Martes, 7 de mayo de 2024
La Opinión


03.05.08 | Alejandro González (1996 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Fila 10, asiento 19: diario de un redactor ( I )


Llegas a casa con los apasionados cánticos aún resonando en tu cabeza. Con la imagen de aquella marea amarilla saltando al unísono clavada en la retina. Con el recuerdo del triste semblante del riachuelo de vitorianos y sieneses que iban deambulando en las afueras del recinto a medianoche. Con esa mágica sensación que desprende un pabellón vacío minutos despues de haber sido el escenario de un torrente de espectáculo, emociones y pasiones.


Sueltas el portátil en el escritorio y te dejas caer en la cama. Con la mirada pérdida en el techo de la habitación, notas el último escalofrío de la jornada, y esbozas una sonrisa que bien podría resumir todo lo vivido en una tarde-noche para el recuerdo.


Colaborar en una web amateur es dar rienda suelta a tu pasión por el baloncesto. El esfuerzo y la dedicación surgen del amor por este deporte, de ese extraño placer de escribir sobre él. Poder cubrir toda una Final Four, es una de esas experiencias que nunca olvidarás. Algo que contarás hasta la saciedad a tus amigos con unas cañas delante, al más puro estilo: “pues cuando estuve cubriendo la Final Four de Madrid….”. O a tus hijos, o nietos. O a ti mismo, cuando veas las próximas ediciones desde la pantalla del televisor. Estoy seguro de que muchos de vosotros pensareis que estoy exagerando. Sólo hay que ver las caras de alguno de los reporteros y articulistas que estaban ayer a nuestro alrededor para darse cuenta de que no para todos esto es tan especial. Para aquellos que alguna vez han soñado con esto, para aquellos que adoran el periodismo deportivo y para todos los redactores, corresponsales y colaboradores de esta web, quiero compartir las vivencias de esta experiencia en la Final Four de Madrid 2008.


Uno se da cuenta de la magnitud del evento nada más salir de la boca del metro ( no tenemos presupuesto para chofer ni coche oficial….bueno, ni para un taxi….) y enfilar la calle que lleva hacia el pabellón. Mareas de aficionados dibujan un caprichoso puzzle multicolor. Se oyen los primeros cánticos al fondo y se divisan las zonas de ocio, varias canchas para los aficionados, unidades móviles, etc.


Comienzas a ver ese par de curiosos fenómenos sociales que podíamos titular “Hello, my friend” y “Tio, son de los nuestros” que se dan en este tipo de torneos. Por un lado está la bonita unión de civilizaciones que ya quisiera la propia ONU conseguir. Un torneo de baloncesto lo consigue sin problemas. Fotos en común, gesticulaciones inverosímiles para hacerse entender…esto es una fiesta, así que..vivan las relaciones internacionales! Por otro lado, ver a alguien de tu tierra, con la camiseta de tu equipo en tu propia ciudad tiene su aquel; verlo a las afueras del pabellón antes del partido, o por cualquiera de las calles de la ciudad a muchos kilómetros de casa, parece un subidón de adrenalina.


El Accreditation Centre nos sorprende sobremanera. Dos autocaravanas habilitadas para recibir a la prensa llegada de todo el mundo. Allí dentro se trabaja a contrarreloj para identificarnos, informarnos e ir cumplimentando la compleja labor organizativa. Justo entonces nos encontramos la primera sorpresa. El chico que nos daba las acreditaciones se declara seguidor de la web, e incluso se muestra interesado en colaborar con nosotros (y si está leyendo estas lineas…no me he olvidado Alex, me pondré en contacto contigo). Nos dan nuestro kit de prensa. Para curiosos: un cd de estadísticas interactivas, un bloc de notas, un bolígrafo ( todo ello con logos de la Final Four, la Euroliga, etc), una guía del torneo y un montón de publicidad turística al más puro estilo “Grecia, que hermosa eres” (con bandolera de regalo incluida).


Al salir de la caravana, la avalancha de aficionados es cada vez mayor, con una clara mayoría israelí. Buscamos el acceso de prensa, enseñamos orgullosos la acreditación que cuelga de nuestro cuello como si de una medalla olímpica se tratase, y entramos. Las entrañas del Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid se asemejan a los pasillos de la nave en la que Alien le amargaba las noches a Sigourney Weaver en aquella saga cinematográfica. Vamos preguntando a guardias de seguridad y bellas señoritas de la tribuna de prensa. Los guardias titubean pero nos guían. Las señoritas..lo dejan a nuestra intuición, como asumiendo que su labor allí es meramente figurativa.


Era imposible no sentirse emocionado con todo lo que iba pasando. Era el momento de contar las primeras experiencias a tu gente. No paran de sucederte cosas, y estás atento a donde ir, a que jugador te acabas de cruzar, a no caerte por las escaleras…así que debí batir algún record al tardar casi media hora en escribir un sms normal y corriente.


Encontramos nuestros sitios en la tribuna de prensa. Fila 10, asiento 19. Podríamos haber pensado que ese iba a ser nuestro balcón de excepción para presenciar el espectáculo que nos aguardaba. Pero no, lo primero que pasa por nuestra cabeza es que ibamos a estar como sardinas enlatadas. Había que ubicar a casi 600 periodistas, y el espacio era limitado. Habría que hacer algunos estiramientos musculares antes de sentarnos definitivamente si queríamos poder salir de allí al final de la jornada por nuestro propio pie.


Quedaba algo más de una hora para el comienzo de la primera semifinal, así que nos pareció buena idea explorar el recinto. Con un pase de prensa, puedes moverte por el pabellón a tu antojo. Bueno, por casi todo el pabellón. Nuestra incursión en la zona VIP, desgustando el jamón pata negra a escasos metros de leyendas como Kukoc o Djordjevic, fue cosa de un poco de picaresca y un golpe de suerte. Bueno, y de un par de miembros de seguridad algo despistados...


La sala de prensa es un hervidero media hora antes del partido. Fotógrafos agolpados en busca de su peto, redactores agolpados junto a la bandeja de las pasta de té y las bebidas…y alguno que otro con su portatil ultimando detalles, o desesperado intentando solucionar vía teléfono móvil algún nefasto contratiempo. Caras conocidas del mundo del periodismo deportivo, destacando Fernando Romay por razones puramente dimensionales. Y antiguos jugadores y entrenadores paseando y charlando relajadamente. Qué planta sigue teniendo Dino Meneghin...


Se acerca la hora del comienzo de la primera semifinal. El ambiente en el pabellón es ya sobrecogedor. Media grada está teñida de amarillo. La bulliciosa afición israelí se hace notar con sus voces, saltando todos a una, y armados de innumerables bufandas, pancartas…pone los pelos de punta. Justo encima de nuestras cabezas, los tiffosi sieneses no se dejan amedrentar y se desgañitan animando al Montepaschi.


Comienza el espectáculo. Comienza el trabajo. Parapetados como podemos en nuestros minúsculos asientos, con el portatil, el monitor y un sinfín de papeles, cargadores, cables, etc, colocados todos a modo de campeonato mundial del Tetris, empezamos la retransmisión en directo del partido para la web. Comentas las acciones con tu compañero de aventuras, con los periodistas de alrededor, y vas actualizando la retransmisión intentando trasladar al lector lo que allí se está viviendo, todo ello mientras vives intensamente el partido. Atento a mil cosas a la vez, faltandote manos y ojos para todo lo que ocurre a tu alrededor, pero disfrutas como un enano.


Acaba el primer partido. Encuentro con otros periodistas, colaboradores de la web, un rápido refrigerio cortesía de la organización ( que suena mejor que un bocadillo mixto envasado y una botella de agua..) mientras haces la crónica del partido y casi sin tiempo para más, comienza la segunda semifinal.


Un auténtico partidazo, un lujazo para ver y comentar. Tu disfrute ha ido en aumento con el paso de la tarde-noche, y el Tau-CSKA es una auténtica maravilla con la que rematar la jornada. Vuelta al trabajo con una sonrisa en la cara que no llegó a borrarse desde que saliste de la boca de metro.


Con la celebración de los moscovitas, se da por finalizada la faena. La crónica tendrá que esperar a la llegada a casa. Es el momento de charlar con otros redactores, intercambiar opiniones, y, sobre todo, disfrutar del encanto de un pabellón de baloncesto vacío minutos despues de toda la vorágine vivida. Una maravillosa sensación que sólo los muy apasionados (y/o frikis) de este deporte sabrán entender.


La primera mitad de este sueño llamado Final Four tocaba a su fin. A las afueras del Palacio, multitud de aficionados celebraban su victoria, se lamentaban de la oportunidad perdida, se agolpaban en los bares o, simplemente, escudriñaban un mapa intentando encontrar el camino de vuelta a su hotel.


Una última mirada atrás, un sereno “hasta el domingo”, y entramos al metro...



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