

Él quería volver. Ya le seducía la idea de jugar de nuevo unas olimpiadas pero tuvo que ser Orenga quien aflorara de nuevo el deseo de competir con los más grandes de Europa. Y es que su ansia de ganar y sumar es lo que hace a Mumbrú un jugador especial al que quizá se le infravalore mediáticamente cada vez que va con la selección. Porque si injusto es valorar a un jugador por sus puntos, injusto es no valorar a Mumbrú por sus palabras.

P.D.: Que no te vendan milongas. España es la vigente campeona de Europa y tiene el equipo los jugadores más determinantes del torneo. Todo lo que no sea oro es una pequeña decepción.

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