El CAI en la etapa Alberto Angulo |
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La herencia que recibió Alberto Angulo cuando sustituyó a Curro Segura al frente de los destinos del CAI no podía ser más desoladora. Un equipo en crisis, con enormes dificultades para conforman un grupo competitivo, confiado en la muñeca mágica pero cansada de Paolo Quinteros.
Los primeros encuentros no supusieron más que un mero continuismo, determinados por la lógica etapa de transición y adaptación a los nuevos esquemas de unos y otros. Sin embargo, paulatinamente se fueron observando nuevas señas de identidad que le van confiriendo una personalidad propia, sobre todo en defensa. El CAI ha pasado de ser uno de los equipos que más puntos recibía por partido a uno de los que menos, basado en una zona de ajustes que no desdeña la utilización de trampas defensivas adaptadas a las características de los equipos a los que se enfrenta. Si contra el Ricoh Manresa se utilizaba más cerrada a tenor de la escasa utilización del triple por los manresanos, contra el Unicaja se prefería una más abierta para tratar de eliminar la constante amenaza exterior de uno de los conjuntos que con más profusión usa la línea de 6,25.
Otro de los aspectos reseñables es el que se refiere a la recuperación de algunos jugadores, sumidos en una depresión de juego que contagiaba al resto. La llegada de Loren Woods, un cinco de contrastada calidad, que aporta contundencia en el rebote y soluciones ofensivas, y la llegada de dos victorias tras 11 derrotas consecutivas posibilitan que jugadores como Darren Philips, Matías Lescano o un cuestionado Rubén Garcés, hayan elevado considerablemente su aportación al equipo. Green continúa irregular, demostrando sus enormes carencias en la dirección, pero asumiendo momentos de responsabilidad en ataque jugando de escolta, mientras que Victoriano continúa sumido en una crisis de identidad que se contagia a la grada y Colom permanece inédito prácticamente, pese a ser uno de los referentes de la afición. Mención aparte merecen un voluntarioso Roberto Guerra, poderoso en defensa pero ineficaz en ataque, Sergio Pérez, a quien su escaso acierto en el triple le condiciona los minutos en cancha, y un cada vez más secundario Arteaga.
Los sistemas de ataque continúan siendo no obstante el eslabón más débil. Es cierto que se va notando una mayor determinación por jugar con los interiores, sobre todo desde el ya mencionado fichaje de Woods, pero aún se mantiene la apelación continua a los bloqueos directos y a los aclarados a los exteriores como fórmulas ofensivas de solución casi únicas, lo que conduce al equipo a jugar posesiones muy largas que generalmente acaban en tiros a canasta precipitados y mal elegidos. Además, el sobremarcaje a un Quinteros ya conocido por todos los equipos de la ACB condiciona su actuación, máxime teniendo en cuenta los problemas físicos del argentino derivados de unas temporadas prácticamente sin descanso que ahora le pasan factura en forma de sobrecargas musculares constantes.
Otro aspecto del que siempre es complicado hablar es el de los arbitrajes y su influencia en los resultados. Todos los grandes de la liga han pasado por el Príncipe Felipe, y en todos esos encuentros se han observado detalles que, si bien no han incidido directamente sobre el marcador, si que han evitado a tiempo posible sorpresas. Pero en el último encuentro ante el Unicaja el asunto llegó a ser especialmente preocupante. Si durante el partido hubo decisiones cuestionables que generalmente se resolvían a favor de los hombres de Aíto, los dos minutos finales alcanzaron el paroxismo. Una postrera reacción del CAI le condujo a situarse a un solo punto del equipo malagueño. A partir de este momento, los colegiados decidieron no sancionar la defensa-kárate sobre Quinteros y Woods, las dos alternativas ofensivas de los aragoneses, que acabaron desquiciados en el suelo ante la atónita mirada de los espectadores, que canalizaban su frustración gritando “Manos arriba, esto es un atraco”.
Que nadie dude de la objetividad que intenta transmitir el que esto suscribe, pero si que me gustaría reflejar cómo en determinados momentos, en los que se está dilucidando el encuentro, los arbitrajes pretenden conciliarse con los fuertes, consciente o inconscientemente, perjudicando notoriamente a los que poco pueden alzar la voz. Quizá sería necesaria una reflexión en las altas esferas de nuestro baloncesto al respecto.
Los últimos partidos son testigos del crecimiento como equipo del CAI, tanto en confianza como en juego, reacción muy necesaria si tenemos en cuenta cómo se están encareciendo las posibilidades de permanencia en la categoría. Se hace por tanto necesario asentar esas sensaciones para lograr el objetivo, y que no sea tan sólo la ilusión efímera de una resurrección baldía.