CAI Zaragoza: La afición que no cesa |
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Cuando Lucas Victoriano dejó de botar faltando pocos segundos para que finalizara el partido contra Hospitalet y tendió la mano al base rival, el Pabellón Príncipe Felipe estalló al unísono con un liberador “Este año sí, este año sí, este año sí”. Era el 9 de mayo, y por fin un histórico, el CAI Zaragoza, conseguía el ascenso a la ACB doce años después de que los problemas económicos le obligaran a desaparecer. Tras un período sin baloncesto en una de las ciudades con mayor tradición de España, el testigo fue recogido hace seis años por la Sociedad Basket Zaragoza 2002, y desde entonces comenzó su transitar por la cada vez más competitiva Liga LEB.
Después de unos primeros años de acondicionamiento a la categoría, en los que incluso se coqueteó con el descenso, el Basket CAI Zaragoza se fue asentando hasta convertirse en una de las referencias de la categoría, y el gran especialista en disputar los play-offs de ascenso y perderlos en el quinto partido, en algunas ocasiones de manera incluso sangrante, con el factor cancha a favor (Murcia 2006 y León 2007).
Pero si algo ha caracterizado al equipo desde su renacimiento ha sido el apoyo constante de su afición, la más numerosa de Europa. Tildada como fría y exigente en muchas ocasiones, nunca ha faltado a su cita. Cada viernes copaba las gradas del pabellón dispuesta a empujar a sus jugadores hacia el triunfo, poniendo sus esperanzas en cada uno de los lanzamientos a canastas, en cada rebote, en cada defensa. Y siempre, hasta este año, sintiendo como la maldición de los play-offs desvanecía todos sus sueños. Arbitrajes polémicos, jugadores rivales que sólo se crecían en el escenario zaragozano, errores en las jugadas cruciales. Todo parecía obedecer a una consigna: el CAI se debe quedar a las puertas de la gloria. Sin embargo, al año siguiente, el número de abonados, lejos de descender, crecía exponencialmente hasta conseguir batir todos los records europeos de seguimiento a un equipo de baloncesto.
Esta temporada la dirección técnica había apostado acertadamente por la continuidad de la plantilla, por el mantenimiento de la base del equipo que sucumbió ante la muñeca de seda de Paolo Quinteros, quien en cuestión de días pasó de villano a héroe con su fichaje. Junto a él se incorporaron el espectacular y polivalente Cuthbert Victor, el experimentado Mike Higgins y Oscar González, base especialista defensivo y con buena mano. Más tarde se reforzaría con un mito, André Turner, quien ya fuera protagonista fundamental en la anterior etapa del CAI, y con la aportación más bien testimonial de José Antonio Rojas.
Ellos han sido los protagonistas en la cancha, los artífices directos del ascenso y las caras visibles del éxito.
Pero las asistencias y calidad de Victoriano, la entrega y anticipación de Matías Lescano, la capacidad resolutiva de Starosta, los puntos de Phillips, los mates y las transiciones de Victor, la sapiencia en la dirección de Segura o la elegancia y contundencia de Quinteros se cimentan sobre una afición que antes de empezar la ACB ya ha obtenido un título: ser la más numerosa de Europa. Como el rayo que iluminaba el transitar del poeta Miguel Hernández, es la afición que no cesa.